- Lo cierto es que no había reparado en ello hasta que leí ayer la (siempre recomendable) columna de Elena Echegoyen. Resulta que Rodolfo Martín Villa tiene ya 87 años. Por esos vericuetos mentales extraños, y aunque he visto en multitud de ocasiones su imagen actual, en mi mente siempre se aparece en blanco y negro con la cara que tenía en tiempos de aquello que se llamó "gobierno de penenes". Era, por cierto, la misma época en que en las verbenas canturreábamos, no sé decirles con qué tonada popular, aquello de "¡Atención, batallón: Martín Villa es un...!". Su fama lo precedía. Digno heredero de Manuel Fraga en el ministerio de la porra, bajo su mandato se produjeron decenas de actuaciones turbias de uniformados que actuaban oficial y extraoficialmente. Les prometo que no es una exageración. Como documentó ya hace años Mariano Sánchez Soler en el imprescindible volumen titulado La transición sangrienta, los grupos vinculados a los aparatos del Estado acabaron con la vida de 400 personas. Eso, antes del nacimiento de los GAL, ojo.

- Han tenido que pasar cuarenta y pico años para que el responsable político de las fuerzas policiales en ese periodo truculento haya acabado imputado en Argentina como presunto instigador de cuatro de aquellos homicidios. Es, como ven, una minucia teniendo en cuenta el caudal de sangre derramada, pero la jueza que lleva la causa, la paciente hormiguita María Servini, hila muy fino. Tanto, que de los cinco caídos en Gasteiz el 3 marzo, solo le atribuye tres. El cuarto crimen que se le imputa, como ya sabrán, es el de Germán Rodríguez, muerto a tiros por los grises en los infernales sanfermines de 1978. Todo queda perfectamente reflejado en un minucioso auto de casi mil folios, donde también se pide pena de cárcel para el acusado y se señala una indemnización de más de mil millones de euros.

- Las propias asociaciones memorialistas que han celebrado el procesamiento del hasta ahora escurridizo Martín Villa reconocen que la cuestión está muy complicada. El recurso instantáneo que ha interpuesto su defensa hace pensar en un nuevo retraso. Y ahí es donde cobra sentido lo de la edad. No solo porque no va a ir a la cárcel, que en mi opinión es lo de menos -no creo que tenga sentido pretender meterlo entre rejas-, sino porque es altamente probable que la biología se imponga, ya saben ustedes a qué me refiero. En cualquier caso, creo que hay motivos para estar satisfechos de hasta dónde ha llegado la querella argentina en lo que toca a este tipo.