m anuel Zelaya Rosales (Mel) vive ahora, no se sabe en calidad de qué, en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, pero ¿Cómo ha llegado a esa situación el hijo de un oligarca ultraderechista hondureño, convicto y propietario de empresas madereras y aserraderos?
Los Zelaya vivían en la hacienda Los Horcones, situada en Catacamas, departamento de Olancho, un lugar marcado en rojo por la más negra historia del país centroamericano. El 25 de junio de 1975, en la hacienda de Zelaya padre, fueron asesinadas 14 personas que se dirigían a Tegucigalpa a participar en la Marcha del Hambre, convocada por organizaciones campesinas, para reclamar tierras en propiedad. Después de torturarlos, los 14 fueron asesinados y sus cadáveres arrojados a un pozo de 40 metros, que después se cegó con la explosión de dos cargas de dinamita, en un intento de eliminar las pruebas. Entre las víctimas estaban sacerdotes, campesinos y mujeres. Los primeros cuerpos tardarían varias semanas en ser rescatados. En la masacre participaron terratenientes locales, incluido el padre del presidente, y varios militares que entonces controlaban el Gobierno, al mando del general Melgar Castro.
El padre del depuesto mandatario fue condenado en 1979, junto con otros tres participantes en la masacre, a 20 años de cárcel, aunque todos ellos salieron después de cumplir sólo un año de condena, gracias a una amnistía decretada en 1980.
Mel tenía entonces 23 años y aunque nunca estuvo implicado judicialmente, su nombre merodea la tragedia y hay quien lo acusa de haber ayudado a ocultar los cadáveres e incluso de haber sido el conductor de la camioneta que llevó los cuerpos hasta el pozo.
Mel Zelaya llegó al poder siendo miembro del derechista Partido Liberal -el partido de Micheletti- y una vez en el poder se iría acercando a postulados de izquierda, hasta integrarse en la ALBA, junto a Chávez, Castro, Correa y Morales. Pero si la vida de Zelaya es peculiar, la de sus ahora enemigos no lo es menos.
El jefe militar del golpe, el general Romeo Vásquez Velázquez, también se las ha visto con la justicia. El 2 de febrero de 1993, el periódico hondureño El Heraldo, publicaba: "A prisión once miembros de Banda de los Trece". Entre los implicados en esta organización, que se dedicaba a robar y traficar con coches de lujo, se encontraba el por aquel entonces mayor Romeo Vásquez Velázquez. Aunque estuvo detenido este incidente no le impidió continuar con su carrera militar, con ascensos firmados por un parlamento cuyos diputados, curiosamente, conducían varios de los coches robados.
Dando órdenes al general se encuentra Roberto Micheletti, que lleva 30 años como diputado. Tras estudiar Comercio, se hizo cargo de la empresa de transportes de su ciudad, Progreso, donde también tuvo problemas judiciales. Tras unas graves inundaciones, consciente de que su empresa era la única vía de transporte decidió subir los precios del billete de 1.40 a 4 lempiras. Fue arrestado por adulterar el precio de las tarifas del transporte, cuando el pueblo pasaba por un momento crítico de desastre natural. Pero Micheletti forzó a su ejército de conductores a que fueran a sacarlo de la cárcel y a su partido -el de Zelaya- a apoyarle.
En Honduras, unas diez familias controlan el 90% de la riqueza del país y Zelaya se convirtió en un obstáculo para ellos al pretender un reparto más justo. Según expertos e investigadores centroamericanos, el golpe "fue planeado por un grupo empresarial liderado por Carlos Roberto Flores Facussé, ex presidente de Honduras (1988-2002) y dueño del periódico La Tribuna, que junto con La Prensa, El Heraldo y los canales de TV 2, 3, 5 y 9 fueron los pilares fundamentales del golpe".
Carlos Roberto Flores Facussé fue una de las puntas de lanza en la campaña promovida por el Departamento de Estado de EEUU contra Zelaya, y que mantenía reuniones desde 2007 con John Dimitri Negroponte, puente con los halcones estadounidenses, cuando éste era secretario adjunto para Asuntos Hemisféricos del gobierno de Bush.
El grupo empresarial se completa con Jaime Rosenthal y Gilberto Goldstein, dirigentes de Grupo Continental, emporio que monopoliza la banca hondureña, la agroindustria y medios de comunicación como El Tiempo y Canal 11. El resto de familias que componen la oligarquía hondureña y que apoyaron el golpe son: Rafael Ferrari, Juan Canahuati, el financiero Camilo Atala, el maderero José Lamas, el empresario energético Fredy Násser, Jacobo Kattán, el industrial azucarero Guillermo Lippman y el constructor Rafael Flores, entre otros. Dentro de la trama golpista, destaca otro personaje "oscuro entre los oscuros", el magnate Miguel Facussé, condecorado por el Senado colombiano en 2004 con la Orden de Mérito a la Democracia, que hoy monopoliza el negocio de la palma aceitera y que en 1992 apoyó la compra de tierras a los campesinos a menos del 10% de su valor.
También destacan entre los apoyos al régimen golpista: los poderes judiciales, el Congreso Nacional, la Fiscalía General , la Procuraduría, y el Comisionado Nacional de Derechos Humanos, todos ellos nombrados por el Congreso, dirigido en su momento por Micheletti, y seguidores ideológicos de Flores Facussé.
otros apoyos
El papel de la Iglesia
Otro importante apoyo al golpe llegó de la Iglesia Católica, como uno de los primeros actores en posicionarse a favor del régimen de facto. En un comunicado de la Conferencia Episcopal, leído por el cardenal Oscar Andrés Rodríguez y avalado por los 11 obispos que integran la institución, el máximo órgano de la Iglesia católica hondureña se posicionaba claramente a favor del gobierno de Micheletti, haciendo un llamamiento al presidente constitucional Manuel Zelaya para que no volviera a Honduras, e intercediendo ante la OEA a favor de los golpistas.
Pero aún hay más, Micheletti no ha tenido escrúpulos en rodearse de las más importantes figuras de los escuadrones de la muerte hondureños. Entre ellos, el actual director de Migración, Nelson Willy Mejía, y el director de Tránsito, Napoleón Nasar, miembros del tristemente célebre Batallón 3-16, que se habría encargado del secuestro, tortura y desaparición de los sospechosos de subversión en la década de los 80. A esa unidad también pertenecía Billy Joya Amendola, principal asesor presidencial los primeros días del golpe.
Pero el papel ejecutor lo interpreta el Ejército, cuya cúpula fue formada en la tristemente famosa Escuela de las Américas, que montó EEUU en Panamá, para adiestrar en métodos de represión a militares con el fin de frenar el avance del comunismo en América Latina.