Euskadi refuerza su compromiso contra el acoso escolarFOTO: EFE
En las aulas de Euskadi, entre libros abiertos y conversaciones cotidianas, también se libran batallas invisibles. No siempre hay gritos. A veces el acoso se disfraza de risas, de miradas que apartan o de silencios que pesan más que cualquier palabra. Sin embargo, cada vez más ojos saben verlo, cada vez más manos saben qué hacer cuando algo no encaja.
Durante el curso 2024-2025, los centros educativos vascos abrieron 2.263 protocolos ante sospechas de acoso escolar. De ellos, 522 se confirmaron: detrás de ese número, 522 vidas que encontraron acompañamiento, escucha y protección. El 23% del total. Las cifras, frías a primera vista, cuentan en realidad una historia de conciencia creciente y de un sistema educativo que ha aprendido a mirar con más atención.
“El incremento de casos detectados demuestra que el sistema educativo vasco está más preparado, más atento y más comprometido que nunca”, explica la consejera Begoña Pedrosa, que prefiere hablar de detección y no de aumento: “Más sensibilización, más detección temprana y más confianza en los procedimientos”.
La observación es clave
En los vídeos que el Departamento de Educación ha difundido bajo el lema Cuidar también es educar, varios profesionales de la enseñanza comparten su manera de acompañar al alumnado.
La directora Aitziber Gómez recuerda que la detección comienza con algo tan simple –y tan esencial– como mirar. “Observar con empatía y actuar rápido. Esa es la diferencia entre prevenir y lamentar”, dice.
La profesora Carmen Buzenchi, por su parte, asegura que la prevención se trabaja cada día: “Antes de empezar la clase, miro al grupo. Me aseguro de que todos estén bien. Enseñar también es eso”.
El mensaje es claro: cuidar, escuchar y actuar. Una tríada que ha ido tejiendo una nueva cultura escolar, más humana y más consciente.
Del indicio a la respuesta
Cada protocolo de acoso activa una cadena precisa: un adulto de referencia, una llamada a las familias, la intervención del equipo BAT, la Inspección y los berritzegunes. Todo con una misma brújula: proteger sin revictimizar.
Cuando la situación lo requiere, se suman salud, servicios sociales o la Ertzaintza. Cada caso tiene su propio plan, revisable y adaptado, para restaurar la convivencia y sanar las heridas visibles y las que no se ven.
“La educación es también una red de confianza”, recuerda la inspectora Eva Martínez. Esa red, dice, se fortalece cuando el alumnado siente que puede hablar, que no está solo, que alguien escucha sin juzgar.
Familias
Piden una legislación. Decenas de familiares de niños y niñas que han sido víctimas de acoso escolar o que se han suicidado –la última víctima Sandra Peña, alumna de 14 años del colegio Irlandesas de Loreto de Sevilla– se concentraron frente al Congreso para pedir que “legislen ya” y cambien los protocolos de actuación de los centros educativos, que “no funcionan”. Las familias exigen a los responsables políticos la aprobación urgente de una Ley Integral contra el Acoso Escolar que garantice la protección efectiva.
En los pasillos donde ayer tal vez se escondía el miedo, hoy se empieza a respirar algo distinto: atención, respeto y empatía. Los centros vascos se reivindican como espacios de confianza, incluso cuando los problemas llegan desde fuera del entorno escolar. Muchos niños y niñas, dice el Departamento, acuden a sus docentes para pedir ayuda ante situaciones familiares difíciles. Esa confianza, nacida del vínculo diario, permite detectar y actuar antes de que el daño sea mayor.
“Cuidar también es educar”, repiten los vídeos institucionales. Pero más allá del lema, es también una filosofía compartida. Porque cada gesto, cada protocolo y cada conversación construyen un entorno donde el miedo pierde espacio y la convivencia gana terreno.
El Gobierno Vasco resalta que los protocolos de actuación –acoso escolar, conducta suicida, violencia machista, acompañamiento a alumnado trans y desprotección– ordenan estos pasos y garantizan transparencia, trazabilidad y coordinación.
Euskadi no ha erradicado el acoso escolar. Nadie lo ha hecho. Pero hoy, más que nunca, sus escuelas miran de frente y a tiempo. Y en esa mirada colectiva –discreta, empática, constante– empieza la verdadera educación.