las campanadas se han convertido en rutina. Todos los presentadores de este año eran reincidentes, excepto los de Telecinco, pero como se fueron a un pueblo perdido en Extremadura nadie se enteró. Se cumplían 30 veces haciendo lo mismo desde que Martes y 13 implantó la fórmula en la última noche de 1990 y tres décadas después todo sigue igual o peor. La retransmisión de los encierros de San Fermín ha evolucionado, Eurovisión ha evolucionado, los partidos de fútbol han evolucionado, pero las Campanadas no han variado ni un milímetro. Y hasta Pedroche se dio el gustazo de disfrazarse de ese robot setentero que disparaba tetas de ida y vuelta como boomerangs en Mazinger Z. Porque ya lo dijo ese sabio que era el señor Galindo, cuando algo no funciona en la tele, hay que poner Tetas, tetas y tetas? Y como Pedroche solo tiene dos, las suyas, le fabricaron dos tetas de oro. Como los huevos de Bardem, pero con sonido campanero.

Más santa que el papa

Empezamos con La 1, que es la que más se ve. A Anne Igartiburu y Roberto Leal, quince años ella, dos años él dando las campanadas, no les quedó otro remedio que gritar, gritar mucho. Su ubicación, en la azotea del edificio de la Puerta del Sol, es la más privilegiada de todas las cadenas, pero también la que más sufrió el espectáculo ruidoso-musical que Coca-Cola pagó para poner a toda pastilla la canción de Mecano, la de la Puerta del Sol, y aparecer gratis en la tele sin anuncios. No se les oía una mierda y la pareja más sensata y pausada se vio obligada a desgañitarse como es norma en el resto de cadenas, y los buenos deseos a gritos suenan a bronca. No fue lo peor, también les obligaron a dar paso a un vídeo que pretendía ser creativo, pero solo fue incomprensible, hecho sobreponiendo las imágenes de los actores de Cuéntame y el audio de las campanadas de Martes y 13 forzando a los espectadores a que se fugaran para ver si Pedroche estaba ya de capa caída. Pero no.

Igartiburu y Leal estuvieron dispersos entre innecesarias autopromociones, innecesarias conexiones con Canarias e innecesarios anuncios encubiertos a Roberto Caprile, el modisto del vestido. Él, más desenvuelto que el año pasado, y ella por primera vez confesó tener frío y se puso una capa en homenaje a Ramón García, a quien lanzó un beso que nos dejó preocupados.

Cumplida la tarea de contar hasta doce sin equivocarse, un torpe Leal le estampó el confeti que salía de uno de esos tubos a presión, pero prueba de la buena sintonía que hay entre ambos, ella no le arrojó por el balcón ni le arreó dos manotazos demostrando que Igartiburu es más santa que el papa. El momento más emotivo también lo protagonizó Leal, cuando hizo mención al reciente fallecimiento de su padre, y nos aconsejó esa obviedad que tantas veces olvidamos que es que disfrutemos en vida de la gente que queremos porque inevitablemente un día será tarde.

Carnaval, carnaval

Nochevieja es un carnaval para Cristina Pedroche, que tras ser una mamachicho el año pasado esta vez se disfrazó de Afrodita A, el robot de Mazinger Z, aunque por logística, o falta de tiempo para rematar el traje, sus pechos no salieron disparados a sobrevolar la abarrotada Puerta del Sol como nos pasamos toda la noche esperando. ¿Se estropeó el mecanismo? Nadie lo sabe. Las campanadas de Antena 3 también fueron decepcionantes para quienes creían que el traje se abriría en algún momento por las evidentes costuras frankistenianas de los lados para emerger de dentro como de un huevo kínder una Pedroche despelotada, como insinuó que se presentaría en ese vídeo que calentó los ánimos un día antes. ¿Publicidad engañosa? Por supuesto, que son ustedes muy ingenuos.

Pedroche se mostró desnuda, sí, pero dentro de un caparazón de hojalata con tetas y culo, pero no los suyos, sino unos hechos con fibra de vidrio reciclada, cubiertos tímidamente por el hilo de un vestido-tanga, por lo que ella se movía como Chiquito de la Calzada y a punto estuvo de perder el equilibrio por culpa de un centro de gravedad desviado por esos misiles que nunca salieron disparados. "Cuidado con la teta", le gritó a Chicote cuando pretendió arrimar hombro para felicitarle el año. Si hubiera accionado el botón la tetamisil lo habría fulminado allí mismo.

Aunque en realidad, Pedroche pasó más tiempo envuelta en una cortina negra para ocultar el vestido que luciéndolo, que es algo así como el timo del tocomocho, porque cada vez apuran más lo de enseñar el vestido (o la ausencia del mismo) para evitar la huida de espectadores. Esta vez a solo cuatro minutos de la medianoche, mientras ella, tapada hasta el cuello, nos vendía langostinos, cerveza, Coca-Cola, la plataforma de pago de Atresmedia y un servicio de comida a domicilio y daba paso a otros tantos anuncios de cuchillos, viajes, hamburguesas o baldosas.

Los novatos

Telecinco, sobrada de audiencia y sin ganas de querer más en la última noche del año, se volvió a largar de la Puerta del Sol de Madrid por segundo año consecutivo para retransmitir desde un pueblo de Cáceres unas campanadas patrocinadas por una marca de bombones, que también se vieron en Cuatro y los otros 300 canales del grupo. El problema de las campanadas viajeras es que no te ven por la tele ni los de ese pueblo, que prefieren verte en la plaza, pero pese a todo la cadena de la rima fácil fue la que más anuncios puso, incluyendo uno presumiendo de ser líderes de audiencia con la mayor distancia con Antena 3 en tropecientos años, que fue respondida por esta cadena con otro anuncio que hablaba de "orgullo", que no satisfacción, por la tele que hacen (y la audiencia que consiguen).

Los debutantes Paz Padilla, peinada como Marge Simpson, y con los guantes dorados que le faltaban al traje de Pedroche, y un Jesús Vázquez que está mutando en Hilario Pino dieron la tabarra en una retransmisión que se hizo larga y recurrió a todos los tópicos del género, incluso a chistes escatológicos sobre anillos. Congeniaron aunque no se compenetraron. Más bien parecía que habían pactado una tregua de no agresión para contener los ánimos de la siempre inesperada Paz Padilla que llegó en un trono portada por costaleros, vistió capa y pijama, se mofó del despelote de Pedroche y finalmente se vistió de blanca y radiante novia.

"Las suegras son como las moscas, no hacen nada pero joden" y "Estamos más tensos que el tanga de Terelu" fueron algunos de las frases con las que Padilla demostró estar sembrada entre anuncio y anuncio de cervezas y refrescos mientras el realizador ya no sabía ni qué rótulo patrocinado poner y plantó el de la cerveza cuando todavía tocaba el del refresco de cola.

El Hacendado de la tele

Iñaki López y Cristina Pardo se autodefinieron como "el Hacendado de las campanadas". Él, vestido de camarero de Vacaciones en el mar (qué bonita pareja hubiera hecho con Paz Padilla), ella descojonándose al pedirle una cerveza, volvieron a ser la sombra de Pedroche y Chicote, los del balcón de al lado, los que salen a la terraza y nadie les anima ni aplaude. La tele verde contraprogramó sus propias campanadas poniéndonos un minuto antes de las de verdad unas grabadas en versión casera por el presidente de Cantabria tirando de una cuerda en un campanario de su pueblo.

Revilla y Marhuenda protagonizaron sendo vídeos, o quizás el otro salió en Antena 3, yo qué sé. Estas dos cadenas cada vez se parecen más y ya no hay forma de distinguirlas porque además siempre salen los mismos tipos, como Pedroche, que se convierte en reina de las campanadas una vez al año en Antena 3 pero en realidad es la cenicienta de La Sexta malviviendo el resto del año como colaboradora de Zapeando en esa dura terna que tiene con Pilar Rubio por qué quién cierra más programas haciendo de presentadora.

Al final el momento más gracioso se lo robó Dani Mateo en otro vídeo enlatado dirigido a los presentadores del asunto: "Gracias por explicarnos cómo funciona un reloj y a contar hasta doce". Fantástico resumen de lo que fue la noche en todas las cadenas.

A cámara fija

Zuhaitz Gurrutxaga, Sara Gandara y Mikel Pagadi se piraron a Isaba a dar las campanadas, aunque en realidad podrían haber estado en el plató de ETB y ni nos hubiéramos enterado. 50 años después de que Valerio Lazarov pusiera de moda el zoom y los vaivenes en pantalla para dar movimiento a la imagen, Euskal Telebista siguió apostando por un estático plano fijo para retransmitir las campanadas. La pregunta es si faltaban cámaras o el realizador se despistó viendo a Pedroche, pero el plano fijo de los presentadores nos hizo sospechar que estaban dando la bienvenida a 1970. La única cámara que se movía es la que enfocaba al público, que aun así supo colar dos carteles reivindicativos: "Utzi Altsasu bakean" y "Euskal presoak etxera".

Era la cuarta vez que ETB retransmite sus campanadas en directo y el trío de presentadores se colocó incluso en la misma posición que el año pasado. Como nadie se cree lo del directo, en EITB se hartaron de anunciarlo toda la tarde en la tele y en la radio y ya por la noche los presentadores, como si estuvieran secuestrados esperando el rescate, dieron una fe de vida con un periódico del día mientras nos deseaban en euskera, castellano y un poquito de francés los mejores deseos para el año nuevo, que seguro que fueron muy interesantes pero con los petardos sonando a todo meter les pasó lo que a Igartiburu y Leal con la música, que ni gritando se oía un carajo lo que decían. Pero se les notó felices. Igual pidieron una cámara que se mueva para el año que viene.