Una frase inversa es aquella que quiere decir lo contrario de lo que dice. Recuerda a la célebre expresión de Humpty Dumpty en el libro ‘Alicia en el país de las maravillas’, de Lewis Carroll: “Las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen”.

la llegada de la precampaña electoral hace que volvamos a escuchar frases inversas en forma de promesas y más promesas. De una forma u otra, el cuento es muy bonito: más trabajo, mejor sanidad, educación barata y de calidad, transparencia en las cuentas públicas o subida de la renta básica para todos. En fin, ya se sabe que los cuentos, cuentos son. En todo caso, cosas del mercado político. Así, es época de ir a programas de televisión, bailar, jugar a baloncesto, tocar la guitarra o pararse a deliberar soluciones para todos con la gente de la calle. Nada nuevo bajo el sol electoral.

Es una pena que las mentiras de las elecciones sean admitidas socialmente. Bueno, más que una pena es un retraso social. Vamos a comprender las razones.

Cuando no se cumple una promesa electoral hay dos razones principales. La primera, el candidato ha mentido de forma flagrante. No puede ser. Segunda razón y más usada: el candidato llega al poder y argumenta el incumplimiento de la promesa debido a la herencia recibida. Y se queda tan ancho. Pues bien, tampoco puede ser.

Si no se puede cumplir una promesa debido a la herencia recibida eso es debido a dos causas. Una, la ineptitud del candidato, que no ha sabido valorar la situación económica del Gobierno antes de su llegada al poder y en consecuencia ha calibrado mal sus promesas. Pocas veces escucharemos esa razón. Dos, se argumenta que las cuentas estaban trucadas y que han aparecido facturas en los cajones. En consecuencia, ya no puede cumplir lo acordado con sus electores. Pues muy bien, en ese caso, que denuncie al Gobierno anterior por estafa. Por supuesto, nadie lo hace. Eso sí, ya sabemos el mecanismo que se promete para cumplir las promesas: “Combatir el fraude fiscal”. Pero siempre pasa lo mismo: todo sigue igual.

Una de las frases inversas más escuchadas en el mundo del deporte es la que realiza el presidente de un equipo de fútbol (o de cualquier otro club deportivo) cuando ante una mala racha de resultados dice aquello de que “tenemos puesta toda la confianza del mundo en el entrenador”. Por supuesto, eso quiere decir que próximamente echarán al entrenador. Y de confianza, nada de nada. Y desde luego, esta frase es aplicable al mundo de la empresa.

Pasamos a la vida cotidiana. Cuando los padres preguntan a los hijos si han estudiado y su respuesta es “un poco” quiere decir nada. Cuando alguien comienza una frase diciendo “la verdad es que?.” ya se generan dudas: no sería necesario reafirmar que vamos a decir la verdad, se da siempre por supuesto.

Si en una situación delicada el Gobierno dice “estamos haciendo todo lo posible para arreglar el problema” (siempre debería ser así, sin necesidad de afirmarlo) ya podemos echarnos a temblar. Si una persona pone la mano en el fuego por otra nos hacemos a la idea de que posiblemente estén hablando de un maleante. Si alguien comenta que jamás ha pagado en dinero negro lo habrá hecho varias veces. Si le preguntamos a alguien si es totalmente honesto y dice “por supuesto” ya podemos pensar que es deshonesto (y no es un comentario personal, así lo pensaba Groucho Marx). Cuando una persona le dice a otra aquello de “no es nada personal, pero?”, posiblemente sea algo personal. Es sabido que la creación de una comisión de investigación suele ser para no investigar algún asunto relacionado con la corrupción. La promesa de no realizar pactos con otros partidos suele ser para, precisamente, realizarlos: no es necesario escuchar al PP decir que no va a pactar con Bildu. Desde luego, tampoco Bildu intentará pactar con el PP. Es una evidencia.

Desde luego, no siempre que se usan frases como las anteriores se miente. Más bien, cuando alguien se reafirma excesivamente en alguna cuestión hay dos posibilidades: o está desesperado por demostrar la veracidad de su afirmación, o está sujetando una mentira de dimensiones colosales. Por desgracia, es muy difícil discernir un caso de otro.

A día de hoy, podríamos usar la máquina de la verdad. Para el día de mañana ya se están probando mecanismos que detectan las diferentes frecuencias de las ondas cerebrales de las personas para detectar mentiras o averiguar si alguien tiene malas intenciones como, por ejemplo, realizar un atentado en un aeropuerto. Pero eso lo dejaremos, de momento, para la ciencia ficción. La idea de hoy es quedarnos, únicamente, con las frases inversas.