El ascenso de Podemos
en primer lugar, un amplio sector propenso al abstencionismo valora la posibilidad de votar. Gran parte del potencial voto a la izquierda del PSOE tradicionalmente ha descartado a IU, ya sea por el prejuicio existente ante la ideología comunista encarnada por el PCE, ya sea por el rechazo que inspira en determinados sectores la renuncia ideológica de los dirigentes comunistas al final del franquismo. En segundo lugar, Podemos despierta la esperanza de que el próximo gobierno del Estado español no se someta a los dictados de la troika y ponga fin a los recortes compulsivos e injustos que tanta pobreza generan. En tercer lugar, porque ha significado ya la participación en política de las nuevas generaciones, las mejores preparadas de la historia de nuestro país, que han conocido el acceso a la universidad como un factor normal en sus vidas y no como un privilegio burgués o un logro reservado solo a personas eminentes.
El partido liderado por Pablo Iglesias no se conforma con recoger el voto de los indignados, sino que aspira a gobernar tras las elecciones generales que se celebrarán en 2015. Sin embargo, no parece factible que alcance la mayoría suficiente para hacerlo en solitario. Al confrontar sus propuestas, su bagaje ideológico y sus candidatos con los demás, ha perdido impulso y ha cesado su ascenso vertiginoso, según las últimas encuestas. Su responsabilidad radica, por tanto, en su capacidad para alcanzar acuerdos con las demás fuerzas políticas progresistas. Pero una coalición Podemos, IU, ERC? con el apoyo de parte del Grupo Mixto, aunque sea una propuesta atractiva para quienes nos declaramos contrarios al sistema neoliberal y a favor del derecho de autodeterminación, parece que no obtendría la mayoría absoluta. Desde el punto de vista aritmético, esta nueva formación podría alcanzar el poder de forma natural pactando con el PSOE. Pedro Sánchez ya ha anunciado que no pactará ni con el PP ni con Podemos, pero se sabe que donde dije digo, digo Diego es el valor de la palabra de muchos políticos en cuestión de pactos postelectorales. Ahora bien, si Podemos pacta con el Partido Socialista, estaría aliándose con la casta que tanto ha denunciado, ya que el PSOE no se plantearía, por ejemplo, reestructurar la deuda ilegítima ni dar el voto a la ciudadanía en las cuestiones de Estado, ni iniciar un proceso constituyente.
De confirmarse el ascenso de Podemos, la posibilidad de que PSOE y PP se unan para formar la gran coalición que sostenga el régimen postfranquista se revela altamente probable. La Historia nos muestra al Partido Socialista capaz de alterar sus postulados ideológicos por completo con el objeto de recibir el beneplácito de los organismos occidentales dominados por agentes neoliberales. Creo que la UE, el FMI, e incluso, la OTAN (sus servicios de inteligencia) obligarían a los socialistas españoles y a los populares a pactar para que el viejo régimen no se descomponga. Por parte del PP, las declaraciones de su secretaria general no dejan lugar a dudas sobre su disponibilidad. Sin embargo, del mismo modo que en Navarra el PSN ha visto reducido su apoyo y es previsible que se reduzca aún más por su pacto continuado con UPN, esta coalición del bipartidismo vigente presumiblemente significaría el fin del PSOE como partido hegemónico, pues repelería a sus votantes situados más a la izquierda. Esa alianza podría convertir a Podemos a medio plazo en el eje central del progresismo en el Estado español, desplazando al Partido Socialista como opción de gobierno frente a la derecha.