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Getaria homenajea a sus 'amatxos': Toda una vida entre parrillas

Con más de medio siglo dedicado a los restaurantes Kaia y Elkano de Getaria, María Rosa Larrañaga y María José Artano reciben el reconocimiento a su trayectoria

Getaria homenajea a sus 'amatxos': Toda una vida entre parrillasRuben Plaza

La historia reciente de Getaria no se puede entender sin sus famosas parrillas, convertidas en todo un emblema del municipio y en un reclamo para miles de visitantes cada año, y estas, a su vez, no se pueden comprender sin dos mujeres clave como son María Rosa Larrañaga y María José Artano, cuñadas y que han dedicado toda su vida a los restaurantes Kaia y Elkano, respectivamente. Por ello, ambas han sido homenajeadas este lunes en la localidad costera dentro de la jornada dedicada al Encuentro de la Gastronomía Vasca en el Museo Balenciaga.

“Después de tantos años de trabajo es un subidón, pero el mejor premio siempre ha sido ver que estás trabajando y que el cliente está a gusto”, reconocen ambas a este periódico, ya alejadas de los fogones, con los dos restaurantes en manos de sus hijos, los primos Igor y Aitor Arregi, y disfrutando de un merecido descanso tras décadas y décadas de intenso trabajo.

Con tan solo dos años de diferencia, Kaia y Elkano abrieron sus puertas como tabernas al uso hace ahora más de 60 años. La primera en 1962 y la segunda en 1964. “Empezamos como un bar con alguna cosa para picar, como banderillas y cazuelas, y de ahí pasamos al restaurante”, rememora María Rosa, que recogió el testigo del local que fundaron sus padres, Ignacio Larrañaga y María Arruti, junto a su marido, Andoni Arregi. María José, por su parte, se unió a Elkano tras conocer a Pedro Arregi, su futuro marido, fundador del local con su madre, Joxepa Etxeberri.

María José Artano, del restaurante Elkano.

Ambas comenzaron, de este modo, a trabajar en unos establecimientos que se transformaron por completo gracias a los arrantzales. “Se pasaban toda la semana en el mar y venían el sábado con una chuleta o con un pescado para que se los hiciéramos en el bar. Era algo sagrado para ellos. No sé qué comerían en casa, pero el sábado no faltaba su chuleta o su pescado, y, además, sin mujeres”, cuenta María Rosa. 

“El mejor premio siempre ha sido ver que estás trabajando y que el cliente está a gusto”

María José Artano . Restaurante Elkano

A partir de estas peticiones, ambos locales decidieron dar el salto y convertirse en restaurantes con las parrillas como reclamo estrella. “Fue todo un cambio. Al principio, solo dábamos besugo o chuleta, pero luego empezamos con todos los pescados”, explica María José, recordando la gran novedad que supusieron las parrillas en el municipio. “Venías a la noche y las veías todas encendidas. Había un ambientillo que todavía sigue, pero que ha cambiado mucho. Ahora la parrilla está en todo el mundo”, indica, mientras su compañera homenajeada añade que, en aquellos tiempos, poner las parrillas en la calle fue toda una innovación. “Ahora la gente puede elegir a dónde ir, pero en aquellos tiempos era algo único, y todavía ahí siguen”, agrega.

De las estrellas a la conciliación

Las parrillas, prácticamente de la noche a la mañana, se convirtieron en toda una atracción no solo para los getariarras y guipuzcoanos, sino para cualquier visitante. “En verano se trabajaba con mucha gente de Madrid y de Barcelona y con mucho francés”, apunta María José, al tiempo que María Rosa indica que muchos de los huéspedes alojados en hoteles de Zarautz acababan en Getaria, entre ellos toreros, artistas y escritores, así como actores que acudían al Zinemaldia, como Charlton Heston. “Ahora tienen todo organizado en Donostia y es diferente”, coinciden.

Desde entonces, también ha cambiado el género, cuya cantidad poco tiene que ver hoy en día con la que llegaba por aquel entonces. “La flota está desapareciendo y no es ni la mitad de la de antes. Venían motoras con lenguado, rodaballo, besugo, langosta, centollo, nécoras... y todo era de Getaria. Ahora, es impensable”, señala María José, al tiempo que su cuñada rememora aquellos tiempos en los que los chipirones se pagaban a una peseta y el besugo a cuatro.

“Empezamos como un bar con banderillas y cazuelas y de ahí pasamos al restaurante”

María Rosa Larrañaga . Restaurante Kaia

Muchas veces, las propias mujeres eran las encargadas de ir a la compra a por el género en un tiempo en el que palabras como conciliación no existían. “Empezabas a la mañana con la familia, porque también había tres hijos que cuidar, y luego te ibas a la compra. De ahí, a la cocina a ver cómo estaba todo y de la cocina al comedor. No existía el aburrimiento”, indica la que fuera responsable de Elkano, mientras María Rosa añade que no había “ni aburrimiento ni horas”. “Volvíamos a las tantas a casa y había que levantarse pronto para atender a la familia. Era otro mundo”, señala, explicando que, por aquel entonces, abrían las puertas del restaurante de lunes a domingo, sin descanso.

Nosotros sabíamos lo que había y lo que teníamos que hacer y lo hacíamos. ¿Cómo? No lo sé”, responden con una sonrisa sobre unas jornadas laborales que oficialmente empezaban a las 13.00 horas, pero que realmente lo hacían mucho antes. “Había mucho trabajo que no se ve”, señalan, como la limpieza del chipirón o de la anchoa en cada una de sus temporadas.

A pesar de ello, eso sí, ninguna ve su trabajo como un sacrificio, ya que estaban “mentalizadas” de lo que tenían que hacer y contaban con el apoyo de sus maridos, en un primer momento, y de sus hijos, después. “Hemos tenido la suerte de que han ido creciendo y han seguido con el restaurante”, comentan.

La experiencia en Madrid

No obstante, no todo fueron buenos momentos y ambas coinciden en señalar que los cinco años en los que sus maridos pusieron en marcha un restaurante en Madrid fueron los más complicados. “La vida era muy dura porque una semana estaba un hermano allí y la siguiente el otro, pero aquí también había trabajo y estaba la familia y los hijos. Se les hizo muy duro y al final optamos por volver a casa porque no podíamos con todo”, cuenta María Rosa.

María Rosa Larrañaga, del restaurante Kaia.

“El negocio iba bien, pero cuando te paras a pensar si merece la pena tanto sacrificio, valoramos primero a la familia. Fue bonito, pero duro”, agrega María José sobre un tiempo en el que llegaban a enviar a diario el pescado en avión hasta Madrid. “Aprovechábamos la conexión desde Hondarribia y ellos se encargaban de ir a recogerlo al aeropuerto”, explica, al tiempo que señala que el restaurante contaba con parrillas en su interior y hasta con un vivero.

A pesar de ello, ambas ven la experiencia como algo positivo, ya que se habrían quedado con las ganas de haberlo hecho en caso de no haberlo intentado. “En la vida siempre hay un momento de ambición y ese fue el nuestro. La gente tenía pena de que volviéramos a Getaria, pero a los maridos se les cambiaba la cara cuando iban a venir”, recuerdan.

Ya en Getaria, cada matrimonio se dedicó en exclusiva a su restaurante sin dejar de lado su relación familiar. “Siempre nos hemos llevado bien. El negocio es el negocio y la familia es la familia. Hemos sabido separarlo siempre, que no es poco”, confiesa María José sobre una situación que se repite en la actualidad con sus hijos, ya que ambas disfrutan de un merecido descanso desde hace varios años. “Seguimos pasando por el restaurante, pero solo a saludar. Todo ha cambiado y, además, ya nos toca estar tranquilas”, observan con una sonrisa.