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Estado estacionario

Antes de estallar la crisis algunos pensadores creían que había llegado la época del crecimiento perpetuo y que ya no íbamos a volver nunca hacia atrás. Eran los buenos tiempos. Recuerdan un poco a la salud; cuando está bien no la valoramos. Cuando nos encontramos mal pensamos que en nuestra época de gloria no disfrutamos lo suficiente.

Pero a lo que iba, pensadores serios, incluso Premios Nobel de Economía (Robert Lucas) creían que íbamos a vivir siempre en ese maravilloso mundo del crecimiento. Otros pensadores se fijaban en Japón, donde había estallado hacía tiempo la burbuja inmobiliaria y se comprobaba que ya no había crecimiento, vamos, que la economía se había estabilizado de una forma que se le llegó a denominar economía zen. Viendo cómo están las cosas, no parece el peor de los escenarios. Al menos, no se vivían los recortes que han tocado por estos lares. Además, el paro no era muy alto para lo que estamos acostumbrados: alrededor del 5-7%. No, no está mal.

Lo peor es que hay una situación más grave. El último libro escrito por Niall Ferguson (considerado el historiador británico más influyente de nuestra época) es La gran degeneración, en el que explica con su brillantez habitual cómo decaen las instituciones y mueren las economías. Es aquí donde Ferguson referencia a Adam Smith, autor de La riqueza de las naciones (publicado en 1776, es la referencia fundamental del capitalismo), para indicar su teoría de Estado estacionario.

En esa época China era un país estancado. Había sido un país rico que había dejado de crecer. Así, a los estados que cumplían esa condición Smith los denominó estacionarios. La cuestión, pues, era deducir la razón de ese estancamiento, para lo cual se observan dos características principales. Vamos a verlas.

Primero, los salarios de la mayoría de la gente eran miserablemente bajos. Eso era debido a que si no aumenta la riqueza de un país no van a aumentar los salarios de los trabajadores. Si además hay un gran desfase entre oferta y demanda de trabajo, los sueldos de los trabajadores se negocian a la baja por dos razones: es difícil encontrar un trabajo por otro lado, y si alguien no acepta el salario que le ofrecen irá otro trabajador por detrás y lo cogerá. Y es que "la condición de pobre es dura en el Estado estacionario, o en que ni adelanta ni atrasa la nación? el progresivo es en realidad el próspero, el alegre, el deseado de todas las clases del pueblo; el estacionario es triste, el decadente, mustio y melancólico".

Segundo, la capacidad de una élite corrupta y monopolista (y no hablo solo de algunos políticos) de explotar el orden jurídico y la administración en su propio beneficio: "aunque el rico y el que posee gruesos capitales goce de la mayor seguridad, apenas vive seguro el pobre, y el que solo ha podido granjear un caudal escaso, estando expuestos siempre a ser insultados o robados con el pretexto de la justicia".

Estas líneas están dedicadas a la China de finales del siglo XVIII, en la cual para Smith el estancamiento era debido a las penosas leyes e instituciones del país, incluida su burocracia. Lo mejor, para Smith, era estimular a la pequeña empresa disminuyendo los papeleos de la época y el capitalismo clientelista.

Es posible que ahora el mundo en el que vivimos sea más complejo: hay más personas, el medio ambiente está en peligro; si la interconexión entre las diferentes economías es enorme, la de los mercados financieros es mayor, entre tantos otros factores. Eso sí, no lo olvidemos: existe un Estado de bienestar que proporciona garantías a los pobres que no tenían en esa época, con lo cual esta comparación no puede ni quiere ser perfecta.

Pero el fondo es el mismo. La historia siempre se ha repetido cambiando sus formas. Y siempre ha existido un juego de fuerzas entre las clases que conforman una sociedad. Y siempre quien está en la cabina de mandos cede alguna parcela de poder cuando detecta que su situación puede estar en peligro. Monarcas como Mohamed VI en Marruecos o Abdalá en Jordania cedieron poder cuando vieron que las revoluciones árabes les podían llegar a ellos. Claro está que no son tan necios como para decir la razón de fondo, al fin y al cabo todo lo que hacen es "por el bien del pueblo".

Es así como se explican las leyes de transparencia de ciertas instituciones, que en un futuro los partidos políticos accedan a tener listas abiertas (cuando la presión social sea un poco mayor la harán) o que algunas remuneraciones bancarias comiencen a prohibirse ahora.

Pero volvamos a la idea central de este artículo, el Estado estacionario. Confieso que me quedé aterrado cuando leí esas referencias, pero es que es cierto. Y por ello debo terminar estas líneas con un lamento.

Estimado lector, bienvenido al Estado estacionario de España.