Cuánto pesa el mundo en que vivimos. En los medios informativos hay temas que nunca fallan desde hace demasiado tiempo. Guerras larguísimas con su precio en vidas humanas y en el drama que supone para los supervivientes la destrucción de sus viviendas y sus pueblos.

nada aprovechable, escombros, pobreza y angustia sobrevenida a la gente ya pobre. Cadáveres de madres y niños de todas las edades. Hombres desesperados. Hambre y miseria.

Las páginas de los periódicos reflejan cada día con puntualidad los episodios correspondientes: En Yemen, ofensiva militar de la coalición árabe contra los hutíes. Aviones de Arabia Saudí bombardean el centro de Saná. Kenia estrecha el cerco mientras mientras la milicia de Al Shabab amenaza a Nairobi y mata a 70 personas en la Universidad de Garissa. Soldados egipcios desembarcan en Adén. Se ha impuesto el toque de queda desde las 18.30 hasta 6.30 en las zonas de Tana, Garissa, Wajir y Mandera. En entredicho la capacidad de controlar una frontera de 700 kilómetros de zona semidesértica. Al Shabab ejecuta de un disparo a 28 de los 60 pasajeros de un autobús porque no sabían recitar el Corán. Somalia volvió a recordar que mantendrá la guerra con Kenia. El ataque del EI lleva al borde del colapso al campo de palestino de Al Yarmuk, en Damasco. De nuevo numerosas masacres en Kenia. El número de menores desplazados y refugiados se ha duplicado. El Estado Islámico destruye Nimrod, en Irak. Atentado en Sinaí. Estampida en la Universidad de Nairobi. La ofensiva yihadista provoca problemas en Nigeria, Camerún, Niger y Chad.

Dando en la diana de la totalidad de las guerras, el Papa Francisco, en una ocasión solemne, en su intervención desde el balcón central de la Basílica de San Pedro el domingo de Pascua no olvidó nombrar también a Libia, Israel, Palestina, Nigeria, Sudán y la república del Congo. Y nos ha dejado su mensaje: “No miren para otro lado”.

Desde aquí oteamos los confines del Mediterráneo y nos encontramos con una zona que se ha convertido, según los expertos, en una de las áreas más inseguras del mundo. Ese nudo gordiano que supone el Oriente Próximo abarca 14 países diferentes que tal vez no sabríamos ni colocar en el mapa, En ellos viven, dejando aparte a Turquía con sus 71 millones de habitantes, más de 1.500 millones de personas. Nos caen lejos, pertenecen a otras culturas y los desconocemos, a no ser por los desastres vistos en fotografías cotidianas.

Recuerdo haber leído una interesante obra de Robert D. Kaplan (La venganza de la geografía) en la que tras haber viajado por casi todo el planeta en transportes lentos o a pie y contrastadosu historia con la geografía, dedujo que muchos hechos históricos y otras tantas fronteras han sido condicionados por el terreno que se pisaba. Las cordilleras eran barreras naturales difíciles de conquistar y las llanuras proporcionaban la holgura necesaria para ampliar terrenos, organizarse y plasmar culturas. Pero me temo que esa tesis tan lógica puede haber sido válida hasta la irrupción violenta de los armamentos de guerra actuales que no se atascan ante cordilleras, volcanes, tsunamis o terremotos. La consecuencia más nefasta es que matan a la población civil impotente. Según el corresponsal de EITB Mikel Ayestarán, los niños son los que se llevan la peor parte en estos conflictos bélicos.

Urge atender al ruego papal Urbi et Orbi, un ruego sin fronteras ni límites: “No miren para otro lado”. No permanezcamos sordos a esta urgente llamada humanitaria.