Mémora organiza un emotivo homenaje en memoria de quienes se han ido
Tuvo lugar el miércoles en el Palacio Miramar de Donostia, donde se reunieron decenas de familias que han sufrido una pérdida este año
El Palacio Miramar de Donostia acogió el miércoles una nueva edición del memorial anual organizado por Funeraria Vascongada Mémora, un acto concebido para acompañar a las familias que han perdido a un ser querido durante el año 2025. La ceremonia, que se desarrolló en castellano y euskera, ofreció un espacio de calma, recuerdo y esperanza a través de la música, la palabra y los símbolos de vida.
En un momento especialmente emotivo, se nombró uno por uno a todas las personas fallecidas en 2025. Tras la lectura de cada nombre, los familiares se acercaron a regar el árbol que simbolizaba mejor su vivencia personal
Desde las primeras palabras de bienvenida, el encuentro puso en el centro el amor, la memoria y la diversidad de creencias. Bajo esa mirada plural, decenas de familiares se reunieron para honrar a quienes ya no están, compartiendo un momento colectivo que buscó aliviar, aunque fuese por un instante, la carga emocional del duelo.
El ritual de los cinco árboles
La principal novedad de esta edición llegó de la mano del ritual simbólico de los árboles, que reemplazó al tradicional encendido de velas. Sobre el escenario se dispusieron cinco árboles, cada uno asociado a un aspecto emocional del duelo y la memoria: la camelia, que representa la belleza de lo vivido y el amor que perdura; la tuya, símbolo de la continuidad del amor que acompaña; el acebo, que encarna la resistencia ante la ausencia; la nandina, vinculada a la sanación y a la transformación; y el ciprés, evocación de la fuerza que nos une y de la memoria que se eleva.
Se leyó una versión adaptada de 'El Árbol Generoso', la obra de Shel Silverstein que reflexiona sobre la entrega incondicional, la generosidad y el legado emocional
En un momento especialmente emotivo, se nombró uno por uno a todas las personas fallecidas en 2025. Tras la lectura de cada nombre, los familiares se acercaron a regar el árbol que simbolizaba mejor su vivencia personal. Para ello utilizaron un pequeño dispensador, en un gesto íntimo que invitaba a conectar con el recuerdo desde la vida.
Cada familia recibió además un pequeño árbol para llevar a casa, como símbolo de continuidad y de la idea de que el amor, incluso tras la pérdida, sigue creciendo.
Música y literatura
La música volvió a ser uno de los hilos que vertebraron el acto. A lo largo de la tarde se interpretaron piezas muy vinculadas al recogimiento y a la belleza de lo sencillo, como Con te partirò, de Francesco Sartori; Ave Maria, de Franz Schubert; Lágrima, de Francisco Tárrega; y Somewhere Over the Rainbow, de Harold Arlen. La ceremonia culminó, una vez más, con Xalbadorren heriotzean.
La literatura también ocupó un lugar central. Este año se leyó una versión adaptada de El Árbol Generoso, la obra de Shel Silverstein que reflexiona sobre la entrega incondicional, la generosidad que no exige nada a cambio y el legado emocional que permanece incluso cuando la presencia física desaparece. El cuento sirvió como puente para comprender que la huella afectiva de quienes nos amaron sigue viva en cada gesto, en cada recuerdo y en la forma en que afrontamos la vida sin ellos.
El memorial concluyó con un cóctel en el que los asistentes pudieron conversar, compartir recuerdos y acompañarse mutuamente.
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