“Nunca olvidaré el día en el que 25 autobuses franceses pararon para comprar vino”
A sus 88 años, el donostiarra Bernardo Anabitarte dejará Vinos Ezeiza, un negocio que se convirtió en su forma de vida
A pesar de tener la oportunidad de jubilarse desde hace muchos años, ha sido ahora cuando Bernardo Anabitarte (Donostia, 1937) ha decidido cerrar Vinos Ezeiza, una pequeño comercio con más de 350 tipos de vino que todavía guarda en sus almacenes botellas de 1929 o 1939.
Viendo su edad, habrá quien piense que deja el negocio por cansancio y no por jubilación.
Habrá quien lo piense, sí (ríe). Lo cierto es que yo ya podía estar jubilado desde hace más de quince años pero sigo aquí. Es mi segunda casa, aunque la mayoría de días paso más tiempo aquí. En realidad, podría decir que es la principal.
¿En qué momento toma la decisión y cómo?
Hace poco, y de golpe. Sabía que algún día llegaría el momento de decir adiós a la tienda y dejar el negocio, y así ha sido. No hubo ninguna razón especial para dejarla. Simplemente el momento ha llegado, y como mi hijo Ibon, que trabaja conmigo desde hace muchos años, no quería seguir con el negocio, lo puse en venta.
¿Pensó alguna otra vez en dejarlo?
Nunca. Si no, lo habría dejado. Ha sido ahora cuando he sentido que mi tiempo aquí se había terminado.
"Comprar el local y remodelarlo para cambiarlo de arriba abajo me parecería un crimen. En cada almacén hay mucha historia. Las estanterías y el suelo de madera, los muebles… todo está en perfecto estado aunque tenga muchos años".
¿Qué hará con tanto tiempo libre?
Aburrirme y descansar. Cumplí 88 años en abril, tengo la vida resuelta desde hace muchos años, y tengo a mi mujer con la que puedo dar paseos infinitos. No tengo pensado hacer nada más que descansar, que lo necesito. Además, mi hija desgraciadamente falleció en julio, con 50 años, a causa de una enfermedad. Fue un golpe muy duro.
¿Qué es lo que más pena le da?
Que la que ha sido mi casa durante muchos años pueda cambiar de un día para otro. Comprar el local y remodelarlo para cambiarlo de arriba abajo me parecería un crimen. En cada almacén hay mucha historia. Las estanterías y el suelo de madera, los muebles… todo está en perfecto estado aunque tenga muchos años. Casi todo está hecho con madera de pinotea, y no hay ninguna polilla.
Clientes
El cariño de los clientes se lo llevará también.
Por supuesto. Estas últimas semanas mucha gente se ha acercado a agradecerme todos estos años de trabajo y trato con ellos. Desde detrás del mostrador he llegado a hacer grandes amistades.
¿Le dirá al comprador que trate de conservar todos estos artículos?
Ya he hablado con dos interesados y uno de ellos parece que puede ser el comprador definitivo. Además, cuando hablamos me dijo que ha visto que el negocio realmente funciona y que quiere mantener la línea. Está en trámites con el Ayuntamiento para consultar algunos papeles, pero puede llegar a buen puerto. Me preguntó si cuando me fuese me llevaría los muebles y ya le dije que le voy a dejar todo, hasta los números de cada uno de los proveedores. Además de vinos locales o del Estado, tenemos extranjeros, alguna conserva… En todos estos años la agenda de contactos se ha hecho muy grande, aunque a día de hoy los productos del extranjero hayan bajado mucho.
Le ayudará en el relevo.
Sí, esa ha sido mi idea siempre. Y cuando cruce la calle paseando, ojalá sea antes de navidad, entraré a la tienda a visitarla como un cliente más.
La realidad es que la vinatería es única.
No hay ninguna igual en Donostia, y tampoco muchas a nivel de Euskadi.
¿Hay algún objeto que se llevará a casa cuando salga por la puerta?
No. Cuando me vaya lo dejaré aquí todo. Hay objetos con mucha historia pero llevan aquí muchos años y aquí seguirán. Voy a dejar al sucesor todo como está. Hay fotos, carteles, cartas, herramientas… de todo. Pero este es su sitio, no mi casa.
Comienzos
Echemos la vista atrás. ¿Cómo llego a Vinos Ezeiza?
Mi padre se murió con 40 años y mi madre con 46, así que me mudé al caserío de mis tíos en Intxaurrondo. Allí ya sabes lo que toca, obedecer y trabajar. El negocio lo abrió Manuel Eceiza, y dos años después incorporó a su sobrino José Antonio como trabajador. Cuando se tuvo que ir a la mili entré yo. Hasta hoy. Día sí y día también desde las 8 de la mañana a las 8 de la tarde. Hoy en día no puedes decir a ningún joven que trabaje así.
A día de hoy encima es difícil abrir un negocio así.
Muy difícil. Los supermercados han hecho muchísimo daño al comercio pequeño, igual que las grandes compañías a nivel de tiendas. Antes venía la gente con sus botellas o bidones y te compraban a granel. Ahora cualquier supermercado te ofrece todo tipo de productos y a precios en los que gente como yo no puede entrar a competir. Antes además, vender productos elaborados por nosotros mismos, como el patxaran, era mucho más sencillo. Ahora tienes que pasar varios trámites para hacerlo todo de forma legal, el etiquetado… llega un momento en el que creo que no compensa hacerlo.
"Hubo días en los que llegamos a trabajar 12 personas a la vez, comiendo bocadillos sin salir de la tienda cuando teníamos un hueco".
¿Ha cambiado mucho su trabajo en todo este tiempo?
Una barbaridad, y cada vez está cambiando más rápido. Ha llegado un momento en el que pienso: '¿qué hago aquí?’. He acabado muy quemado.
¿Se llevará el recuerdo de algún momento con especial cariño?
Todos en general, pero la década de los 60 fue quizás la mejor época de la tienda. Hubo días en los que llegamos a trabajar 12 personas a la vez, comiendo bocadillos sin salir de la tienda cuando teníamos un hueco. Era una barbaridad de gente la que venía. La ciudad era muy diferente, y cualquiera venía y aparcaba su coche delante y entraba, o incluso autobuses. Recuerdo un día en el que 25 autobuses, muchos de ellos franceses, pararon delante para comprar vino. Ahora eso es impensable.
