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“Prohibir la pesca recreativa en Pasaia es hacer pagar a justos por pecadores”

Malestar entre los aficionados tras la amenaza de sanción de 200 euros anunciada por la Autoridad Portuaria, que entró en vigor el sábado

“Prohibir la pesca recreativa en Pasaia es hacer pagar a justos por pecadores”Iker Azurmendi

La Bahía de Pasaia ofrece esta semana una imagen a todas luces inusual. Dos trapos usados y dos fardos de paja donde apoyar la caña eran este martes en San Pedro la única referencia cercana de lo que hasta ahora era una concurrida zona de pesca recreativa. Ni un alma en el muelle, en el mismo lugar donde estas semanas atrás se han llegado a dar cita decenas de aficionados. “El otro día contabilizamos 82 pescadores”, según indica a este periódico un trabajador de la lonja.

La afición por la pesca en el muelle, que se ha ido cultivando de generación en generación, parece haber sufrido un abrupto desenlace. La Autoridad Portuaria de Pasaia (APP) ha dado un paso al frente para recordar que, en el ámbito portuario, esta práctica está prohibida, a pesar de que hasta ahora se haya tolerado. Las cosas han cambiado. Quien incumpla la normativa se expone a sanciones de 200 euros. Se trata de una medida disuasoria que entró en vigor el sábado, y que ha surtido un efecto inmediato, borrando del mapa cañas, carretes y aficionados.

“Los habituales que venían con la caña ahora se dedican a pasear de aquí para allá. Nadie se quiere arriesgar a pagar sanciones”, asegura Caetano Correia Novo. Este portugués, que trabaja en una empresa de viveros de marisco, frente a la dársena, lleva décadas observando el ir y venir de pescadores probando suerte, desde la lonja hasta el embarcadero de la motora que une los distritos de San Pedro y Donibane. Una imagen que ha desaparecido en cuestión de días.

Ni un solo pescador este martes en el muelle de Pasai San Pedro, donde hasta ahora se acercaban numerosos aficionados.

La APP justifica la medida ante la necesidad de contener una práctica que "se ha extendido de manera recurrente" en zonas como los muelles de Hospitalillo, Trintxerpe, Pescadería 1 y 2, San Pedro y Donibane, a pesar de ser una actividad prohibida expresamente por el Reglamento de Servicios, Policía y Régimen del Puerto. Detalla además que se han venido generando "problemas que afectan a los vecinos y el entorno", donde la acumulación de basura ha sido una constante, según asegura la Autoridad Portuaria en un comunicado que hizo público el pasado jueves.

"Legión" de pescadores al verdel

La verdad es que ha habido una legión de pescadores al verdel que venían de fuera. Tanta, que ni siquiera había sitio para aparcar, hasta que los vecinos se han acabado por quejar y han dicho basta”, dice Correia Novo, convencido de que la falta de responsabilidad de unos pocos ha provocado que el resto pague los platos rotos. Así lo siente Iñigo Agirre, de 45 años, muy molesto con la medida adoptada.

“Prohibir la pesca recreativa en Pasaia es hacer pagar a justos por pecadores”, señala este vecino de Errenteria que lleva toda la vida yendo a pescar. “Nuestros aitonas y nuestros padres lo hicieron, y nosotros se lo hemos inculcado a nuestros hijos. Esta actividad forma parte de nuestra cultura, el mar es alma de nuestro pueblo y lo que no se puede hacer es, a bote pronto y sin previo aviso, comenzar a sancionar bajo el argumento de que ensuciamos y molestamos al vecindario”.

"Esta actividad forma parte de nuestra cultura, no se puede empezar a sancionar sin previo aviso"

Iñigo Agirre . Vecino de Errenteria

Este aficionado a la pesca, un habitual en Donibane, reconoce que jamás ha dejado porquería, algo que tiene también muy presente su entorno más cercano. “Claro que habrá quien lo haga, pero no por ello se puede demonizar a todos”. Denuncia que no se mide a todos con el mismo rasero y, de hecho, dice estar cansado de ver durante la época estival a “turistas que ensucian calles en las que no puedes ni andar”, algo que él "jamás" ha hecho con su hijo cada vez que va a pescar.

El problema es que igual los pescadores molestamos con nuestro bocadillo de tortilla y nuestra botella, y prefieren apostar por un puerto limpio y sin gente. Igual es la imagen que buscan ofrecer a los extranjeros que vienen con la cartera bien llena”. Si ése es el objetivo, advierte, el resultado va a ser artificial, “porque lo natural es ver la bahía con su pesca recreativa a un lado y otro del puerto. Nunca ha habido ningún problema, pero ahora entras en la dársena y está la Ertzaintza vigilando a todas horas”, confiesa.

Presencia policial

Trabajadores de la lonja explican a este periódico que la presencia de patrullas policiales es habitual, tras el traspaso de las funciones y servicios de la Admnistración General del Estado a la Comunidad Autónoma del País Vasco en materia de ordenación y gestión del litoral.

“Hay quienes han estado viniendo aquí a coger verdeles para venderlos. Los inspectores de pesca llevan años tras ello. Hasta ahora les dejaban coger hasta cinco kilos de pescado, pero algunos se los llevaban al coche, se tomaban un café, y volvían como si nada”. Con todo, otro de los problemas que se ha querido atajar, según apuntan, es el de las peleas y broncas que se sucedían en el muelle de San Pedro de manera recurrente. “Hay quien bebe demasiado y se pone violento. Hemos llegado a ver, aquí al lado, compras de tres botellas de ron. El año pasado un pescador le asestó un navajazo a otro. La verdad es que no tiene mucho sentido que vengas a pasar el rato y acabes dándole un navajazo a alguien”, confiesan.

José Juan Iparragirre nació en San Pedro y vive en Trintxerpe. Es un habitual de la zona, al igual que su amigo Guillermo Montouto. Señalan haber visto en el muelle de San Pedro la llegada de furgonetas desde Madrid y La Rioja. “Venían a lo que venían, a coger todo lo que podían. Les veíamos limpiando los filetes de los verdeles en plena calle, dejando todo hecho una mierda. De hecho, dos perros han tenido que ser operados por tragarse anzuelos que estaban entre la porquería”, aseguran.

"Borrachos perdidos"

Otros vecinos de la zona confiesan haber sido testigos de “las andanzas de pescadores de cincuentaytantos años, borrachos perdidos, dando una imagen que no tenía ningún sentido”. La porquería a su paso, según cuentan, ha sido una constante este tiempo atrás. “Tienen el Eroski al lado, compran sus cervezas y lo que sea, y dejan montañas de basura. Al final, el Puerto se ve obligado a destinar un extra para la limpieza”.

Trabajadores de la lonja reconocen que ha habido fines de semana en los que venían turistas en dirección al museo Albaola “y se encontraban con bolsas de basura tiradas por todos los lados”.

“En vez de venir y pásarselo bien, cogiendo un poco de pescado para comer, al final, por no recoger la porquería, ha llegado todo lo demás. Si la gente hubiera tenido un poco más de educación, nada de esto habría ocurrido”, sostienen empleados del puerto.

Los perjudicados más directos son los vecinos de la zona, que se sienten paganos de la situación. Agirre insiste en que prohibir la pesca recreativa es una medida que "atenta" contra la cultura y el ocio. "Tenemos derecho a pasar el tiempo libre fuera de las ciudades, a relajarnos pescando", señala, molesto por haberse roto el cordón umbilical que ha ido uniendo a diferentes generaciones. “Estamos hablando de un arte, de prácticas que a mí me enseñó mi padre, y que traslado ahora a mi hijo. ¿Por qué no puedo hacerlo? Para cuatro cosas que se pueden hacer en esta vida, nos quitana una". Este pescador insiste en que siempre ha cuiado del entorno, "cosa que no pueden decir muchos turistas. La diferencia es que ellos facturan, y nosotros no".