La figura política de la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, ha sufrido un serio revés en su país a raíz del escándalo de las fotos y vídeos de sus fiestas, pese a las numerosas muestras de solidaridad recibidas y a los elogios a su labor como jefa de Gobierno.

El revuelo causado por estas imágenes ha colocado a Marin en una delicada situación política, ya que su imagen pública ha empeorado y la oposición –sobre todo el partido ultraderechista Verdaderos Finlandeses– la acusa de dedicar más tiempo a sus fiestas que a solucionar los problemas del país.

Según una reciente encuesta publicada en el diario Helsingin Sanomat, el 42% de los finlandeses admite que su opinión sobre la primera ministra ha empeorado a raíz de los escándalos, mientras que solo el 9% tiene una mejor opinión sobre ella y el 46% sigue pensando lo mismo que antes.

‘Sanna la Fiestera’

La líder socialdemócrata, de 36 años, saltó a los titulares de medios de todo el mundo la semana pasada, tras filtrarse un vídeo en el que aparece cantando y bailando en una fiesta privada con un grupo de personajes famosos.

Marin se sometió voluntariamente a un test de drogas para desmentir los rumores, extendidos por las redes sociales, de que había tomado estupefacientes, pero el mismo día que se comprobó su inocencia saltó una nueva polémica.

La prensa publicó una foto de dos amigas de Marin besándose con el torso casi desnudo en una fiesta celebrada a principios de julio en la residencia oficial de la primera ministra, al día siguiente de asistir a un festival de rock. En las redes sociales no tardaron en acuñar un irónico apodo para referirse a la joven mandataria, que fue luego utilizado por algunos medios de comunicación: “Bile-Sanna” (algo así como Sanna la fiestera).

Coste emocional y político

Estas polémicas le pasaron factura, en primer lugar, a nivel emocional. En un mitin de su partido, Marin reivindicó entre lágrimas y con voz trémula –una imagen inédita de ella– su derecho “a la alegría y la diversión” y criticó que se hicieran públicas imágenes de su vida privada.

Pero también han tenido un coste político, ya que su figura de primera ministra eficiente, capaz de gestionar con éxito la pandemia de covid o el proceso de integración en la OTAN, se ha visto erosionada por motivos ajenos a su labor de gobierno.

Ilkka Ruostetsaari, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Tampere, explica que para entender la polémica que causaron las imágenes de Marin festejando hay que comprender antes la cultura política finlandesa. “Estamos acostumbrados a que nuestros líderes se relacionen con otros miembros de la elite económica, política o cultural, pero fue algo nuevo que Marin se fuera de fiesta con influencers y famosos. Al ver los vídeos, muchos pensaron que su conducta no fue apropiada para un primer ministro”, afirma Ruostetsaari. En su opinión, es comprensible que haya ciudadanos molestos con Marin, a pesar de que obviamente tiene derecho a disfrutar de su tiempo libre como le plazca.

Elecciones generales. Los recientes escándalos han afectado al liderazgo de Sanna Marin dentro del Ejecutivo a solo siete meses de las próximas elecciones generales. Los socialdemócratas han lanzado una advertencia a Marin para que evite nuevos escándalos y sus socios de coalición quieren que el debate público deje de girar en torno a su vida privada y se centre en las propuestas políticas. Su figura política se ha debilitado, porque era la líder absoluta y estos nunca antes la habían criticado.

“Hay quien piensa que no es muy oportuno que veamos a la primera ministra de fiesta mientras la gente vive momentos muy difíciles debido a la creciente inflación, la crisis energética y la guerra en Ucrania”, señala.

Marin ha sido criticada sobre todo por votantes del espectro conservador, que son mayoría fuera de la región metropolitana de Helsinki, pero también por personas mayores de izquierdas, un sector clave para el Partido Socialdemócrata que preside. “En Finlandia, como en los otros países nórdicos, hay una contradicción respecto a lo que se espera de los líderes políticos. Por un lado queremos que sean modestos y se comporten como gente corriente, pero a la vez esperamos que sean muy competentes a la hora de tomar decisiones políticas difíciles”, dice Ruostetsaari.