Ysi bien es una tendencia humana sobreestimar la época que nos está tocando vivir (ya se sabe, como cada vez, este año tenemos las elecciones “más importantes de la historia”), parece claro que la cascada de sucesos que estamos viviendo nos van a obligar a estar preparados para lo impensable.

Pensemos en la década de los 90, los felices 90, aquellos años en los que superada la crisis del 92-93 entramos en un festín de crecimiento ininterrumpido que con sus lógicos altibajos fue paralizada en el año 2008 con el estallido de la burbuja inmobiliaria a nivel nacional y la crisis financiera a nivel internacional.

No cambió excesivamente el mundo en esa época, no. Sí, claro que hay mejoras sociales, claro que se dan avances científicos y tecnológicos. Pero eso no es nada comparado con todo lo que estamos viviendo ahora.

Sin embargo, esta vez es diferente. ¿Alguien iba a pensar que íbamos a estar con la tasa de desempleo actual o que íbamos a tener un grupo islamista (el IS) que estuviese a unos pocos kilómetros de aquí conquistando más y más territorios? Pues claro que no.

Para comprender la magnitud de lo que se expone, pensemos en acontecimientos inesperados que hemos vivido en los dos últimos años. No conozco a ningún experto en economía, sociología o videncia que haya podido prever los siguientes fenómenos.

Uno, independencia energética de Estados Unidos. En la famosa guerra de Irak, cuando George Bush insistió en la búsqueda de armas de destrucción masiva, se sabía que la verdadera motivación de la guerra era controlar el suministro de petróleo en Oriente Medio. En el corto medio plazo, nada de eso va a volver a ocurrir.

Dos y relacionado con la anterior, la bajada de los precios del petróleo, que ha generado una transferencia de renta de países productores a países consumidores. Eso sí, la devaluación del euro respecto del dólar está haciendo que no la notemos tanto, pero basta razonar de manera inversa: si el petróleo no habría bajado tanto los precios ahora estarían por las nubes.

Tres, prima de riesgo en mínimos, tipos de interés ridículos. Se están pagando letras del tesoro a un interés negativo y los bonos a 10 años tienen el tipo más bajo que se recuerda. Es un fenómeno completamente nuevo. Como consecuencia de ello, se puede dar la posibilidad de que tengamos que pagar por los depósitos bancarios. Incluso existen préstamos referenciados a algún tipo que han generado también tipos negativos, vamos que el banco tendría que pagar en teoría intereses al prestatario (por supuesto, existe una cláusula que se lo impide). Este fenómeno rompe supuestos básicos de la teoría financiera. Pero no se vayan todavía, aun hay más. Hasta ahora se suponía que los bonos soberanos no tenían riesgo alguno. La crisis griega nos ha enseñado que esa idea es falsa.

Cuatro, vamos al terreno de la geopolítica. Pensamos que las guerras civiles habían terminado en Europa, y ya vemos lo que está pasando en Ucrania. Pensamos que la época de las conquistas había terminado y Rusia se ha anexionado Crimea. Pensamos que los terroristas islámicos eran unos lunáticos que iban a seguir realizando atentados de cuando en cuando y ya tienen territorio propio. Pensamos que la primavera árabe iba a llevar estabilidad a toda esa zona y el resultado nos ha llevado al denominado invierno árabe. Pensamos que los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) se iban a comer al mundo y sus economías se han ralentizado, si bien han sacado a millones y millones de personas de la pobreza ampliando la clase media global.

Cinco, la tecnología. Si comparamos nuestro teléfono móvil con lo que teníamos hace unos pocos años el resultado es alucinante. Lo único que queda del teléfono móvil es el nombre. Ahora es un pequeño ordenador que usamos para realizar múltiples gestiones. No falta mucho para que realicemos todos los pagos mediante el teléfono móvil. Incluso se ha dado un fenómeno que hace poco tiempo parecía imposible: las compañías nos dan la posibilidad de hablar todo el tiempo que queramos, sin ningún límite. Además, el fenómeno tecnológico conlleva una mayor rotación de puestos de trabajo específicos que aparecen y desaparecen con más rapidez.

Seis, la situación en España. Abdicación del rey. El fenómeno Podemos. El posible fin del bipartidismo. El paso de ser un país de inmigrantes a un país de emigrantes. Promesas políticas que antes nos parecían imposibles: listas abiertas, posible cese inmediato de imputado o Ley de transparencia para la financiación de los partidos y cuentas de la Administración pública.

Esta situación ha venido para quedarse. Debemos aprender a vivir con ella. Pero nos cuesta debido a que somos animales de costumbres.

Sin embargo, los tiempos han cambiado.

A menudo, ocurre lo impensable.

El autor es profesor de Economía de la UNED de Tudela