Seguramente no es casual. La foto del acuerdo se ha producido dos días antes del acto oficial de la apertura de los pastos de Aralar, una tradición pastoril muy arraigada que abre un periodo de unos seis meses en los que unas 45.000 cabezas de ganado, principalmente ovejas, pero también vacas y yeguas de unos 600 ganaderos, se desplazan a las praderas de diferentes montes de Gipuzkoa. No solo en la sierra de Aralar, donde pastan unos 19.000 animales. Van en busca de alimento y pasan el verano allí, pastando hasta octubre.

Esta fiesta está marcada en la actualidad por la ruptura de relaciones del colectivo de ganaderos y pastores de Aralar con la Mancomunidad de Enirio-Aralar. Una ruptura que se produjo en marzo de 2021. Hace dos años, sin ir más lejos, los sindicatos Ehne Gipuzkoa y Enba acordaron una protesta conjunta en esta señalada celebración de la apertura de los pastos y no participaron en la fiesta.

Tampoco lo hicieron el año pasado (sí lo hacen algunos pastores a título individual con sus rebaños), pero su “resignación” era más palpable y sólo una de las partes, Enba, visibilizó su malestar públicamente por la “paralización” de las infraestructuras ganaderas y actuaciones que estaban previstas en Aralar y que se habían aprobado años antes.

Aunque la batalla estalló en 2016, el debate sobre la gestión de Aralar y sus usos se remontan ya a hace dos décadas, a comienzos de siglo. En 2003 ya existía una reivindicación importante por parte de los cerca de 120 ganaderos y pastores para mejorar los accesos al parque natural, donde todos los veranos, desde mayo hasta noviembre, pastan cerca de 19.000 cabezas de ganado: 17.000 ovejas, 900 vacas y 800 yeguas.

En este escenario, la Diputación de Gipuzkoa defiende que “los pastos de Aralar no se pueden mantener sin ovejas y animales” y se postula más cercano a las tesis de los pastores y ganaderos, pero el propio Arruti ya reconoció en enero que es “imprescindible acordar y definir una dinámica con la mancomunidad”.