Cumbre post ‘brexit’ UE-UK: el reencuentro con tu ex
Si se mantienen el clima político favorable en Londres y la voluntad de integración flexible en Bruselas, podrían abrirse negociaciones sobre nuevas áreas
Cinco años después del brexit, la primera cumbre bilateral entre la Unión Europea y el Reino Unido ha representado mucho más que un gesto diplomático. El encuentro celebrado este lunes en Londres, con la participación del primer ministro británico Keir Starmer, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo António Costa, ha sido una señal clara de que ambas partes buscan reconciliar intereses estratégicos en un entorno internacional que no deja espacio para el aislamiento. En plena fragmentación del orden global, con una guerra en Europa, tensiones en Asia y el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, la cumbre ha sido una afirmación compartida de que Bruselas y Londres no pueden permitirse el lujo de seguir actuando por separado. El pragmatismo ha sustituido a la retórica del desencuentro, y el mensaje ha sido inequívoco: la seguridad y la influencia europea dependen, en gran medida, de una cooperación reforzada entre ambos lados del Canal.
Asociación de seguridad y defensa
Uno de los avances más significativos ha sido la creación de una Asociación de Seguridad y Defensa, que permitirá reuniones regulares, coordinación en adquisiciones militares y participación del Reino Unido en programas europeos clave. Lejos de ser un simple mecanismo técnico, este paso revela una voluntad política de dotar de contenido estratégico a una relación que durante años se definió por la desconfianza. En este sentido, las posibilidades de una asociación estratégica más amplia a corto plazo son reales, aunque necesariamente graduales. Los acuerdos sobre cooperación policial, lucha contra el crimen organizado y participación en el fondo europeo de defensa son indicadores de que existe un margen de maniobra para ir más allá del marco actual del Acuerdo de Comercio y Cooperación. Si se mantienen el clima político favorable en Londres y la voluntad de integración flexible en Bruselas, podrían abrirse negociaciones sobre nuevas áreas: desde el reconocimiento de cualificaciones hasta la movilidad juvenil o la colaboración en transición verde y digital. La clave será crear estructuras estables que permitan avanzar sin reabrir el debate identitario sobre la membresía.
Sin mirar al pasado construyendo el futuro
En el plano político, el nuevo liderazgo británico busca reconstruir vínculos sin caer en nostalgias ni retóricas euroescépticas. Starmer aspira a una relación moderna y funcional con la UE, mientras que las instituciones europeas, conscientes del giro geopolítico del continente, parecen dispuestas a explorar fórmulas de colaboración ambiciosas pero realistas. No obstante, la voluntad política debe enfrentarse ahora a las inercias burocráticas y a los intereses divergentes que aún persisten. Gibraltar, la movilidad laboral o la regulación financiera siguen siendo temas espinosos. Pero el marco está cambiando. El mundo empuja a Europa –ampliada o no– a repensarse como actor geopolítico. Y esa Europa no puede prescindir del Reino Unido si quiere tener un peso real en los grandes equilibrios del siglo XXI. La cumbre no ha resuelto todos los problemas, pero ha inaugurado un nuevo capítulo: el de una cooperación pragmática que, si se consolida, puede traducirse en una alianza estratégica duradera entre dos actores que, aunque separados jurídicamente, siguen profundamente interdependientes en términos de intereses, valores y desafíos.
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