Es uno de los cuadros más famosos de Gustav Klimt y está como póster en talleres, estudios, habitaciones y portadas de libros. Tener El beso cerca nos emociona y nos llena de romanticismo y ternura. Pero hay otro beso menos evocador. Pienso –igual usted también–, en la precariedad de la política. En la erótica –una erótica obscena– del poder.

Salgo de la lista de articulistas que suman y restan vaticinios presidenciales. Me veo echando mi voto en una absurda urna donde no va a salir mi posibilidad. Una posibilidad remota y variable como el aire. También votaron –me imagino– Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, y la jugadora Jenni Hermoso, campeona del equipo femenino ganador de la Copa del Mundo. Igual los votos no fueron distintos. Jenni, una mujer progresista y defensora –con enorme éxito– de la mujer en el deporte, quiso manifestar –y lo ha hecho– el poder de la mujer en todos los campos de la sociedad. Al margen de votaciones, lo ha logrado.

Imposible no unirme a la repulsa a nivel mundial de la curiosa felicitación del Sr. Rubiales a la joven deportista. Pensaba escribir de los imposibles pactos, legales e ilegales, para llegar a la Moncloa y, sin embargo, al poner los dedos en el ordenador, las letras han escrito un beso. Pero no un beso de amor enamorado, un beso de alegría inoportuno. Un día de felicidad para un equipo de mujeres futbolistas que habían ganado la Copa del Mundial, se nubló por un beso inapropiado.

Luis Rubiales, presidente de la Federación de fútbol, para felicitar a una de las jugadoras, le estampó un beso en los labios. En ese momento, no hubiera quedado bonito, un tortazo en la cara. El silencio fue tan locuaz como una bofetada. El caballero no se inmutó por su osadía. Mientras, la joven, en los vestuarios, se quejó ante sus compañeras del descaro de esta felicitación. “Yo no quería y no supe qué hacer”. Más adelante manifestó que mejor no se diera vueltas al tema. Ya era tarde. El beso se ha hecho viral y en todo el mundo se ha visto el beso del Sr. Rubiales.

Dicen los que saben –ahora las elucubraciones son libres– que no era la primera vez que manifestaba estos gestos efusivos con las damas. El currículum vitae del presidente no era un ejemplo de honestidad. Verdadero o falso, hay quien asegura que detrás había una caza de brujas.

En la sociedad hay una gran anormalidad en el tratamiento que recibimos habitualmente las mujeres. Por el hecho de llevar faldas, parece que se abre un abanico de posibilidades muy extenso.

En nuestro país, es una costumbre que, cuando a una señora le presentan a un caballero, con toda naturalidad, el señor le bese en los dos carrillos. La deliciosa costumbre de dar la mano con un fuerte apretón ha quedado para los hombres. Pienso que no todas las mujeres queremos ser besadas por un desconocido.

Hace veinte años, el beso efusivo del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, hubiera pasado sin pena ni gloria. Las mujeres estábamos poco preparadas para quejarnos. La joven Nevenka Fernández fue muy valiente. Nevenka, concejala entonces del Ayuntamiento de Ponferrada, acosada sexualmente por el alcalde del PP de la corporación, tuvo que pedir a la curia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que mediara ante este abuso de autoridad. No le apoyaron ni los miembros de su corporación –hombres y mujeres– y el alcalde publicó un panfleto de su versión de los hechos que quedó en la mente del pueblo. El alcalde era el alcalde; Nevenka, una concejala sin poder.

Mientras llegaba la resolución, Nevenka sufrió crisis de ansiedad, el rechazo del pueblo, de las propias mujeres que la declaraban culpable a grito pelado, y las dudas sobre una posible invención de la joven concejala del acoso. El tribunal declaró culpable al alcalde y tuvo que darle a la joven una indemnización de 12.000 euros. Con ese dinero pretendían callar la verdad. Nevenka ganó el juicio de los tribunales, pero perdió el juicio popular. Hoy vive en el extranjero. El alcalde no ha pedido perdón.

A Nevenka no la apoyó ningún grupo feminista. Después de Nevenka, se manifestaron famosas actrices de cine y de TV denunciando públicamente el acoso sexual que habían sufrido para ser reconocidas, como famosas, por el público. Exitosos directores de cine –algunos, ganadores de Oscar– aparecieron en vergonzosas listas.

También el cantante de ópera Plácido Domingo sufrió su particular martirio. Se rompió un techo de cristal que no había sido transparente. Las mujeres empezaron a declarar públicamente las vejaciones que habían tenido que soportar para protagonizar una película. En las empresas –grandes o pequeñas– era normal el azotillo en el culo del director –más que cariñoso– a sus secretarias.

Las mujeres vamos escalando peldaños por nuestros derechos, aunque –dichosa política– hay partidos que siguen negando estos derechos y, además, aseguran que la violencia de género no existe. Como ejemplo vergonzoso, el alcalde de Ponferrada, actualmente, es un próspero empresario.

En los sucesos ocurridos en estos días, hay vídeos y fotos donde se demuestra el beso de enhorabuena del presidente de la federación a la joven Jenni Hermoso, campeona del mundo.

Hace años, este acto hubiera pasado desapercibido, uno más. Hoy Jenni no está sola como Nevenka. Las quejas y manifestaciones en contra del presidente de la Federación han sido unánimes y se han extendido como una balsa de aceite por el mundo entero. Jenni Hermoso está en los noticiarios internacionales y los equipos masculinos han salido al campo con pancartas que dicen Todos somos Jenni.

El presidente ha pedido perdón, pero el gran logro del fútbol femenino en el campeonato mundial se ha desdibujado por un incorrecto beso. l

Periodista y escritora