inistro de lengua larga y hechos cortos: Vuelvo a ver su nombre en los titulares junto a uno de esos entrecomillados del nueve largo. “Hace falta un cambio cultural para que se trabaje más entre los 55 y 75 años”, ha proclamado esta vez, como si estuviera diciendo que hay que echarle una pizca más de sal a los garbanzos. Más allá de su proverbial tendencia a la bocachanclez, me extraña la amplitud de la franja de edad que indicó. 20 años, nada menos, así, a las bravas, y sin entrar a matizar que no es lo mismo dedicarse al andamio que, como es su caso, a teorizar desde un cómodo sillón, ahora académico, ahora gubernamental. Luego, fiel a su costumbre, al ver el efecto de su bomba, ha vuelto a desdecirse. No cuela.