Cada septiembre, Donostia se convierte en el escaparate del cine a nivel mundial. Las estrellas posan ante las cámaras, los directores presentan sus estrenos y las alfombras rojas atraen la atención internacional. Sin embargo, detrás de ese brillo existe otro engranaje menos visible. Ese es el de los periodistas que cubren cada jornada del Zinemaldia.

Son los que madrugan para entrar a las proyecciones, hacen cola en el Kursaal con las acreditaciones colgadas del cuello, redactan reseñas contra reloj y corren de sala en sala para llegar a la siguiente película. Su trabajo no solo alimenta las páginas culturales de medios grandes y pequeños, también mantiene vivo un ecosistema de blogs, podcasts y bitácoras personales que documentan lo que ocurre en el festival.

Entre ellos hay trayectorias muy diferentes. Algunos vienen respaldados por medios regionales o nacionales y otros trabajan por su cuenta y se costean la estancia. Están quienes compaginan esta cobertura con proyectos académicos, los que llevan años escribiendo críticas casi a diario y también quienes descubrieron aquí su primera gran experiencia cinéfila. Lo que tienen en común es la convicción de que la de Donostia es una cita imprescindible, un lugar donde para muchos el cine se vive con la intensidad de una maratón.

La mallorquina Inmaculada Pilar Colom, economista de profesión, confiesa que organiza su calendario en torno a Donostia: “Vengo de Mallorca y escribo en un blog, esas son mis vacaciones, las gasto en festivales”. Su primer Zinemaldia en 2013 la marcó para siempre y, como es fanática del cine asiático, todavía recuerda la “emoción” de entrar en el Victoria Eugenia para ver El viento se levanta de Hayao Miyazaki.

El debut se convierte para muchos en un recuerdo inolvidable. Al aura de la ciudad se le suma la sensación de estar en contacto directo con un festival de categoría A, al nivel de Cannes, Venecia o Berlín. Quienes se estrenaron en la última década coinciden en señalar la mezcla de “nervios, ilusión y sorpresa”. El periodista colombiano Felipe Moreno, que plasma en la web videosferas.com gran parte de lo aprendido en el Zinemaldia, visitó Donostia por primera vez en 2004, y asegura que “desde entonces no solo ha cambiado el Festival, también ha cambiado la ciudad en muchos aspectos”. En su caso, lo que no olvida de aquella primera vez es la proyección de La sombra del caminante. La película colombiana ganó el Premio de las Industrias Técnicas en la sección de Cine en Construcción.

Para algunos, lo que marca la diferencia respecto a otros certámenes es la organización impecable y el ambiente cercano. Para otros, en cambio, la emoción de entrar en escenarios como el Teatro Victoria Eugenia, donde la historia del festival se respira en cada butaca. Entre ellos, no faltan quienes guardan anécdotas personales como un encuentro fortuito con cineastas reconocidos o una conversación inesperada con alguno de ellos al salir de una sala.

Maratones cine y escritura

La rutina diaria en Donostia es un ejercicio de resistencia. Las jornadas suelen empezar a primera hora de la mañana y se alargan hasta la noche. Entre cuatro y seis películas al día, ruedas de prensa intercaladas, entrevistas cuando hay hueco y, al final, el cometido de escribir. Muchos periodistas tienen sus propios métodos para sobrevivir. Algunos redactan notas rápidas en los descansos, otros se levantan temprano para transformar los apuntes en críticas más elaboradas, y no faltan quienes se apoyan en plantillas o esquemas que agilizan la tarea.

“Película que veo, película que critico. Mi blog es mi base de datos personal, si no lo escribo no lo recordaría”

Ramón Bernadó - Director del blog Holasoyramón y crítico en El Heraldo de Henares

Lo que todos comparten es la conciencia de que, si no escriben lo visto casi de inmediato, corren el riesgo de que las películas se mezclen en la memoria. La velocidad se convierte en una herramienta de supervivencia, porque el festival no espera y cada día trae nuevos estrenos. No obstante, el descanso de cada uno es muy importante en certámenes así, y Colom asegura que siempre hay espacio para la improvisación y para ver películas “por el simple hecho de disfrutar y no de trabajar”. Una recomendación de pasillo o un rumor sobre una película puede alterar la agenda y llevar al periodista a colarse en una sesión no prevista.

Con más de 8.300 entradas publicadas en su blog y un promedio de 550 películas vistas al año, Ramón Bernadó lo tiene claro: “Película que veo, película que critico. Mi blog es mi base de datos personal, si no lo escribo no lo recordaría”. Desde Guadalajara ha levantado un archivo monumental con más de 8.300 críticas en su blog HolaSoyRamón.com, y además, cubre diferentes festivales del Estado para El Heraldo de Henares. El alcarreño, por su parte, prefiere madrugar y escribe por las mañanas las críticas de las películas que vio el día anterior.

Después hay casos como el de Moreno, periodista y crítico colombiano que dirige el programa ‘El espejo’ cada día para el canal público de su país. Al igual que otros acreditados, ve cerca de cinco películas diarias, y aunque el suyo sea un trabajo “complejo”, explica que “la diferencia horaria de 7 horas respecto a mi país me ayuda para preparar el programa diario”.

El precio de informar

Si hay un aspecto que amenaza con ensombrecer la experiencia del Zinemaldia es el alojamiento. La escalada de precios en Donostia preocupa a muchos de los acreditados. La mayoría reservan con un año de antelación sus alojamientos y llegan incluso a pagar por adelantado para asegurarse un techo. Lo que antes se resolvía con pisos compartidos a un precio razonable, hoy se ha convertido en un gasto difícil de asumir.

Los más veteranos han conseguido cierta estabilidad gracias a acuerdos con propietarios de confianza, pero para la mayoría la situación es cada vez más insostenible. Los medios no siempre cubren los gastos de estancia y los freelance deben costearse todo de su propio bolsillo. El riesgo es evidente: si la tendencia continúa, habrá profesionales que se verán obligados a renunciar a cubrir el festival, pese a su vocación.

“Llevamos varios años en el mismo piso de Gros, pero lo compartimos entre cinco periodistas y, si alguien no va a venir, buscamos a otro”

Inmaculada Colom - Directora del blog Cinema Manifesto

Isabel Ribote, periodista de Logroño, cubre el festival desde 2014 para medios riojanos, y cada año vive la situación con más inquietud: “Hasta hace tres años alquilábamos un piso asequible, pero se puso a la venta. Ahora ya hemos reservado y pagado el alojamiento para 2026 porque los precios son estratosféricos. Nos planteamos dejar de acudir si sigue así, y es muy triste porque es una cosa que nos encanta”. En su caso, ha viajado por su afición por el cine Québec, sobre el que está preparando un doctorado, a otros festivales como el de Montreal, y explica que allí la situación no es la misma. “Le dan mucha importancia al sentimiento de grupo y reúnen a todos los periodistas en los mismo alojamientos y también en lugares para comer o cenar”, detalla.

El Zinemaldia es un sueño para muchos periodistas, pero también una carrera de obstáculos económicos. El alojamiento se ha convertido en la mayor preocupación, hasta el punto de condicionar la asistencia de varios acreditados. Algunos periodistas pagan su alojamiento con un año de antelación, los precios se han disparado tras la pandemia, y por ello, varios reconocen que podrían dejar de acudir si la tendencia continúa.

“Llevamos varios años en el mismo piso de Gros, pero lo compartimos entre cinco periodistas y, si alguien no va a venir, buscamos a otro”, explica Colom. No obstante, y echando la mirada atrás, Moreno recuerda entre risas que en sus primeros años acampó varios días al no encontrar alojamiento en la ciudad.

Vocación frente a obstáculos

Pese a las dificultades, la pasión pesa más que el cansancio o las facturas. Muchos acreditados convierten el festival en sus vacaciones anuales, organizando su vida en torno a estas fechas. Hay quienes aprovechan septiembre para recorrer varios certámenes internacionales y quienes, más modestamente, se centran en el circuito español. En todos los casos, Donostia aparece como un punto de encuentro imprescindible.

“Hasta hace tres años alquilábamos un piso asequible, pero se puso a la venta. Ahora ya hemos reservado y pagado el alojamiento para 2026 porque los precios son estratosféricos"

Isabel Ribote - Periodista en 7TV y en El Día de la Rioja

El festival no solo es un lugar de trabajo, también de comunidad. Los acreditados se reencuentran con conocidos de años anteriores, comparten recomendaciones en los pasillos, intercambian impresiones a la salida de una proyección y, en ocasiones, tejen amistades que se prolongan más allá del cine. Es esa dimensión humana la que convierte al Zinemaldia en algo más que un escaparate de películas: es una experiencia vital que se recuerda mucho tiempo después.

La incertidumbre sobre el futuro de la asistencia está ahí, marcada por el aumento de los costes, pero por ahora la ilusión se mantiene intacta. Donostia sigue siendo, para los periodistas que cada año se acreditan, un espacio donde el cine se vive con intensidad, donde el trabajo se mezcla con la emoción y donde, pese a todo, siempre merece la pena volver. Ribote y Moreno, coinciden en que uno de los aspectos más especiales del Zinemaldia y, por el que vuelven cada vez que pueden, es “el trato cercano con cada uno de los periodistas”.