El ministro de Defensa del Gobierno de Israel, Yoav Gallant, es un tipo inquietante, siniestro. Un peligro para la paz. Según recoge el diario israelí The Times of Israel, el ministro de Defensa del Gobierno de Benjamín Netanhayu ha declarado que las fuerzas armadas de Israel van a ejercer un “asedio completo” sobre la Franja de Gaza; la diminuta franja de tierra de aproximadamente 40 km de largo y no más de 12 km de ancho donde se hacinan alrededor de 2 millones de seres humanos atrapados entre un muro construido por Israel y el mar Mediterráneo. Cuando escribo este texto ya un millón de gazatíes se han visto obligados a refugiarse fuera de Gaza.
Gallant ha afirmado que todas estas personas son “animales humanos” y que, por ello, el Gobierno de Israel, “está actuando en consecuencia”, cortándoles la electricidad, el gas y los alimentos. La calificación como animales humanos forma parte de un plan de deshumanización del enemigo palestino para justificar las matanzas sionistas sobre la población de Gaza. De manera similar pensaban Ben Gurion y Golda Meir. Esta última sentenció: “Palestina no existe, y los que dicen ser palestinos no conforman una nación, son simples árabes”. Por su parte, Ben Gurion siempre dijo que la Constitución del nuevo Estado es curiosamente La Torah, o sea el Antiguo Testamento.
Sé que allá donde llega la influencia de Hamás se extiende el odio al sionismo e incluso odio a Israel. Pero a donde llega la influencia del sionismo el odio a Palestina se convierte en matanzas de niños y niñas siguiendo directrices del poder sionista. Todo puede ser peor. Los extremos se retroalimentan. Cada día Netanyahu aprieta más y más la rueda del tormento. Presionar a los habitantes que quedan en Gaza para que se concentren en un punto de la Franja para después bombardearlos es más de lo que uno pueda imaginarse. De momento nadie acalla los bombardeos sobre una población desprotegida. La Unión Europea, lejos de condenar estas acciones criminales de Israel contrarias al derecho internacional más básico, anunció la suspensión de las ayudas económicas a Palestina, uno de los países más pobres del mundo, y ha expresado su apoyo incondicional al gobierno fundamentalista de Netanyahu a través de su máxima representante institucional, la presidenta de la Comisión Europea, la derechista Ursula Von Der Leyen.
En una posición distante o tal vez divergente, los gobiernos de España, Noruega e Irlanda, han escogido el camino del diálogo, la negociación y la paz. Esta nueva posición en el seno de la Unión Europea abre una ventana de esperanza que, en el mejor de los casos, tendrá que debatir con Estados Unidos, Alemania y Francia las bases de una posición común. Hago notar que más del 75% de países occidentales reconocen al estado palestino. De momento, no lo ha hecho la Unión Europea como tal, rompiendo su promesa fundacional de trabajar por la paz en todo el mundo.
¿De qué servirá el reconocimiento del Estado palestino? Llevamos décadas escuchando que no es el momento y los años se acumulan como una promesa que no se cumple. ¿Por qué esperar más? La pregunta no es “de que servirá”, la pregunta es: ¿qué harán Naciones Unidas, la UE y su Tribunal Penal Internacional para que se cumpla la orden de alto el fuego permanente? Ya poca Gaza queda. En mi opinión, otros países se sumarán a España, Irlanda y Noruega, y ello servirá para que, en el propio Israel, desde adentro, la crisis de credibilidad del sionismo reciba un gran empujón y vaya abriendo el camino a quienes se oponen a un gobierno autocrático, corrupto y criminal. De momento, poco a poco, Israel tiene menos impunidad. Su suerte puede torcerse en forma de nuevas condiciones de Estados Unidos, que no puede permitirse el lujo de tener un aliado desobediente con la Casa Blanca. Así que siempre recuerdo la “imprevista caída de la URSS”. Otras torres han caído, es una frase hecha que dice una verdad.
Más de 140 países reconocen hoy al Estado palestino. Es una formidable noticia. No es simplemente algo simbólico. Es mucho más. Un buen paso dado por España, Noruega e Irlanda al que se sumarán más pronto que tarde otros países en un esfuerzo por romper un bloqueo endiablado y permitir que se vaya normalizando la idea de que una mesa de negociación es la clave de la solución. Oslo abrió un camino que la intransigencia sionista finalmente boicoteó. Y, sin embargo, el plan sionista, perverso, es exterminar la vida en Gaza donde según Gallant habitan “animales humanos”. La delegación palestina ni quiso ni pudo aceptar la condición norteamericana de no regreso de la población palestina exiliada. Y en ese punto se truncó el breve proceso de diálogo. Israel no estuvo en Oslo para negociar, lo hizo para imponer.
¿Cuál es el terrible plan del general Gallant? Tiene su propia alternativa: es contrario a una solución que pase por un control civil sobre Gaza y está en contra de un gobierno militar en Gaza. Lo que Gallant propone es no hacerse cargo de Gaza ya que ello supondría cargar con un derramamiento de sangre y un alto precio económico (la reconstrucción de Gaza es imposible). ¿Qué quiere pues? Por supuesto, Gallant no contempla un gobierno de Hamás en la Franja, ni de la Autoridad Nacional Palestina. Entonces ¿qué propone el ministro israelí? La completa destrucción de Gaza. Con Gaza desaparecida de la faz de la tierra desaparecería el problema. Sigue sin estar muy claro el plan de Gallant, pero hay algo pactado entre las fuerzas derechistas del sionismo: el exterminio de la población de Gaza y la destrucción física de la Franja. Además de ese pacto, hay acuerdos terribles. Todos los crímenes de guerra que comete Israel contra el pueblo palestino se sustentan en cuatro pilares esenciales: son política de Estado; tienen plena impunidad otorgada por Estados Unidos; la compra de medios de comunicación les proporciona cortinas de humo desinformativas; y las fuentes de financiación de su maquinaria de guerra y ocupación están muy diversificadas.
¿Es batible la intransigencia de Israel? Claro que sí. El futuro está abierto y si la UE quiere ocupar en él un lugar relevante tiene y debe ser más incisiva en su relación con Israel. Romper o suspender las relaciones diplomáticas sería un buen mensaje para empezar. También es realista creer que el reconocimiento del estado de Israel pueda impulsar un movimiento activo de países árabes que han vivido de espaldas a un conflicto que les afecta. No lo han hecho hasta ahora porque siempre han temido que agitar el árbol pudiera despertar a las ciudadanías árabes dormidas que reclaman nuevas primaveras.
En todo caso, no cabe un optimismo infundado. Con Netanyahu de primer ministro, Israel seguirá en su carrera hacia el desastre, aniquilando población civil palestina y, llegado el caso, provocando nuevas guerras que le faciliten nuevos territorios.
Israel está atrapada por su propia lógica del ojo por ojo. En 2024 su plan conecta con 1948, fecha en que dio inicio una limpieza étnica que aún no ha terminado. El nuevo estado de Israel utilizó todas sus capacidades para expulsar a la población palestina a punta de fusil. Un millón de palestinos fueron obligados a emigrar en un proceso abandonando sus tierras, sus bienes y sus hogares. Hubo matanzas de civiles, como ahora. Recorrió el mundo la matanza de civiles. Como en Deir Yassin, cientos de poblados fueron destruidos deliberadamente. Los israelíes lo intentaron, pero no consiguieron ocultar este crimen contra la humanidad. Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo