El menor se mojó en una fuente pública cuando la familia caminaba por el paseo de La Concha, y acto seguido el padre entró en cólera. Tanto, que no dudó en atarle a un banco de la plaza Cervantes de Donostia con una de las correas de los perros. “Estaba fuera de sí, descontrolado”, aseguran a este periódico testigos presenciales que asistían atónitos a la escena: un menor atado como un animal que pedía a gritos ser liberado, y un padre que lejos de deponer su actitud comenzaba a echarle agua encima como reprimenda.

La inédita secuencia, que se prolongó por espacio de diez minutos, no pasó desapercibida para varios ciudadanos que se encontraban en la zona y no tardaron en dar la voz de alerta. Ocurrió el martes sobre las 18.40 horas, según confirmó el Departamento vasco de Seguridad.

Una patrulla de la Ertzaintza se desplazó al lugar e interrogó al padre, de nacionalidad checa, quien reconoció los hechos y justificó su conducta “como algo habitual” en su país. El varón fue arrestado por un delito de malos tratos en el ámbito doméstico, y la madre también fue trasladada a declarar a dependencias policiales por un presunto delito de omisión de socorro, “por ver y no hacer nada”, según señalan fuentes próximas a la investigación.

Entretanto, fue necesaria la intervención de los Servicios Sociales de la Diputación, que trasladaron temporalmente a los menores (el directamente afectado y sus hermanos) al centro Uba mientras sus progenitores daban su versión de los hechos ante los agentes. La Protectora de Animales también se hizo cargo de los perros de la familia.

Será el juez en este caso quien valore las pruebas testificales, aunque “tratar a un hijo como un animal en la vía pública y de manera prolongada” parece exceder de toda facultad de un progenitor en el ejercicio de sus funciones, según apuntan fuentes judiciales.

Límites del derecho de corrección

El suceso, en boca de testigos que no daban crédito a lo ocurrido, reabre un debate que en realidad nunca ha estado cerrado. Más allá de este caso, en el que parece evidente una conducta negligente, sobre la mesa se plantea la figura de padres y madres que en ocasiones hacen uso de la violencia y los límites que fija el llamado derecho de corrección.

A este respecto, resulta mucho más familiar la estampa de un menor que se niega en redondo a dejar su móvil frente a unos padres que pierden los nervios y se enzarzan en una acalorada discusión que finaliza con un bofetón. ¿Hasta qué punto una conducta así puede entenderse como un ejercicio del derecho de corrección?

“Siempre va a depender de cada caso concreto, de las circunstancias que concurren. En todo caso, creo que estamos ante un tema de valores y de respeto por ambas partes”, sostiene la abogada donostiarra Beatriz Rodríguez Aparicio. Precisa, eso sí, que hay límites que no se pueden sobrepasar, “porque no hay que olvidar que si hay un contexto donde el menor debe ser protegido es precisamente en su hogar, en su espacio familiar. El foco estaría en si hay dolo”, apunta. Es decir, toda acción que suponga un daño o perjuicio que se haya realizado “de manera voluntaria”, como parece ser el caso en Donostia.

La abogada incide de la misma manera en que la educación de los hijos pasa por inculcarles que “además de derechos tienen obligaciones”. ¿Cómo alcanzar ese equilibrio sin sobrepasarse? Pegar a un hijo, de entrada, por mucho ánimo correctivo que haya, puede ser considerado delito hoy en día en una sociedad cambiante, de creciente sensibilidad al respecto. Aunque la Jurisprudencia ha resuelto de forma dispar sobre esta cuestión, en unas ocasiones condenando, en otras absolviendo al progenitor que había infligido el castigo, la tendencia actual es a condenar, aunque -como dice la letrada donostiarra- todo depende de cada caso particular.

"Debe ser sinónimo de educación"

El derecho de corrección de los padres y madres con sus hijos, dice el Tribunal Supremo, “debe ponerse en consonancia con la evolución de los tiempos y la realidad social”. Así, la patria potestad ha dejado considerarse como un "poder" -de otro tiempo- de los padres sobre sus vástagos. Así lo señala en una sentencia fechada en 2020 en la que se condenó a un padre por un delito de lesiones tras la bofetada que le propinó a su hijo de 15 años tras una discusión.

El acusado alegó que su intención no era "menoscabar la integridad física de su hijo", del que destacaba su actitud rebelde y desafiante. ¿Una bofetada es un correctivo? Una reforma de 2007 del Código Civil invalidó la referencia a la “corrección moderada” de los hijos por parte de sus progenitores, lo cual no sigfica que desaparezca por completo. Si ese derecho de corrección no existiera, habría conductas como la de dar un leve cachete, o castigar a los hijos sin salir un fin de semana, que podrían integrar un tipo penal como el maltrato.

Matiza el Supremo que el derecho de corrección, tal y como debe concebirse en la actualidad, “debe ir siempre dirigido y orientado al interés del niño, por lo que corrección debe ser sinónimo de educación”. Una debate con muchas aristas, según apunta la abogada donostiarra, que hace referencia a una sentencia mucho más reciente, dictada el 5 de junio de este año, en la que un padre ha sido absuelto de la acusación de vejar a su hija por gritarle y recriminarle que solo atendiese al móvil.

El magistrado considera probado que las dos hijas del sospechoso, que tenían 13 y 10 años, pasaron el fin de semana -entre el 4 y el 6 de febrero de 2022- en la casa de los abuelos paternos, donde habitualmente desarrollaban el régimen de visitas que correspondía al acusado con sus hijas.

El viernes, según la sentencia, la hija mayor “se encontraba enfadada con su padre, que le había reprochado su comportamiento en un local, pues se dedicó en el tiempo de estancia en el establecimiento a escribir mensajes con el móvil a terceros y sin hacer caso a su padre y hermana”.

De este modo, cuando sobre las 12 horas del domingo 6 de febrero de 2022, y tras pasar la mañana en el reparto de pan, el acusado regresó a la casa de sus padres, para hablar con su hija y llevar a ambas niñas a tomar algo, la denunciante “se encontraba todavía en la cama utilizando el móvil y se negó a acompañarlo”, según consta en la sentencia.

En ese momento, y ante el nuevo desaire de la niña, el acusado la agarró por los brazos y la levantó de la cama, indica el magistrado en la resolución. El magistrado valora en la sentencia “si el hecho de gritarle a una hija de 13 años que está ignorando por completo a su padre y dedicándose, con evidente falta de respeto tanto a él como a su hermana, a chatear con terceros desde el dispositivo móvil, constituye un delito de vejación injusta de carácter leve”. El magistrado concluye que los hechos no son constitutivos de delito.

Recuerda en ese sentido que en el Código Civil “sigue existiendo el derecho de corrección de los padres sobre sus hijos menores, como también la obligación de los hijos de obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles siempre”. El acusado podría haber optado por “abstenerse de educar a su hija, permitiéndole hacer lo que le viniese en gana, reprenderla para que se comportara correctamente o llamar al puesto de la Guardia Civil para recabar su benemérito auxilio en la tarea educativa”. El magistrado subraya que, a su juicio, “optó por la postura más sensata”.