Es curioso contemplar cómo en cuestión de solo dos años la temática relacionada con la Inteligencia Artificial se ha instalado de forma abrumadora en nuestras vidas. Si bien hablamos de una tecnología cuyo nacimiento data de hace décadas, los avances acaecidos desde el lanzamiento público del famoso ChatGPT en noviembre de 2022 no han dejado de asombrarnos. El discurso público pasa por un futuro inmediato indudablemente ligado a esta tecnología, que no solo puede procesar datos, sino que es capaz de generar nuevo contenido en forma tanto de textos como de imágenes, videos u otros soportes con los que se haya diseñado el modelo de Inteligencia Artificial (IA) en cuestión. Es una absoluta revolución que, según vaticinan algunos, va a transformar nuestra realidad y, por lo que respecta a su impacto en el trabajo, emerge como una fuerza transformadora que va a cambiar radicalmente nuestros empleos tal y como los conocemos hoy día.
Con todo, es posible que la irrupción fulgurante y el desarrollo acelerado de la Inteligencia Artificial pueda estar nublando nuestros sentidos. Así, en el reciente informe Artificial Intelligence and the Future of Work de la National Academies de Estados Unidos se destaca que, si bien parece altamente probable que la IA suponga una auténtica revolución desde el punto de vista del trabajo, existe “una gran incertidumbre sobre su curso futuro, lo que puede llevar aparejado un amplio margen de error” sobre su impacto y consecuencias. En el sentido anterior, se destaca que, aunque los expertos coinciden en señalar como “muy probables” el desarrollo y avances futuros de la IA, no existe acuerdo ni sobre la naturaleza de dichos avances ni sobre el momento en el que estos se producirán, elementos que están marcados por una gran incertidumbre. En este sentido, se indica que la aplicación de esta tecnología proyecta a futuro promesas de un importante incremento de la productividad que, a su vez, deberán de ser gestionadas en un entorno laboral cambiante y, cuando menos, necesitado de reciclajes para los trabajadores afectados por la implantación de la IA en sus entornos. De hecho, el informe repasa la historia de otras revoluciones tecnológicas para concluir que las mejoras de productividad asociadas a la implementación de nuevas tecnologías en ocasiones tardan años e, incluso, décadas en materializarse, y en muchas ocasiones traen consigo disrupciones y necesidades de importantes inversiones que pueden ralentizar su efectivo desarrollo.
En una reciente entrevista con motivo del World Economic Forum Erik Brynjolfsson destacaba que, en el momento presente, se necesitarían diez años para asimilar las innovaciones ya existentes relativas a la IA, “sin considerar los nuevos avances” que cada día se van produciendo. El Profesor Brynjolfsson, director del Laboratorio de Economía Digital de la Universidad de Stanford y una de las máximas autoridades en la aplicación de la IA al mundo del trabajo, destacaba además que la productividad asociada a la implementación de esta tecnología podría tomar forma de “J”, lo que haría que en un inicio descendiera antes de ascender pronunciadamente e implicar mejoras reales en este concepto.
Por otro lado, un interesante artículo publicado en mayo de este año por Daron Acemoglu (“Don’t believe the AI Hipe”) cuestionaba el frenesí que estaba acompañando el desarrollo y promesas de la IA en los últimos tiempos. Acemoglu, premio Nobel de Economía 2024 por sus influyentes estudios en el área del desarrollo y crecimiento económico con obras como “Why nations fail” (“Por qué fracasan los países”) o la más reciente “Power and Progress. Our thousand-year struggle over technology and prosperity” (“Poder y Progreso. Nuestra lucha milenaria por la tecnología y la prosperidad”), se mostraba escéptico con las altas proyecciones de crecimiento en la productividad vinculadas a la aplicación de la IA Generativa, que según su opinión y cálculos se limitarán al entorno de un 0,6% anual.
En cualquier caso, parece existir un cierto consenso al señalar a los trabajadores intelectuales (white collar workers) como principales afectados por las implementaciones de la IA en el mercado laboral. Así es, al contrario de lo sucedido en pasadas revoluciones tecnológicas, cuyo mayor impacto se sufrió en las tareas más físicas –revolución industrial– o reiterativas –ordenador personal–, las capacidades creativas que está mostrando la IA han sido un coto generalmente desarrollado por empleados de alta cualificación, lo que nos coloca en un momento paradójico de la historia: el potencial desplazamiento de un importante porcentaje de empleados de perfil alto por parte de esta tecnología disruptiva. Esta posibilidad se ve reforzada por el modelo de negocio de las grandes empresas que están detrás del desarrollo de la IA, que prima la sustitución del humano en detrimento de un empoderamiento o expansión de sus capacidades, con los problemas sociales que esto puede generar en el medio plazo.
La promesa de desarrollo fulgurante de la IA no ha dejado indiferentes a los mercados de valores, ávidos de capitalizar las aplicaciones presentes y futuras de tendencias de todo tipo. De hecho, es bien conocido que un pequeño grupo de compañías tecnológicas (las llamadas “siete magníficas”: Google, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla) han empujado el mercado bursátil americano a máximos históricos, con la fabricante de chips Nvidia a la cabeza, que se anota subidas de más del 200% este 2024 y de más del 2600% en los últimos cinco años. Las subidas han sido tan grandes y los beneficios futuros que se descuentan son tan abultados que ya se oyen voces que hablan de una burbuja bursátil o, en el mejor de los casos, un escenario de corrección en ciernes. Es el caso de Joe Davis, economista jefe de Vanguard –una de las mayores gestoras de fondos de inversión mundiales–, que la pasada semana exponía que, incluso aunque la IA tuviera efectos en la productividad semejantes a los del ordenador personal en las décadas de los 80 y 90, los niveles de valoración alcanzados exageraban el potencial de esta tecnología en el corto plazo.
En fin, parece evidente que la IA va a jugar un papel relevante y transformador en nuestra realidad, con un importante impacto por lo que respecta a nuestro mercado laboral. Con todo, está por determinar cuándo se producirán estas transformaciones y hasta dónde llegarán las mismas, pues si bien parece asumirse que esta tecnología va a cambiarlo absolutamente todo en un breve periodo de tiempo, son elementos que permanecen en la incertidumbre y que solo el tiempo podrá determinar. Deberemos estar atentos para, como sociedad, tratar de gobernar este proceso y conseguir que el mismo apoye el desarrollo humano y no genere más desigualdad y problemas sociales añadidos, sabiendo reubicar a tiempo a los desplazados por esta nueva revolución tecnológica que nos ha tocado vivir.
Profesor de Derecho de la UPV/EHU. Ha sido Visiting Fellow en la Universidad de Cambridge y Profesor Visitante en la Universidad de Stanford