Con sus apenas 40.000 habitantes, Soria capital es una gran desconocida incluso para el turismo de interior, el que hacen los propios ciudadanos del Estado español, pero su amplísimo patrimonio románico y sus palacetes del siglo XVI, abrazados por el río Duero, además de su clima seco y luminoso, atrajeron durante el siglo XX a poetas y escritores de la talla de Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado.

A entre 200 y 250 kilómetros de Donostia, Pamplona, Vitoria, Bilbao o Madrid, Soria es un destino ideal para quien desee conocer la Castilla más auténtica y menos turística. Una excursión estupenda de fin de semana para amantes del slow-travel.

La ciudad esconde muchos tesoros, aunque no todos estén a la vista, y guarda una historia en cada esquina. Por eso, la mejor opción es realizar una inmersión local a través de algunas de las visitas guiadas a pie que organiza la Oficina de Turismo local, además de compañías como Civitatis, que recorren los lugares más emblemáticos de la ciudad y narran a quien quiera escucharlos los sucesos que tuvieron lugar en ellos.

Uno de esos rincones es el aula donde impartió clases a principios del siglo XX el poeta Antonio Machado, dentro del instituto público que le rinde homenaje, o la iglesia de Santa María la Mayor, donde se casó con Eleonor, su esposa, con la que contrajo matrimonio cuando ella tenía tan solo 15 años, causando un gran revuelo en la ciudad. La Casa de los Poetas, ubicada en el Casino, rinde homenaje a los tres grandes literatos que cantaron a Soria: Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado y Gerardo Diego.

Otro punto de la ruta de los poetas es el mirador de Cuatro Vientos, con la escultura dedicada a Machado y su mujer, al que se llega por un agradable paseo y que ofrece unas vistas maravillosas de la ciudad.

Entre las decenas de iglesias, palacios y palacetes de esta capital, que tuvo su apogeo en el siglo XII al ser ciudad frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes, las iglesias de Santo Domingo o la concatedral de San Pedro son visitas muy recomendadas.

Al otro lado de la vega del río Duero, donde antaño se lavaba la lana merina antes de exportarse a todo el mundo, no hay que dejar de visitar San Juan de Duero, con su claustro medieval al aire libre, ni la cercana ermita de San Saturio, una auténtica Capilla Sixtina medieval. En verano, el Duero ofrece inspiradores lugares para la lectura, lo que sin duda explica la atracción que muchos poetas siempre sintieron por Soria. No por casualidad, Machado escribió aquí su poemario Tierras de Castilla.

Pasado y presente

El antiguo poblado de Numancia muestra bien a las claras el carácter de los locales. Esta aldea celtíbera aguantó un larguísimo asedio por parte del potente ejército romano y nunca se rindió. Sus habitantes prefirieron morir y quemar la ciudad antes de convertirse en súbditos del Imperio. De ahí el dicho resistencia numantina.

Ubicado a cinco kilómetros de la actual Soria, el recinto arqueológico se visita en tours guiados oficiales de 90 minutos que cuestan cinco euros. En el Museo Numantino, ubicado en la centro de la ciudad, se puede conocer la historia de la región desde la prehistoria hasta los romanos, pasando por los celtíberos, a través de restos arqueológico reales. Es una buena muestra de la larga historia que atesora.

Además, los menos de nueve habitantes por kilómetro cuadrado que tiene han convertido a la provincia de Soria en una de las zonas menos pobladas de Europa. Como referencia, la cifra es de 518 en Bizkaia o 260 en Gipuzkoa, por citar dos ejemplos. Y quizás también por ello esta es una reserva donde humanos y naturaleza mantienen intacto un hermoso equilibro desde hace siglos. Y eso tiene sus implicaciones gastronómicas: sin necesidad de llevar ninguna etiqueta ecológica, los productos de Soria tienen fama por su calidad y su tradición. Y ese es uno de sus grandes presentes.

Además de los vinos de la denominación de Origen Ribera del Duero, río que cruza la provincia, la capital y sus alrededores son la mayor reserva micológica de Europa. Existen muchas tapas y platos cocinados a base de boletus o trufa negra, que crecen asiduamente en los campos de la provincia. También aquí se produce la única mantequilla con denominación de origen del mundo, en sus variedades dulce, salada, normal o de trufa.

Pero el plato más en auge actualmente es el torrezno, que ha pasado de ser comida de pobre a una auténtica delicatesen, además de degustación obligatoria para el visitante, junto con un vino local y una ración de queso de cabra o de oveja locales.

La plaza de Herradores es un lugar de tapeo muy popular los fines de semana, y según cuentan muchos habitantes de la ciudad, el bar Piscis ofrece el mejor torrezno del mundo. Para viajeros sibaritas, la ciudad, pese a su modesta población en número, cuenta con un restaurante con estrella Michelin, el Baluarte, que ofrece alta gastronomía a un precio más que interesante: unos 70 euros sin bebidas.

Además, y por iniciativa municipal, puede consultarse un listado de los platos que no hay que perderse en cualquier visita a esta pequeña joya de la historia que tiene poesía... que se puede comer.

GUÍA PRÁCTICA

Hoteles: La oferta es limitada por el tamaño de la ciudad, pero es más que suficiente: el comparador trabber.com calcula el precio medio de los hoteles de 3 estrellas en unos 65 euros para la habitación doble, y de unos 95 para los de 4 estrellas.

Tren Campos de Castilla: Varias veces al año se ofrece un tren temático organizado por Renfe.es, la empresa española de tranvías, con viaje, teatralización, hospedaje y visitas incluidas.

Guía oficial para Android

Representación de la resistencia de Numancia

Ruta de Machado

Teaser del Proyecto de película sobre Numancia

Vídeo oficial de la ciudad y la provincia

Un poema de Antonio Machado:

Orillas del Duero

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,

ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,

de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,

espuma de la montaña

ante la azul lejanía; sol del día, claro día!

¡Hermosa tierra de España!