Llegó el gran momento para Marine Le Pen. Las elecciones a la Asamblea Nacional francesa pueden deparar la primera gran victoria en unas elecciones legislativas de los herederos del Frente Nacional. Jordan Bardella puede convertirse en el primer ministro de Francia, propiciando un terremoto, no solo en la política francesa, también en la europea. Si los sondeos aciertan y el tándem Le Pen-Bardella logra la mayoría en los comicios, el futuro de Emmanuel Macron como presidente parece encarar un sombrío futuro. ¿Podrá Marine Le Pen lograr lo que su padre jamás pudo lograr? ¿Podrá la extrema derecha francesa por primera vez colocar a uno de sus miembros como primer ministro de la República?
Todo apunta a que el momento ha llegado. La travesía en el desierto de la extrema derecha francesa puede llegar a su fin. Una travesía que comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los simpatizantes del nazismo del gobierno de Vichy fueron depurados por colaboracionistas y el general Charles De Gaulle, líder de la resistencia francesa a los nazis, se erigió como el único referente de la derecha francesa. Aquella extrema derecha simpatizante de los colaboracionistas del gobierno de Vichy, unida a los ultranacionalistas que añoraban la Francia imperial, tendría que esperar su momento para salir de la marginación política.
Ese momento llegaría con la pérdida de Indochina y, sobre todo, con la pérdida de Argelia. Fue en aquella época cuando los defensores de una Argelia francesa se unieron para defender los restos de un imperio que parecía caerse a pedazos. El anticomunismo y la añoranza por una Francia Imperial condenada a desaparecer, dieron fuerza a la extrema derecha para unirse en 1972 creando el Frente Nacional, un intento para aglutinar a todos los restos de la extrema derecha gala.
Indochina y Argelia
Liderados por un antiguo paracaidista que luchó en Indochina y Argelia, Jean Marie Le Pen, quien se dedicó a agitar el panorama político francés, tratando de salvar el legado de los colaboracionistas de Vichy y atacando al establishment político por la decadencia de la otrora gran Francia. Un conglomerado de anticomunismo, nostalgia y neofascismo que no permitió a Le Pen y su partido salir de la marginación. Sus incendiarios discursos y sus proclamas revisionistas convirtieron su figura en sinónimo de polémica y provocación.
A mediados de los 80, la situación socio-política dio un giro radical. Fue el momento en el que comenzaron a llegar las primeras oleadas de inmigrantes africanos y árabes a Francia, formándose las hoy famosas banlieues, distritos creados para dar cobijo a la mano de obra inmigrante y que, ya en los 80, se convirtieron en el blanco preferido del partido de Le Pen. Fue, pues, en este momento cuando el Frente Nacional enarboló su principal bandera, la de la antiinmigración, comenzando a lograr los primeros resultados electorales de cierta envergadura, superando por primera vez la barrera del 10% de votos.
Núcleos urbanos y clase obrera
Desde ese momento el Frente Nacional cambió de objetivo, abandonando a aquella burguesía rural nostálgica de otros tiempos, que era su tradicional electorado, para centrarse en los núcleos urbanos, atacando el fuerte aumento de la inmigración, sin olvidar a la clase obrera, a la que intentó acercarse abandonando el liberalismo económico, para optar por un nacionalismo económico que fue ganando a los trabajadores, abandonados por la desindustrialización y la globalización.
Francia imperial
El anticomunismo, la añoranza de la Francia imperial o el revisionismo de la Francia colaboracionista dejaron su espacio por una apuesta por un mensaje teñido de xenofobia, antiinmigración y proteccionismo económico, sin olvidar furibundos ataques a las políticas europeas. Le Pen y su Frente Nacional siguieron alcanzando cuotas mayores de electorado, pero con un techo electoral que sería incapaz de romper un Jean Marie Le Pen desatado, incapaz de moderar su lenguaje. El líder ultraderechista francés llegó a decir que “las cámaras de gas no eran más que un detalle histórico”, siendo incluso condenado por un tribunal en 1991 por banalizar el nazismo.
Fue su hija, Marine, la que rompió ese techo electoral. En 2011 Marine Le Pen se hizo con el poder del partido dando inicio a un giro hacia la moderación, lo que ella misma calificó de “desdiabolización” del partido, llegando en este proceso hasta a expulsar del partido a su padre por sus discursos revisionistas e incendiarios. Si su Jean Marie Le Pen logró ensanchar el electorado del partido consiguiendo abandonar la marginación de los primeros tiempos, sería su sucesora Marine la que fue capaz de acaparar la mayoría del voto obrero y antisistema del país, logrando llegar a la segunda ronda de las presidenciales ante Macron en 2017 y 2022. Solo la unión del voto anti-extrema derecha alrededor de Macron consiguió que este lograse las victorias.
Frente Nacional
Pero Marine Le Pen parece haber aprendido la lección. Su objetivo: neutralizar el voto contrario a la extrema derecha, y para ello la moderación es el camino. Primero, cambió el nombre del partido, dejando atrás el históricamente lastrado nombre de Frente Nacional por el de Agrupamiento Nacional, una denominación menos cargada ideológicamente y sin las referencias extremistas del nombre tradicional. Más adelante, supo encontrar a una figura que encarnara esa imagen política alejada completamente del pasado de la extrema derecha francesa, Jordan Bardella. Los impresionantes resultados de las europeas avalan completamente la estrategia de Le Pen.
Jordan Bardella representa todo lo que la extrema derecha no había sabido abanderar hasta ahora. El denominado “yerno ideal” es un joven de raíces italianas y argelinas, nacido en las banlieues de Drancy y que según su relato entró en política a los 16 años al presenciar los primeros grandes disturbios de los suburbios franceses.
A sus 28 años, sus orígenes modestos, su juventud y su carisma y atractivo, hacen de él la encarnación perfecta de la “desdiabolización” ideada por Marine Le Pen. Y por si esto fuera poco, tiene lazos con el clan Le Pen, ya que es pareja de hecho de una sobrina de Marine. Pero, además de todo esto, Bardella ha logrado calar en uno de los nichos de votos que hasta ahora se encontraba vetado a Le Pen, el de los jóvenes. Bardella ha conquistado el voto joven francés con su aspecto moderno, juvenil y cercano utilizando las redes sociales, especialmente Tik-tok, para convertirse en el político más popular entre el electorado juvenil. Este hecho ha sido clave para su impresionante victoria en las europeas, doblando los resultados del partido de Macron.
Apoyo de la juventud francesa
Quizás este sea uno de los síntomas más preocupantes del efecto Bardella. Si ya Le Pen había monopolizado el voto obrero, alejando a la clase trabajadora de una izquierda en la que los comunistas languidecen y los socialistas están amenazados de extinción, ahora otro de los caladeros clásicos de la izquierda, los jóvenes, parece que se decanta por un Bardella que da mucho menos miedo que su tía política Marine Le Pen.
¿Qué es lo que ocurre con la juventud francesa? Las alarmas se han encendido después de las elecciones europeas del 9 de junio. Toda una generación de jóvenes franceses, desencantados con unos políticos que ya no les ofrecen más que trabajos precarios, alquileres por las nubes y una vida menos acomodada que la de sus padres, parecen optar por el voto antisistema a través de la extrema derecha. Un desencantamiento de toda una generación que parece creer las propuestas extremistas de Le Pen y su delfín, que entienden la decadencia política y económica de Francia causada por los inmigrantes y por la casta política del Elíseo y de Bruselas. Un discurso simple y certero, aunque falso, que parece servir a una generación desencantada para descargar toda su ira y frustración.
Francia puede ser el lugar para una nueva victoria de la extrema derecha en Europa. Mientras Giorgia Meloni sigue acrecentando su poder en Italia, parece llegar el momento de la derecha radical populista en Francia. Si Bardella logra erigirse en primer ministro, algo posible viendo las encuestas, Macron, cuyo mandato como presidente es hasta 2027, tendrá por delante tres complicados años para llevar adelante sus ansiadas reformas. Veremos si por fin Marine Le Pen consuma su victoria y lleva a la extrema derecha a la tierra prometida, algo que su padre fue incapaz de lograr. Pase lo que pase, el terremoto político en Francia, y por ende en Europa, está servido.