Que no cunda el pánico, no estamos hablando de nada raro. Simplemente se trata del típico ponerse más capas que una cebolla, pero en versión 2020 y con término anglosajón de por medio. De esta manera, el hecho de superponer varias capas o layers en inglés se ha convertido en un arte con nombre propio; concretamente, el layering.

Esta tendencia tan de moda nos viene directamente prestada de la estética de los años 90, en un momento en el que las más modernas del lugar apostaban por llevar vestidos de tirantes encima de camisetas. Aquello inspiró una corriente que en 2020 se ha llevado al punto de lucir varias superposiciones de capas de prendas.

Estos conceptos de estilo crean tendencias en el sector de la moda, pero también de forma extendida en el de los complementos, de la joyería o la estética. Para ser más exactos, y buscando la definición que más se acerca a este concepto, podemos decir que el layering es el arte de convertir la sucesión de capas en el elemento vertebrador de un look, por encima de su mera funcionalidad.

Gabardina sobre abrigo y camisa, un ejemplo del 'layering'.

Es una tendencia que puede parecer sencilla, básicamente porque se trata de ponerte una prenda encima de otra, pero nada más lejos de la realidad. Se trata, sin duda, de una de las tendencias más complicadas, porque no todo encaja, pero si se encuentra el equilibrio perfecto, se alcanza un look triunfador y muy personal. Pero ojo, es muy fácil acabar con un look totalmente caótico, así que es mejor tener varias cosas en cuenta para no terminar hecha un cuadro.

Por ejemplo, un look monocolor es perfecto para principiantes y no arriesgar demasiado, ya que el resultado siempre es más clásico. ¿Los tonos más sencillos? Los neutros, pues el azul marino o el beige funcionan bien. También es relativamente sencillo jugar con las texturas y con los volúmenes, como cuando se combinan los abrigos y jerséis oversize con prendas más ajustadas y se utilizan cinturones para marcar la silueta.

Lo mejor del layering es que es perfecto para el invierno; vamos, que parece que por fin la loca dinámica de las tendencias nos permite vestirnos de acuerdo con la climatología. Pero, como todos los ingredientes y recursos que intervienen en el éxito o el fracaso de un look, éste también tiene un manual de uso muy concreto:

* Monocolor. Hay colores que justifican un look completo, con sus muchos matices y con sus diferentes intensidades, claro. Por eso aquí cobran mucha importancia la calidad y la tipografía de las texturas. Ellas son las que marcan las distancias. La monocromía es quizá, la más elegante de todas las variantes del layering, la que menos riesgos asume y la que resulta más clásica. Los marinos, grises y beiges suelen funcionar bastante bien.

* Estilos. El de los estilos es el layering más complicado de manejar, pero también el que regala looks más impactantes y resultados que brillan por sí solos. ¿Cuál es el problema? Que no todo encaja y que la manera de acertar es la prueba/error. No hay una metodología ni unas claves que garanticen el éxito. Todo nos lo jugamos a la intuición, pero los estilos urbanos son los que mejor funcionan en este punto.

* Volúmenes. La silueta es aquí lo más importante, mientras que los colores y las inspiraciones pasan a un discreto segundo plano. La clave es mezclar prendas oversize que contrasten con otras más ceñidas, y sumándoles un cinturón se crean distintos niveles de profundidad en el perfil del look.

* Texturas. Los tejidos que habitualmente se utilizan para protegerse del frío pueden ser protagonistas de un layering de texturas. Pelo, algodón, lana, piel, ante... El espectro de materiales se amplía hasta casi el infinito.

* Colores. Llegado este momento es mejor olvidar todo lo aprendido con respecto a los colores que se pueden o no mezclar. Todos se pueden mezclar, y también aquí hay que dejarse guiar por la intuición. Tal vez lo más sencillo sea elegir un tono neutro como base de operaciones€ e ir sumando tonos.

En estética y en joyería

Las últimas tendencias en estética han ido orientadas a productos dos o incluso tres en uno que facilitan (por no decir salvan) la vida. Pero el concepto slow va ganando adeptos en muchos campos, y el de la belleza no iba a ser menos. La técnica del layering consiste en un pequeño secreto de belleza directamente procedente del continente asiático. Su principio es básico: aplicar uno tras otro, y en un orden definido, los productos para el rostro. El layering, que significa literalmente milhojas, se basa por tanto en el principio de superposición y uso de numerosos productos en una cantidad determinada que se aplican en seis etapas básicas para corregir las imperfecciones de la piel.

Y si aplicamos el concepto del layering al terreno de la joyería el resultado puede ser muy interesante. Con la superposición de collares de plata se puede convertir un look de pasadas temporadas en un outfit vanguardista. Esto se logra superponiendo varios colgantes de forma muy sencilla, y además esta tendencia se puede aplicar en cualquier época del año.