El 8 de septiembre no es una fecha cualquiera en el calendario. Hoy se celebra el Día del Cooperante, una conmemoración que, más allá de la efeméride, pone rostro y voz a las personas que trabajan incansablemente para mejorar la vida de los más vulnerables en el mundo. Muchos de ellos lo hacen lejos de su hogar y de sus seres queridos, en tierras conflictivas donde las dificultades son el pan de cada día.

Esta fecha no es casualidad. En 2006 se eligió este día al coincidir con el aniversario de la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, firmada en el año 2000 por 189 países. La Declaración supuso un acontecimiento histórico, al ser el primer compromiso universal para intentar erradicar la pobreza extrema, el hambre y las desigualdades en el mundo. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y hoy los Objetivos de Desarrollo Sostenible, son la hoja de ruta que los cooperantes de todo el mundo siguen como guía para transformar las promesas en acciones tangibles.

Vocación y sacrificio

Según la definición oficial, un cooperante es aquella persona que trabaja por una entidad o institución en un país de desarrollo, en el ámbito del desarrollo o el de la ayuda humanitaria. Los cooperantes no son ni voluntarios ni becarios, sino trabajadores con contrato laboral o empleados públicos con una relación de tipo laboral o estatutario con la entidad o institución promotora del trabajo. Esto es lo que dice la legislación, pero... ¿Qué significa realmente ser un cooperante?

El trabajo de un cooperante no se limita a proporcionar ayuda inmediata, sino que busca transformar realidades a largo plazo. Desde el acceso al agua potable en comunidades rurales hasta la implementación de programas educativos en zonas de conflicto, su labor abarca un espectro amplio y crucial.

Ser cooperante implica, en muchos casos, dejar atrás una vida cómoda, una carrera profesional más previsible y segura, para enfrentarse a la incertidumbre diaria. La distancia física no es el único obstáculo. También lo es la desconexión emocional que muchos experimentan al estar lejos de sus familias y amigos, inmersos en realidades que, a menudo, parecen imposibles de cambiar. Además, muchos cooperantes se enfrentan a condiciones extremadamente difíciles: desde la inseguridad y el aislamiento hasta la constante adaptación a nuevas culturas y contextos.

Sergio Iturre trabaja desde hace seis meses ayudando a poblaciones indígenas en Perú. Cedida

Ser cooperante, por tanto, va más allá de ejercer una profesión. La esencia de su labor es mucho más profunda y compleja; es una vocación que exige dedicación, sacrificio y un enorme compromiso con el bienestar ajeno más allá de un contrato laboral. 

El cooperante se adentra en el corazón de las comunidades con las que trabaja, no como meros observadores, sino como actores fundamentales en el proceso de cambio. Su presencia en el terreno permite una comprensión profunda realidad local, así como un diálogo constante entre las necesidades de las comunidades y las posibilidades de las entidades internacionales.

Euskadi y Nafarroa, ejemplos de solidaridad

Euskadi y Nafarroa son pioneros en la cooperación internacional desde hace décadas, con numerosas ONGs y organismos que desarrollan proyectos en todo el mundo. En la CAV hay actualmente 162 cooperantes, mientras que Navarra cuenta con 85, cifras que pueden parecer modestas pero que suponen un enorme impacto. Estas personas forman parte de los 2.737 cooperantes españoles que trabajan cada día por un mundo más justo en más de 90 países. Si bien la mayoría de ellos se encuentra en el África subsahariana (un 43 %), también hay muchos que actúan en Sudamérica (25 %), América Central y el Caribe (13 %) y otras regiones del mundo. Lugares donde las oportunidades escasean y las necesidades son urgentes.

Porcentaje de cooperantes españoles por comunidades autónomas AECID

Los países que destacan en cuanto a número de cooperantes son: Bolivia, con 330; Mozambique, con 211 cooperantes españoles trabajando allí; Senegal, con 146; Kenia, con 139 personas; y Colombia, que cuenta con la presencia de 116 cooperantes

El número total de cooperantes ha aumentado un 5,5% respecto al año pasado, a pesar de la difícil situación por la que atraviesan países receptores habituales de la cooperación española como Níger, Nicaragua o Haití. Esta estabilidad en las cifras reafirma el compromiso Euskadi y Nafarroa, así como del estado español con la cooperación internacional.

El perfil más habitual de los cooperantes es el de una mujer mayor de 35 años, que trabaja en África Subsahariana para una ONGD o como personal religioso. Las mujeres representan el 53 % del total de los 2.737 españoles que se encuentran ahora mismo destacados en el exterior y que se dedican profesionalmente a la cooperación internacional para el desarrollo y a la acción humanitaria.

La gráfica muestra datos sobre dónde trabajan los cooperantes españoles AECID

Pero detrás de las cifras y estadísticas que llenan los informes, detrás de cada proyecto de desarrollo, hay historias humanas que rara vez salen a la luz. Historias de sacrificio, coraje y una entrega inquebrantable. Historias como las del navarro Sergio Iturre, el vizcaíno José Luis Lejardi o Ester Vignolles. Los tres decidieron dejar todo atrás para construir puentes entre la esperanza y la realidad en lugares donde la vida parece no dar tregua.

Recicladoras de oficio empaquetando material en Colombia. Cedida

En un acto celebrado el viernes, el ministro de Exteriores, UE y Cooperación, José Manuel Albares, destacó el trabajo de los cooperantes españoles y alabó la aprobación en julio del nuevo Estatuto del Cooperante, “un hito que marca un antes y un después en la dignificación y profesionalización” de sus carreras.