El transporte y la vivienda han sido tradicionalmente dos de las áreas centrales de “consumo colectivo” en el diseño de políticas urbanas. En el horizonte empezamos a ver un nuevo y quizá inesperado elemento en ese conjunto de políticas locales: la alimentación. En los barrios pobres de muchas ciudades estadounidenses, los Food Policy Councils, o FPC (Consejos de Política Alimentaria) son una forma cada vez más popular de gobernanza innovadora que, en virtud de su dinámica de grassroots (es decir, impulsados desde abajo, por los ciudadanos) y su compromiso con la acción colectiva, podrían tener el potencial de constituirse en una herramienta transformadora de los sistemas alimentarios.

El trabajo de tesis de doctorado de Taylor Davey en la Universidad de Harvard (que superviso de forma externa junto con varios colegas de esa Universidad) apunta a averiguar y comprender el funcionamiento de los FPC como forma de acción colectiva frente a las políticas de consumo sostenible al uso, que promueven la concienciación ciudadana bajo la premisa de que las comunidades se hacen más sostenibles a través de un consumo individual más consciente, una estrategia que apela y atrae habitualmente al consumidor pudiente.

Hoy en día, los FPC son la tipología más popular de gobernanza colaborativa en los EEUU Entre 2000 y 2011, la cantidad de FPC en el país aumentó de 50 a más de 150. A fines de 2017, 341 FPC estaban activos, en desarrollo o en transición en EEUU y Canadá, y había al menos un FPC en todos menos tres estados de los EEUU (Arkansas, Dakota del Sur y Wyoming).

Si bien la composición, las estrategias, el alcance geográfico y el grado de institucionalización dentro de los gobiernos locales y regionales existentes es diverso, los FPC comparten un objetivo amplio de llevar la planificación de los sistemas alimentarios a nivel local o regional reuniendo ideas colectivas que incorporan la experiencia urbana local. Esto marca un cambio en la historia de la política alimentaria en los EEUU (exclusivamente federal), que ha sido también fundamental en la configuración del régimen alimentario internacional.

Uno de los FPC más establecidos es el de la ciudad de Oakland (en la bahía de San Francisco). Su activismo alimentario se remonta al trabajo comunitario de los Black Panthers (Panteras Negras), que ya hace más de medio siglo incorporaron la justicia alimentaria a sus reivindicaciones. El FPC de Oakland se fundó en 2008, tras un informe encargado por la Oficina de Sostenibilidad del Alcalde que recomendaba la creación de un FPC para revisar el sistema alimentario.

Los miembros incluyen residentes comunitarios marginados, profesionales del sector alimentario, funcionarios electos y ciudadanos de Oakland. Hay oportunidades y riesgos en las alianzas entre movimientos urbanos radicales e instituciones de gobernanza innovadoras como los FPC. Algunos activistas locales siguen oponiéndose a integrar su trabajo con el gobierno por los riesgos de cooptación.

Algunos de los objetivos más populares de los FPC incluyen la adquisición alternativa de alimentos para el abastecimiento local, nuevas iniciativas agrícolas (como la conservación de tierras y la agricultura urbana) y la mejora del acceso a alimentos saludables. El surgimiento de movimientos por la justicia alimentaria como una forma de movilización de base que se extiende a nivel de barrio, a nivel urbano y regional ha ayudado a otorgar legitimidad a los FPC como una nueva forma de gobernanza.

Taylor es consciente de que, hasta el momento, los FPC son principalmente una forma de experimentación de gobernanza, y algunos parecen más exitosos y radicales que otros. Ninguno ha llevado a cabo lo que podríamos considerar una transformación radical del sistema y sería ingenuo suponer que tienen el poder organizativo para hacerlo solos. Ella cree que es importante que se establezca una distinción clara entre la justicia alimentaria como una forma de movilización de base y los FPC como una forma de innovación en la gobernanza local.

Los FPC funcionan a veces de forma integrada o intersectorial. El nexo Alimentos-Energía-Agua (FEW) es un ejemplo. Como marco de política, el nexo FEW tiene como objetivo producir conocimiento transformador de los sistemas complejos e interdependientes que impulsan la urbanización, considerando la gestión integrada como una forma efectiva de abordar los problemas de disponibilidad, acceso y provisión de recursos humanos esenciales.

El nexo FEW enfatiza los vínculos naturales inextricables que existen entre estos tres dominios, de modo que se entiende que la coordinación intersectorial es más efectiva, incluso imprescindible. Aunque el nexo FEW es un marco de gestión principalmente científico, se está utilizando como una poderosa metáfora para concebir las interdependencias de las que depende la vida urbana, con lo que la idea de lo “urbano” en este marco también se está convirtiendo en un espacio conceptual y de acción crítico.

El estudio de Davey apunta a que los FPC podrían actuar como un nuevo instrumento de gobernanza colaborativa que puede comenzar a dar forma a una nueva política de consumo de alimentos a medida que se involucra con los movimientos alimentarios urbanos. El éxito de estos acuerdos depende del contexto político y legal en el que se sitúan, incluso a nivel estatal, federal e internacional.

La relación de los FPC con el régimen alimentario nacional e internacional es, por supuesto, fundamental. Dada su diversidad, se han territorializado en EEUU en una variedad de escalas, desde el nivel submunicipal hasta el regional. Este último tiene la ventaja de definir un nuevo territorio de gobernanza que podría incorporar tanto el consumo como la producción mediante la incorporación del interior semiurbano y rural como parte de una localización coordinada del sistema alimentario.

El asunto de la agricultura urbana también se ha convertido en un área popular entre los FPC, lo que refleja la transición más amplia en la planificación y la gobernanza que se ha centrado en reformar las leyes urbanísticas que tradicionalmente restringen tales actividades. La agricultura urbana es atractiva como parte de la agenda de los FPC porque presenta un medio local y alternativo para cultivar alimentos a escala localizada y, por lo tanto, representa una agenda de acción más sencilla que desafiar a las redes alimentarias agroindustriales.

Los desafíos de competir en el mercado con productos agroindustriales que se benefician de la explotación de la tierra y la mano de obra también limitan la expansión de los alimentos producidos localmente. Confiar en los mecanismos del mercado para resolver la pobreza alimentaria es un error en el enfoque de la provisión de sistemas alimentarios en la sociedad moderna como un bien colectivo y necesario. El uso de mecanismos de mercado para coordinar esta red alimentaria localizada significa que incluso los proyectos que articulan explícitamente una política de justicia alimentaria encuentran difícil escapar de los confines de la neoliberalización.

Un experimento interesante a este respecto es el lanzamiento de la Red de Política Alimentaria (FPN) por parte del Centro Johns Hopkins para un Futuro Habitable, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. El proyecto de creación de redes de base académica se centra en desarrollar la capacidad de los consejos de sistemas alimentarios locales, estatales, regionales y tribales, además de las organizaciones nacionales y otros grupos que se centran en mejorar el sistema alimentario.

En esta etapa, el proyecto es principalmente una plataforma para compartir información. Pero al aprovechar las posibilidades políticas de establecer redes de FPC locales existentes, el proyecto John Hopkins deja entrever que existe una oportunidad adicional para impulsar la innovación en la gobernanza alimentaria de manera que se superen muchas limitaciones de las escalas jurisdiccionales actuales.

United States Fulbright Professional Ambassador; Visiting Scholar, University College London