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Sincrotrón Alba, un "Fórmula 1" de la ciencia

barcelona acoge el moderno acelerador de partículas con fines científicos La instalación produce una luz muy intensa que permite observar fenómenos microscópicos con una gran precisión

Sincrotrón Alba, un "Fórmula 1" de la cienciaFoto: efe

Cerdanyola del Vallès. El Sincrotrón Alba, un acelerador de partículas capaz de observar estructuras moleculares como si fuera un grandioso microscopio, va a dotar a España de un Fórmula 1 que le permitirá "competir desde los primeros puestos de la parrilla", según su director científico, Salvador Ferrer.

Desde el aire, la carrocería del Sincrotrón, este nuevo ferrari de la ciencia española que ha costado más de 200 millones de euros -financiados a un 50% entre el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Generalitat- ofrece la imagen de una gran hélice plateada, aunque su espectacular apariencia externa es lo de menos, lo importante, -explica Ferrer- es su contenido.

La instalación, ubicada en el parque tecnológico de Cerdanyola de Vallès (Barcelona), fue inaugurada ayer por los presidentes del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y de la Generalitat, José Montilla, aprovechando la Conferencia Europea de Infraestructuras de Investigación. Inicialmente, la instalación, en la que trabajan ya unas 145 personas (sobre todo físicos e ingenieros), tendrá siete líneas de luz experimentales -aunque podrá llegar a treinta, según la financiación-, que Ferrer prevé que podrán comenzar a realizar sus trabajos de investigación en los primeros meses de 2011.

El Alba es un Sincrotrón de "última hornada", al nivel del de Diamond (Reino Unido) o Soleil (Francia). Es lo más avanzado de la tecnología, pero lo esencial, dice Ferrer, "es que es una herramienta básica para un país industrializado, tanto como los rayos X en un hospital, y los científicos lo necesitan para estar a la altura".

El uso principal del Sincrotrón es su capacidad para producir un haz de luz microscópico de gran intensidad, características que permiten observar la estructura de la materia, como los cristales de proteínas y macromoléculas, líneas de trabajo, por ejemplo, del último Premio Nobel de Química, o la investigación en la trasferencia de información genética. Para lograr esta radiación se toman electrones a través de un cañón y se aceleran con campos eléctricos, que arrancan a una energía de cero electrovoltios y se aceleran, primero en un acelerador lineal y luego en otro circular, "que actúa como un tiovivo", para que los electrones alcancen la energía máxima de 3.000 millones de electronvoltios y una velocidad próxima a la de la luz (99,99).

A partir de ahí se introducen en un anillo de almacenamiento, un tubo circular de unos 270 metros de perímetro donde se mantienen dando vueltas de forma constante.

Para la producción del haz de luz que se utiliza en estas investigaciones, es necesario que las cargas vayan muy deprisa y tengan trayectoria curva (por medio de imanes), ya que si van rectas no emiten radiación.

La luz generada, con una intensidad de onda que va de los infrarrojos a los rayos X, se derivará hacia las diferentes estaciones de trabajo desde donde se realizan las investigaciones, y que utilizan la capacidad de lograr imágenes "radiográficas" (muchísimo más pequeñas, de una milésima por una milésima de milímetro de sección) y observar, por ejemplo, cristales o fósiles de ese tamaño.

La instalación, de unos 10.000 metros cuadrados, permitirá además hacer experimentos de difracción para estudiar la estructura de la materia, desde el ámbito atómico al nivel mesoscópico (de unas décimas de milímetro) y "conocer con precisión dónde están los átomos de los objetos, sus coordenadas", precisa Ferrer.