Dona Kercher conoce bien el Zinemaldia desde hace años. Experta en cinematografía castellanoparlante y también en cine firmado por mujeres, Kercher lleva dos décadas viajando desde Estados Unidos a Donostia para profundizar en su campo de estudio. En una entrevista con este periódico, confiesa que desde que se jubiló hace tres años –anteriormente trabajaba en la Assumption University de Massachusetts– lo tiene más fácil para venir al Zinemaldia. Al año ve entre 35 y 40 películas. “Lo que más amo del Zinemaldia es todo lo que ofrece en lengua castellana”, apunta, y también añade que uno de los puntos fuertes son las ruedas de prensa y las sesiones con coloquio a las que acude, porque escuchando a los directores y al elenco, la sesión se acaba grabando en la memoria con mayor nitidez. Además, reconoce sentirse “en casa”. De hecho, tiene su “familia vasca”, familia que la acogió en su periodo estudiantil, en Bilbao.
Kercher tiene como objetivo la sección Horizontes Latinos y también otras películas en castellano que compiten en otras secciones. Este año viene con la clara intención de ver La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, que se proyectará después de que el manchego reciba su Premio Donostia. Para preparar el visionado ha hecho los deberes leyéndose la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez. “La novela tiene un punto irónico y de humor, pero lo que he leído de la película es que Almodóvar ha prescindido de él. Tengo curiosidad”, expone, y luego añade que ha acertado al elegir a actrices con inglés nativo, Tilda Swinton y Julianne Moore, a diferencia de lo que hizo en Extraña forma de vida.
En una conversación con este periódico alrededor de un café, recuerda lo importante que fue para ella que hace dos años la Sección Oficial acogiera la película de Santiago Mitre Argentina, 1985, protagonizada por Ricardo Darín en el papel de Julio Strassera, el fiscal que llevó a juicio a los mandos de la dictadura argentina. “Lloré en aquella sesión”, cuenta la investigadora.
Kercher conoce bien aquel periodo, dado que estuvo viviendo en ese país en los primeros años de la “guerra sucia”, época en la que también coincidió allí con el que ahora es su marido. La investigadora trabaja mucho sobre el cine argentino y, por supuesto, le indignan las decisiones del Gobierno de Milei.
En un tono más distendido, y también hablando de Darín, se lamenta de que el estreno de la versión cinematográfica de El eternauta, de Francisco Solano López y Héctor Germán Oesterheld, se haya retrasado hasta 2025. “Me siento estafada”, ríe Kercher.
La investigadora también ha sido promotora de muchos festivales de cine en EEUU donde ha programado largometrajes de lengua hispana. Recuerda lo furiosa que se sintió cuando el Ministerio de Exteriores español les impidió exhibir Furtivos, de José Luis Borau, en 1979. “¡La censura permanecía!”, exclama. También recuerda cuando vio El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, en el Festival de Nueva York –añade como dato que Cerrar los ojos, la última película de Erice, la vio dos veces en el cine–. Pensó que aquella película debía proyectarse en otros cines, y consiguió programarla en Maine y, entre el público, se encontraba un ahora consagrado cineasta: Quentin Tarantino. Era, por supuesto, la época pre-videoclub.
Posteriormente, siguió organizando pequeños festivales, al amparo de la universidad en la que trabajaba. “Tienes que acumular mucha información para poder programar, y venir al Zinemaldia me ayuda a eso”, añade.
La evolución
Como testigo habitual de lo que acontece en el Festival, Kercher tiene buen ojo para identificar cómo ha cambiado el tipo de cine que se ha programado en él. Ahora hay más autoría femenina y también se empieza a hablar de aquello que permanecía oculto, como los malos tratos, tema que tratan, por ejemplo, Soy Nevenka y Querer.
La cuestión del terrorismo y, sobre todo, de las víctimas también es algo que le interesa y es un tipo de película que “aparece de cuando en cuando”. Recuerda que en el Zinemaldia vio en 2001 Asesinato en febrero, dirigida por Eterio Ortega y producida por Elías Querejeta sobre el asesinato de Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, a manos de ETA. El año pasado recuerda Maixabel, de Icíar Bollaín, y el documental No me llame Ternera sobre el que fuera líder de ETA, Josu Urrutikoetxea. “No es que no se pudiese representar ese tema en Euskadi, pero no había tanta libertad para hacerlo”, comenta.
También ha percibido que el Festival ha acusado una tendencia por el thriller y también un descenso en lo que se refiere al cine sobre la Guerra Civil. En este sentido, alaba La trinchera infinita, de los Moriarti, y no tanto Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar.
Hitchcock latino
Kercher se doctoró con una tesis sobre el Siglo de Oro español, pero sufrió el mal de muchas: “Siempre había un hombre blanco experto en cualquier ámbito del Siglo de Oro”. Así, decidió apostar por variar su campo de estudio y comenzó a investigar sobre la representación de ese periodo de la historia en el cine español.
Tras conocer y entrevistar a Manuel Gutiérrez Aragón, director de Todos estamos invitados (2006), se topó con otro tema interesante para estudiar, la vertiente latina de Alfred Hitchcock. Después de diez años de trabajo, vio la luz Latin Hitchcock: How Almodóvar, Amenábar, De la Iglesia, Del Toro, and Campanella Became Notorious, que trata sobre la recepción inicial del cineasta en América Latina y en el Estado español, incluyendo su paso por el Zinemaldia de 1958 con Vértigo, y su influencia en películas como El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella. Kercher avanza que ha seguido con el estudio del cineasta británico y que próximamente el British Film Institute publicará otro libro centrado en Hitchcock, en el que ella ha aportado dos artículos: uno sobre su relación con España y otro sobre su relación con Argentina.