CADA día más y más personas que se encontraban en el abismo de la brecha digital se arriesgan, pese a sus escasos conocimientos, a abandonar su terminal telefónico clásico y convertirse en flamantes usuarios de un Smartphone. Desde la administración a los servicios bancarios, la gente mayor ha visto como cada día van desapareciendo las ventanillas y no les queda más remedio que realizar las gestiones a través de Internet y parece que la solución más sencilla es acceder con un teléfono. Todo empieza en la tienda. Los amables comerciantes, hacen un esfuerzo en no venderles terminales caros, con funcionalidades absurdas y les tratan de explicar como funcionan, como instalar las aplicaciones y como van a poder enviar y recibir a partir de ese día mensajes de WhatsApp. Las aplicaciones de sus bancos, el acceso a la seguridad social, Google Maps para poder hacer rutas y paseos y todo lo que les pidan, de la tienda salen con el teléfono perfectamente operativo para hacer todas las tareas de la vida moderna.

Pero lo que es tan sencillo empieza a complicarse nada mas salir del comercio y descubrir que la aplicación del banco les pide un código de autenticación que no les da tiempo a leer y ya no recuerdan donde les dijeron que se guardaban ahora los SMS. La cita para la vacuna les llega por duplicado y por no responder se la anulan, menos mal que su hija les guardó el comprobante que sino se van sin vacunar a casa.

Y lo peor cuando les llega un amigo que sabe menos que ellos y les empieza a instalar la aplicación que detecta los radares de tráfico, la linterna que da luz intermitente o el programa para quitar los ojos rojos a las fotos, eso sí, sin tener ni idea de como se hacen fotos con el nuevo teléfono móvil. Que bueno puede ser un plan de formación para esta generación a la que le estamos obligando a acceder a la transformación digital sin ninguna base de conocimiento. Todos esto está haciendo que surjan un nuevo grupo de timadores que camuflan dentro de las aplicaciones sistemas para sacar a esas personas su dinero.

Lo último es el FleeceWare, que lo podemos traducir como aplicaciones que solo quieren "desplumarnos". Su funcionamiento es muy sencillo, se camuflan dentro de aplicaciones muy sencillas que todos quieren instalar, como por ejemplo un lector de códigos QR. Al instalarla el sistema dice que la herramienta es gratuita durante el periodo de prueba pero que después se te puede cobrar una suscripción por usar el servicio. Por supuesto, toda esta información está perfectamente camuflada en todas esas ventanas que nos van saliendo y que vamos dando a aceptar, porque lo que nosotros queremos es instalar la aplicación. Cuando se termina el periodo de prueba desinstalamos la aplicación, pero no nos damos cuenta que esto no desactiva la suscripción, y cada mes o cada semana nos cobrarán en nuestra tarjeta de crédito una cantidad.

Lo complicado es poder darse de baja de una aplicación que ya ni siquiera tienes instalada y como reclamar que nos devuelvan el dinero si hemos aceptado la pantalla con las condiciones de uso y de pago por el servicio. Mucho cuidado porque ahora están poniendo este sistema en aplicaciones que instalan nuestros niños y adolescentes, que pueden parecer muy bien formados en tecnología pero todo lo contrario, son meros consumidores que les hace caer en este tipo de timos. Formarse, leer las condiciones y asesorarse por alguien serio, para salvarnos de los timadores de la tecnología.

@juandelaherran