¿Puede ser democrático un país que invade, ocupa y coloniza otro país de manera ilegal y violenta? ¿Puede un país realmente democrático destruir otro, reduciéndolo a escombros? ¿Puede Israel matar a más de 44.000 personas, entre ellas a más de 20.000 menores de edad, y seguir llamándose democrático? Si la respuesta es no. ¿por qué definir como democrático a Israel? Si la respuesta es sí, deberíamos levantarnos frente a un régimen que debe ser expulsado de la UE hasta que dé el umbral aceptable de intensidad democrática.
Confieso que me resulta imposible de aceptar que la celebración de elecciones cada equis años sea suficiente para reconocer el carácter democrático de un país que vive en y para la guerra. Sólo reduciendo la democracia a una votocracia instrumental se puede entender que sea sólo un simple método para elegir autoridades políticas. En el fondo de todo este asunto está el hecho de que para la derecha la democracia es tan solo una fórmula, un simple método, un conjunto de reglas, siendo el orden y la jerarquía los verdaderos principios de su doctrina. En cambio, para la ciudadanía progresista, la democracia se sostiene sobre los pilares de la libertad y la igualdad, tal y como defiende Gurutz Jáuregi en La democracia planetaria.
El estado palestino, el mismo que sufre los bombardeos sionistas en Gaza y Líbano de forma indiscriminada, destruyendo clínicas de maternidad, orfanatos, parvularios, hospitales, escuelas de primaria, refugios, barriadas, y matando periodistas, trabajadores de la ONU, médicos y médicas, destruyendo edificios públicos y privados. El mismo pueblo judío perseguido y asesinado por los nazis y que en su momento tuvo el apoyo de la mayor parte de occidente, está llevando a cabo crímenes de guerra que no podrán ser olvidados ni perdonados al menos durante el siglo XXI. De pueblo perseguido a pueblo cómplice de una matanza liderada por un grupo de fanáticos que tiene como proyecto político revertir la democracia y su división de podres. Naturalmente, no culpo al conjunto del pueblo judío, sí a quienes lo representan, Gobierno, parlamento, ejército y otras instituciones representativas.
La deriva antidemocrática de Israel es extrema. Un país no se defiende legítimamente asediando a otro pueblo para exterminarlo. Matar al pueblo palestino por hambre es la última modalidad incorporada a una ofensiva sionista salvaje, inhumana. Desde luego los bombardeos persistentes de Israel no pueden ser parte de una defensa indiscriminada en forma de genocidio. Lo que comenzó con un genocidio paulatino siguió con un genocidio acelerado. La democracia en Israel está agotada. Así han ido cayendo como moscas decenas de trabajadores de la ONU la mayoría empleados de la UNRWA, asesinados de manera cobarde por soldados de risa fría. Que la ONU sea despreciada por el Estado judío de Israel significa el principio del fin de un Estado que ha perdido toda legitimidad y el poco sentido común que le quedaba. Lo digo cuando aún las llamas del genocidio están encendidas después de 75 sangrientos años de ocupación.
Los doctores, enfermeras y paramédicos entrevistados por ONG locales e internacionales; tras ser liberados describen los malos tratos que reciben de los soldados israelíes: humillaciones, golpes, posiciones estresantes, maniatados y con los ojos vendados prolongadamente, sin asistencia médica. Algunos mencionan también abusos sexuales, en medio de cánticos desquiciados.
Human Rights Watch, ONG muy meticulosa en la valoración de daños, ha publicado un informe que revela el infierno israelí, los malos tratos que han recibido centenares de sanitarios palestinos. Israel ha detenido arbitrariamente al personal médico palestino que trabaja en Gaza desde octubre de 2023, trasladándoles a centros de detención para practicarles malos tratos posteriormente, según el informe de Human Rights Watch hecho público el 26 de agosto de 2023. Estos informes concluyen que estas actuaciones contra los profesionales sanitarios, sumadas a los repetidos ataques contra los hospitales, “han contribuido a la catastrófica degradación del sistema de salud del territorio asediado”.
¿Puede un país afirmar ser democrático y actuar de una manera salvaje que degrada a la condición humana?
Periódicamente, las diversas dictaduras que hay en el mundo pretenden disimular su naturaleza violenta y arbitraria simulando someterse a la voluntad popular en elecciones amañadas. Israel lo hace.
De entre los países que apoyan a Israel, cuatro son el eje del genocidio, Israel, Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Un eje político que da su apoyo a una colonia europea artificialmente impuesta en el corazón de Oriente Medio. Es el genocidio democrático. La matanza suma decenas de miles de víctimas gazetíes y palestinos en general, a lo que la Unión Europea responde con tímidas declaraciones. Países occidentales han pasado de la adaptación al genocidio a la complicidad y participación directa en él.
Claro que la amenaza genocida viene de lejos, de la Nakba 1947-1948, y no ha cesado desde entonces. Occidente y Europa en particular no supieron ver que el proyecto sionista era una fórmula destinada al desastre. En estos trágicos años es difícil ver a través del humo que oscurece el camino a seguir. Pero como cayó el apartheid en Sudáfrica, caerá en Israel. El genocidio democrático deja cuerpos destrozados de los palestinos, deja el terror en los ojos llenos de miedo por la depravación de las acciones de castigo colectivo que en los territorios ocupados practica la democracia sionista.
Con una mano Israel vota, con la otra aprieta el botón rojo de los bombardeos que no se cansan de matar. Amalec es un versículo bíblico que llama a Israel a “destruir completamente toda Palestina, a matar a hombres, mujeres, niños, lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos Arrasar Gaza hasta los cimientos, a no hacer distinción entre civiles y combatientes, a enterrarlos a todos”.
Siento decir que la democracia en occidente es una comedia. Un año entero de horribles asesinatos es el capital político de una democracia occidental enferma que le tiene miedo al sionismo.
La democracia real debe basarse en datos empíricos que vienen reflejados en el funcionamiento en concreto de los sistemas políticos democráticos, no en autoafirmaciones. No se trata de clamar por la democracia perfecta -no hay democracia sino democracias o mejor dicho sistemas políticos democráticos-, pero tampoco se trata de aceptar que un país practica la democracia al mismo tiempo que promete y practica genocidios. el ya ex responsable de Exteriores de la Comisión Europea Josep Borrell pidió sanciones para Israel. Está bien, pero la prueba del 9 real sería por ejemplo abrir embajadas en Ramala, la capital de Palestina. Eso sí sería una advertencia de que el occidente democrático no acepta comportamientos fascistas, ni siquiera del sionismo.