Vestida de rojo con un estiloso traje de noche, bajo la lluvia, titubeante y con una escopeta de dos cañones que le es difícil de armar. Así se presenta la Nina que encarna Patricia López Arnaiz en el largometraje que también se titula así, Nina. El pañuelo rojo que calza al cuello evoca, intencionadamente, a Joan Crawford en Johnny Guitar (1955), el western de Nicholas Ray que coprotagonizó con Sterling Hayden. La segunda película de la navarra Andrea Jaurrieta es lo que propone: un western feminista filmado en la costa vizcaina y que cuenta con actores guipuzcoanos como Ramón Agirre e Iñigo Aranburu. Antes de su estreno en 10 de mayo en salas comerciales, el largometraje clausurará, este viernes en el Victoria Eugenia, la 21ª edición del Festival de Cine y Derechos Humanos, en una proyección en la que se reflexionará sobre el abuso de poder y el consentimiento. “Un abusador no lo lleva escrito en la cara, te embauca para que digas que sí”, ha dicho Jaurrieta, en una rueda de prensa que ha tenido lugar este jueves en Donostia.

Y he ahí una de las cuestiones que se planteaba la realizadora con este proyecto: ¿Se puede hablar de abuso cuando hay un aparente consentimiento? “Pretendo que la gente salga de la película con un debate”, ha contado.

Nina, la víctima y su venganza

Jaurrieta se ha encargado del guion de esta película, que en el último Festival de Málaga fue reconocida con el Premio de la crítica. Partió de la obra de teatro homónima, Nina, de José Ramón Fernández, que, a su vez, adaptaba otra pieza teatral, La gaviota, de Anton Chéjov. En ambas, Nina vuelve a su pueblo después de mucho tiempo. En ese retorno se lamenta del maltrato sufrido en el pasado por un hombre mayor y socialmente mejor posicionado –la película se cuenta en dos tiempos, siendo Arnaiz la Nina atormentada del presente, y Aina Picarolo la Nina inocente de 16 años–. Pese a la implícita denuncia, en ambos libretos, la mujer demuestra seguir enamorada de su abusador. En este punto, Jaurrieta ha querido subvertir el relato de Fernández y Chéjov: “Cuando las leí pensé que Nina no tenía que volver enamorada, sino a vengarse”. El personaje necesita reencontrarse con su pasado, enfrentarse al silencio “cómplice” de sus antiguos vecinos “para cerrar heridas físicas e internas”.

En este caso, al igual que la Nina de Chejov, la de Jaurrieta es una joven sin madre y con un padre ausente, es decir, vulnerable, que se deja encandilar por un escritor maduro, interpretado en la película por el argentino Darío Grandinetti. La realizadora ha explicado que, mientras investigaba para la escritura del guion, consultó con una psicóloga experta en abusos sobre los perfiles que suelen darse en las víctimas y que en muchos casos se repetía el patrón de menores vulnerables que quedan prendadas de adultos que, aunque ellas no lo sepan, han detectado –y, por lo tanto, se han aprovechado– de dicha vulnerabilidad.

Del western de tecnicolor al thriller coreano

Jaurrieta ha buscado en Nina un equilibrio entre “el cine de género más puro, que se aleja del realismo, y tratar una realidad social actual”, como se ha visto en los casos del #MeToo en Estados Unidos y, más recientemente, en el cine español con las denuncias en prensa al realizador Carlos Vermut.

Se trata de un largometraje atravesado de cine: “Me inspiro por él”. Los western a tecnicolor como la citada Johnny Guitar, Río Bravo (1959) o Centauros del desierto (1956) o más añejos como Duelo al sol (1946) componen las principales referencias a las vaqueradas. Algo que se ve reforzado con la oportuna banda sonora de Zeltia Montes.

Pero la cineasta también ha ido más allá. Así, ha contado que la Lady Vengance del thriller surcoreano Sympathy for Lady Vengeance (2005), de Park Chan-wook, tenía rasgos con los que quería vestir a su Nina. Lo plástico, en lo referido a la dirección de fotografía, destila que el cine de Wim Wenders está muy presente. Aún más, desde lo pictórico, una de las escenas, en las que Arnaiz se desmaya, evoca Christina’s World, una pintura al temple Andrew Wyeth. Y, por supuesto, no se puede obviar el color rojo, que atraviesa el cartel, los labios y los complementos de Arnaiz y las cartelas de los títulos de crédito, entre otros muchos elementos. Y también es rojo sangre, ¿pero de quién?.