A pesar de la distancia geográfica, no está de más dedicar algo de atención a las recientes elecciones mexicanas (2 junio). En primer lugar, por la propia relevancia del país, que con sus 130 millones de habitantes (solamente superado en Latinoamérica por Brasil, 220 millones), constituye uno de los países de referencia en el mundo latinoamericano, con el que por razones históricas siempre hemos mantenido unas relaciones especiales. Pero también por las características que han tenido estas elecciones en particular, en las que la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional (MO.RE.NA), Claudia Sheinbaum, ha obtenido el respaldo de una muy amplia mayoría (en torno al 60%) del electorado mexicano, lo que no suele ser habitual. Y menos aun teniendo en cuenta como han sido planteadas estas elecciones por sus oponentes, agrupados en una ‘gran coalición’ de las fuerzas de establishment mexicano -PRI y PAM, con la adhesión esta vez del PRD- para impedir el triunfo de la candidata de Morena.

El amplio triunfo en las urnas de Claudia Sheinbaum da continuidad al sexenio de A. M. López Obrador (2018-2024) y asimismo consolida al asentamiento de una nueva opción política de izquierda, lo que constituye una importante novedad en el panorama político mexicano. Sobre todo, tras la experiencia frustrada del PRD (Partido de la Revolución Democrática, escisión por la izquierda a finales de los ochenta del PRI, partido dominante en México a lo largo de todo el siglo XX) durante la ultima década del siglo pasado y la primera del actual, en la que tanto el último Presidente, A.M. Lopez Obrador, como la recién electa Presidenta, Claudia Sheinbaum, tuvieron un destacado protagonismo. Interesa reseñar estos antecedentes ya que ello permite situar en su debido contexto histórico y político la irrupción de la nueva formación política (Morena) de la izquierda mexicana, vencedora en estas elecciones.

A diferencia del resto de los países latinoamericanos, en los que no es posible hablar de normalidad electoral debido a las continuas interrupciones de carácter extraelectoral que ésta ha venido sufriendo de forma reiterada, en México, por el contrario, la regularidad y la continuidad de las elecciones, en particular de las presidenciales con periodicidad sexenal, ha sido una de las características distintivas del proceso político en el país azteca a lo largo de la centuria transcurrida desde los años veinte del pasado siglo hasta el momento actual. Puede afirmarse que las elecciones presidenciales constituyen el hecho más relevante de la vida política mexicana; no solo porque en ellas se elige al titular de la institución central del sistema político mexicano sino también porque en torno al proceso electoral presidencial se configura, o también se reconfigura como puede ocurrir en la experiencia actual, el sistema de fuerzas políticas y la orientación de las políticas a desarrollar durante el próximo periodo.

El propio lema -Continuidad con cambios- utilizado en la campaña electoral por la formación política vencedora en estas elecciones presidenciales, es revelador de la orientación que previsiblemente va a seguir la política mexicana en el próximo sexenio. Por una parte, continuidad en relación con la experiencia desarrollada en este último sexenio (2018-24) de A. M. López Obrador, que de acuerdo con la valoración que el propio electorado ha realizado presenta un balance claramente positivo, en contraste con la de los periodos presidenciales anteriores. Y por otra parte, esta continuidad debe ir acompañada de los cambios que no ha sido posible realizar en este último mandato presidencial y, así mismo, abordar la activación de otros nuevos, que aunque no hayan sido previstos hasta ahora son exigidos por una situación cambiante a la que es preciso hacer frente con nuevos planteamientos. Está por determinar como se van a compaginar la continuidad y los cambios, lo que sin duda constituye, de acuerdo además con su propio lema electoral, la principal tarea a afrontar por la nueva Presidenta C. Sheinbaum.

Hay que tener presente que en esta ocasión la victoria electoral no se limita a la Presidencia Federal sino que se extiende también a las Cámaras legislativas del Congreso y a los Gobernadores los Estados de la Federación, donde también han triunfado las candidaturas de Morena. Ello posibilita a las nuevas autoridades electas, tanto en las instancias ejecutivas como legislativas y asimismo en los Estados federados, activar las medidas legislativas necesarias para llevar adelante los cambios anunciados en su programa, que de acuerdo con el lema de la campaña -‘Continuidad con cambios’-van a realizarse siguiendo la orientación marcada en este sexenio que ahora finaliza. Es preciso puntualizar que los cambios de cierta entidad requieren la intervención de las Cámaras del Congreso y de los Estados miembros ya que se hacen mediante las pertinentes reformas constitucionales, que en México son continuas y reiteradas a diferencia de lo que ocurre entre nosotros y en la cultura constitucional europea en general. Valga como referencia comparativa el hecho de que desde 1978 (año en el que se inicia nuestra vida constitucional, por poner una fecha de referencia) hasta la fecha la Constitución mexicana ha sido objeto de 168 reformas constitucionales, muy extensas en algunos casos, que afectan a buena parte del articulado constitucional (en ocasiones una misma disposición es objeto de sucesivas modificaciones). Ello requiere contar con la mayoría suficiente en las Cámaras, así como en los Estados miembros, sin lo que no sería posible llevar a cabo los cambios.

Interesa llamar la atención sobre la personalidad de la nueva Presidenta electa, que presenta rasgos propios y distintivos en relación con los anteriores presidentes, incluido el todavía actual, A.M. López Obrador, perteneciente a la misma formación política. En este sentido, es preciso reseñar que, además de ser la primera mujer en acceder a la Presidencia federal de México, se trata de un perfil que no es nada habitual en los dirigentes políticos mexicanos ni ha sido labrado en el seno del aparato de los partidos políticos del establishment. Por el contrario, en el caso de Claudia Sheinbaum nos encontramos con una dirigente que aúna una militancia activa de largo recorrido en actividades relacionadas con causas sociales con una formación académica muy cualificada en un campo como el de las políticas medioambientales que es clave en las tareas que va a tener que acometer al frente de la Presidencia federal. A lo que hay que añadir su participación en primera línea en la génesis y articulación del Movimiento de Regeneración Nacional -Morena- con el que ha accedido a la presidencia de México.

No debe olvidarse que México es un país de referencia en el mundo latinoamericano, e incluso en lo que hoy se engloba bajo la denominación de ‘Sur Global’, y que por tanto la política que adopte el país azteca no deja de tener también repercusión más allá de sus fronteras. En particular para nosotros, no solo por razones históricas y culturales sino también por las estrechas relaciones económicas y comerciales que existen en el momento presente, tanto de carácter bilateral como asimismo en el marco de las relaciones entre la UE y el mundo latinoamericano, en el que no es desdeñable el papel que desde nuestra posición es posible jugar. Por otra parte, tampoco cabe ignorar que México, cuya ubicación geográfica determina la existencia de una frontera directa con los EE.UU., tiene unas relaciones especiales con su poderoso vecino del norte que se extienden desde los tratados comerciales -TLCAN, Tratado de Libre Comercio de América Norte, que incluye también Canadá- como la gestión de asuntos especialmente sensibles y problemáticos como es en estos momentos la cuestión migratoria.

Las recientes elecciones han confirmado la voluntad ampliamente mayoritaria de la ciudadanía mexicana de dar continuidad al sexenio presidencial (2018-2024) de A.M. López Obrador, mediante la elección de su sucesora Claudia Sheinbaum, cuyo perfil político supone ya un cambio en relación con su antecesor. Lo que no ha cambiado son los graves problemas que va a haber que afrontar durante el próximo sexenio; algunos comunes a otros países del área latinoamericana, como la corrupción en instancias decisivas del Estado y la incapacidad de éste para imponer su autoridad en el cumplimiento de la ley; y otros con especial incidencia en México, entre los que es obligado hacer una referencia específica al elevado nivel (de los mas altos del mundo) de muertes violentas (durante la misma campaña electoral no han cesado) y desaparecidos, así como a la persistencia de la lacra del feminicidio, que en México forman parte de la cotidianidad de la vida social. Son problemas endémicos en México a los que la nueva Presidenta y los nuevos cargos electos van a tener que hacer frente a lo largo del sexenio que se inicia tras estas elecciones.

Profesor