1- En la medida que se acercan los comicios de mayo adquieren gran actualidad estas preguntas que se hacen miles de ciudadanos vascos. Hemos reflexionado en reiteradas ocasiones sobre el particular. También en esta ocasión se nos impone de nuevo elegir bien y con responsabilidad.

2- Las próximas elecciones, aunque no en las mejores condiciones sociales y económicas se enmarcan en un ámbito de decisión y de libertad, que no siempre se han dado en nuestro pueblo y que han condicionado el mapa electoral y la suerte de los elegidos. No debemos olvidarlo.

En estos momentos de crisis económica y crisis generalizada de confianza en las instituciones públicas así como en las personas que las representan, la participación electoral exige una mayor responsabilidad y preocupación, tanto para los electores como para los candidatos. Por eso vemos con preocupación algunos aspectos de la precampaña que de forma asfisiante quieren incidir en la opinión pública. Es cierto que los procesos electorales exacerban las diferencias entre los partidos, pero el objetivo de conseguir más votos no justifica la utilización de cualquier procedimiento en la confrontación electoral. Las falsas promesas, la palabrería tramposa de mensajes engañosos, las descalificaciones continuadas de los grupos oponentes, los insultos, la permanente acusación pública con el único fin de degradar al contrario, las manipulaciones informativas con medias verdades, el monopolio injusto de la totalidad de la representación popular y del espacio público, la judicialización de la actividad política, y el pobre argumento de “tú más?”, etc. degradan la actividad política y prestan un mal servicio a la causa de la paz y la convivencia democrática, que todos de palabra decimos defender, pero que luego no se demuestra con hechos. Así, se baila la “opereta de la corrupción” imputando siempre esta a los demás.

Se impone en el más corto plazo posible un programa de medidas urgentes de regeneración democrática, persiguiendo de raíz el saqueo de bienes públicos. Tolerancia cero contra la corrupción en todas sus formas, una ética de estricta y responsable racionalidad de los recursos disponibles, la revisión de la ley de partidos políticos, la democratización de los mismos, y la reforma de la ley electoral.

3. En concreto, cada ciudadano/a debe juzgar y optar entre las candidaturas y programas que se le presentan. Es en este juicio responsable donde reside en gran parte la calidad de la democracia, pues a veces los programas se formulan para seducir al electorado con falsas promesas. Otras veces, partidos y agrupaciones electorales prometen cambios imposibles. De ahí que crezca el escepticismo de la ciudadanía. Rara vez se reconoce el buen hacer de quienes representan otra opción política y pocas veces suele afirmarse: “Nosotros llevaremos a buen término lo que han iniciado los que nos han precedido”. El comportamiento de algunos partidos recuerda a aquel soldado que desfilando con el paso cambiado acusaba al resto de sus compañeros de su mal caminar? También nos parece delicada y difícil la elección de candidaturas porque no todos sus miembros están bien preparados para corresponder a las exigencias de sus electores. Reconociendo a la mayoría de las candidaturas su generosidad para prestar su servicio a la comunidad, es obligado constatar que la solución de muchos problemas requiere además de la cercanía y una conducta social intachable, una preparación técnica y profesional adecuada, algo que no es frecuente. Este compromiso pide capacidad para combinar la fidelidad al propio programa y la disposición a trabajar con quienes defienden otras opciones, pues pactar, ceder y acordar no es sinónimo de claudicación. Esta disposición obliga a que la capacidad crítica incluya la autocrítica.

4. Vivir en comunidad nos exige también hacer factibles y reales aquellos proyectos, presupuestos y planes que después de un estudio serio y objetivo sean susceptibles de llevarse a cabo, aunque no satisfagan todas las espectativas de cada uno. La lealtad mutua en la discrepancia construye pueblo y no masa. La actividad política no se reduce, como se ha dicho, a vencer o morir o a salir siempre de una situación agónica para “ganar el cielo”, o que sea “otra forma de hacer la guerra”, sino de hacer posible y real lo que se promete para el bien de todos.

La actividad política y el compromiso social, con todos sus graves defectos, son algunas de las tareas más nobles y hermosas que podemos experimentar y apoyar todos aquellos que trabajamos por una sociedad más justa, más honesta y más cohesionada en la verdad.