Las violencias contra las mujeres se manifiestan en formas diversas pero lo que es incuestionable es que atraviesan culturas y fronteras, afectando a mujeres de todas las edades y orígenes. No en vano, según los últimos datos correspondientes al pasado año, de las 58 mujeres muertas por violencia machista en el Estado, 26 de ellas, es decir, el 44,8% de los casos, corresponden a mujeres de origen frente a las 32 mujeres con nacionalidad española, un 55% de los casos.

Tradicionalmente, la migración femenina está profundamente influenciada por la violencia de género, que no solo impulsa a muchas mujeres a abandonar sus hogares, sino que también las expone a nuevos peligros a lo largo de su ruta y en los destinos que alcanzan.

Una niña migrante saluda desde un autobús. | FOTO: IVÁN BENÍTEZ

Las normas de género y los roles tradicionales limitan sus oportunidades y las vuelven más vulnerables, convirtiendo el viaje migratorio en una experiencia marcada por abusos, agresiones y una constante amenaza a su integridad física y emocional. En regiones como África Subsahariana y Centroamérica, la combinación de factores sociales, políticos, económicos y ambientales profundiza esta vulnerabilidad. El cambio climático, la falta de empleo digno y los conflictos agravan las condiciones de vida, impulsando a miles de mujeres a migrar en busca de una vida más segura. Sin embargo, durante el tránsito enfrentan violencia basada en género, como robos, extorsiones y agresiones sexuales, y al llegar a su destino, muchas se encuentran con discriminación, racismo institucional y exclusión social, quedando atrapadas en un ciclo de violencia y marginación.

Para enfrentar estos desafíos, es necesario un enfoque integral que aborde la violencia como causa y consecuencia de la migración femenina, permitiendo políticas que respondan a sus derechos y necesidades. En este sentido es de destacar la labor que realizan organizaciones como Alboan que trabajan en proyectos de apoyo y empoderamiento para mujeres migrantes, refugiadas y desplazadas mediante programas como Mujeres en Marcha para apoyar esta labor y contribuir a un futuro en el que las mujeres puedan vivir con dignidad.

Violencia contra las niñas

Cierto es que la migración es una realidad compleja que afecta de manera especialmente grave a las niñas, quienes enfrentan múltiples tipos de violencia en sus procesos migratorios, desde abusos sexuales y violencia física hasta exclusión social. Estos riesgos se presentan tanto en situaciones de conflicto y posconflicto, donde la violencia de género se intensifica, como en tiempos de paz, ya que las estructuras sociales perpetúan desigualdades y roles de género que afectan a las niñas y mujeres migrantes.

A pesar de los desafíos, muchas niñas migrantes muestran gran resiliencia, demostrando que con el apoyo adecuado pueden reconstruir sus vidas y contribuir a sus comunidades.

Esta problemática invisibilizada obliga a crear entornos seguros para las niñas en situación de movilidad forzada por lo que la labor de las ONGs incluye campañas de sensibilización, apoyo integral y la defensa de políticas migratorias que protejan sus derechos y garanticen acceso a servicios básicos.

No obstante es labor de todos sumarse a esta causa y a apoyar el cambio necesario para que las niñas migrantes puedan vivir libres de violencia y con oportunidades de desarrollo. La protección de las menores debe ser una prioridad global, ya que su futuro impacta directamente en el bienestar de nuestras sociedades.

A medida que la crisis climática se intensifica, quienes defienden los ecosistemas enfrentan amenazas graves, muchas veces letales, por parte de quienes buscan explotar los recursos naturales. Según Global Witness, solo en 2023, 196 personas fueron asesinadas por su labor en defensa de la tierra, el agua y la vida; desde 2012, más de 2.100 personas han muerto en esta causa, entre ellas, muchas mujeres. Las mujeres, especialmente aquellas de pueblos indígenas y afrodescendientes, viven un desafío doble. No solo enfrentan represalias por oponerse a industrias extractivas y defender su territorio, sino que también sufren discriminación de género dentro de sus comunidades. La violencia que enfrentan se ve agravada por la falta de protección y la impunidad, que permite que los crímenes queden sin castigo y crea un clima de miedo que silencia a potenciales defensoras.

La lucha por los derechos humanos y la defensa del medio ambiente son causas inseparables. La violencia y el silencio que rodean estos crímenes demandan apoyo y acción para proteger a quienes, arriesgando sus vidas, luchan por un planeta más sostenible y justo.

Las violencias contra mujeres y niñas es una problemática compleja y multifacética por lo que abordarla requiere visibilizar las diversas experiencias y trabajar en soluciones inclusivas que respeten los derechos de todas.

Ser migrante y mujer crea una doble carga de discriminación. Las mujeres migrantes en situación irregular no solo sufren la invisibilización de su existencia, sino también una violencia de género que se entrelaza con el racismo y la exclusión. Con frecuencia, enfrentan el rechazo de las instituciones, que, al no considerarlas ciudadanas, las relegan a la invisibilidad, limitando su acceso a servicios básicos y perpetuando el ciclo de violencia.

En corto

Tránsito

Migratorio. Durante el tránsito migratorio las mujeres enfrentan una violencia específica, basada en su género. No solo son víctimas de robos y extorsiones; también sufren secuestros, agresiones sexuales y violencia física. En muchos casos, la violencia es tan común que terminan por normalizarla como una estrategia de supervivencia. Para muchas, el abuso comienza antes de salir de sus países de origen y se agrava en el trayecto, exponiéndolas a riesgos que elevan su nivel de vulnerabilidad.

Destino

Más vulnerables. La violencia hacia las mujeres no se limita a sus lugares de origen, sino que se reproduce y amplifica a lo largo de su recorrido y en los países de destino. Abordar la migración femenina desde un enfoque que considere la violencia como causa y consecuencia de su desplazamiento es esencial para desarrollar políticas que realmente respondan a sus necesidades y derechos, y en condiciones de igualdad, ya sea en sus hogares o en los lugares donde decidan rehacer sus vidas.