En 1852, KarlMarx escribió un libro titulado El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde analizaba el significado del golpe de Estado que en 1851 acaba con la II República Francesa y da paso al II Imperio. Marx compara este golpe de Estado con el que dio el 18 de Brumario (calendario revolucionario francés) de 1799 Napoleón Bonaparte.
Napoleón, apoyado en un ejército al que había dado triunfos militares importantes, utiliza el espantajo de una presunta conspiración jacobina para dar un golpe de Estado, convertirse en cónsul y más tarde en emperador, defendiendo los intereses de una burguesía que ya había ejecutado a Hebert y su “conspiración de los iguales”.
En febrero de 1848, la pequeña burguesía, utilizando como fuerza de choque al proletariado, acaba con la monarquía francesa e instaura la II República. A partir de ese momento, los caminos de la burguesía y el proletariado se bifurcan. En las trágicas jornadas de junio de 1848, el proletariado deja en las calles de París miles de muertos tras su insurrección. Apoyado en el mundo rural y en la burguesía, Luis Napoleón es nombrado presidente de la República. Desde el primer momento le imprime un carácter autoritario y en diciembre de 1851 disuelve la Asamblea y en 1852 en un referéndum con sufragio restringido, es proclamado emperador.
A estas alturas, el lector estará preguntándose qué tiene que ver Felipe González en esto. Pues en mi opinión, algo.
Los dos golpes, el de 1799 y el de 1851, tienen como característica común un golpe de Estado donde la burguesía señala con claridad hasta dónde está dispuesta a llegar.
Señala Marx que: “Todo un pueblo que creía haberse dado un impulso acelerado por medio de una revolución se encuentra de pronto retrotraído a una época fenecida”. Si en vez de revolución ponemos cambio, ¿no es actual? Durante las jornadas de junio, todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden frente a la clase proletaria, como partido de la anarquía, del socialismo, del comunismo. Habían salvado a la sociedad de los enemigos de la sociedad (¿esto nos suena?).
El 1 de octubre pasado, el Comité Federal del PSOE dirigido por Felipe González y su mano derecha (no tiene otra), Susana Díaz, tiene, su 18 Brumario.
Ese día, quien realmente detenta el poder en nuestro país utilizó a su muy bien pagado peón, Felipe González, para, con la ayuda de El País y la Ser, entre otros, derrotar a un hombre moderado, de centro izquierda, pero que había manifestado, con bastante timidez por cierto, una mínima autonomía política.
El Felipe González de “OTAN, de entrada no”, y de salida tampoco, el César ungido para que algo cambiase sin cambiar nada, el consejero de Endesa, el amigo de oligarcas como Slim y de esquilmadores de su pueblo como el venezolano Carlos Andrés Pérez o el italiano Benito Craxi, ambos muertos ricos y en el exilio.
Este nuevo 18 Brumario nos ha dejado claros los límites de lo que la oligarquía y sus peones de brega políticos están dispuestos a aceptar.
Este nuevo 18 Brumario nos ha dejado claros también los límites de la socialdemocracia, sea ésta española, vasca o catalana. ¿Cuántos tropiezos más serán necesarios para que lo veamos con claridad?
“El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo”. Carlos Marx, 1852.