La creciente demanda de agua, la competencia entre sectores como el energético o la agricultura y el recrudecimiento de la aridez, las sequías o las inundaciones están sometiendo a una presión alarmante a ese recurso esencial para la vida y el desarrollo económico, especialmente en el sur de Europa.

"Aunque actuemos ahora, será difícil esquivar las peores consecuencias", avisa un científico del Centro de Investigación Conjunta de la Unión Europea (JRC) de Ispra donde trabajan unos 2.000 especialistas que convierten esa zona del norte de Italia cercana a Milán en el tercer enclave con más profesionales empleados por la Comisión Europea, tras Bruselas y Luxemburgo.

Las conversaciones con Efe y otros medios de comunicación, en vísperas de que el Ejecutivo comunitario organice la semana próxima en Bruselas una conferencia de expertos en medioambiente centrada en el agua, se desarrollan bajo la condición de atribuir sus declaraciones a fuentes europeas para otorgarles más libertad al expresarse.

Sensación de urgencia

En todos ellos, sean expertas en tratamiento de aguas residuales o doctores dedicados a generar proyecciones matemáticas sobre desastres climáticos, se percibe una sensación de urgencia para limitar los impactos del cambio climático en Europa, la región del planeta que más rápido se calienta.

Lo que trasladan no son sus opiniones, sino las conclusiones a las que han llegado a través de sus investigaciones, muchas de ellas diseminadas en estudios e informes, como el análisis de la Agencia Europea del Medioambiente que indica que el 38 % de la población de la UE estaba afectada por escasez de agua en 2019, antes incluso de la "histórica" sequía que aún azota parte de la UE.

Los últimos datos del Observatorio Europeo de la Sequía indican que el 16,4% del territorio de la Unión Europea se encontraba a inicios de mayo en situación de "calentamiento" y el 1,9 % en "alerta", con especial incidencia en la costa mediterránea española.

"Parece que la sequía continuará en el sur de España y el norte de África", dice uno de los mayores expertos en escasez de agua de la UE, quien explica que las sequías tienen un "efecto cascada" en distintos sectores y servicios económicos incluso si se producen fuera de Europa, pues afectan a los mercados de materias primas.

En los dos últimos años se ha avanzado mucho en concienciación, agrega el especialista, quien cita como ejemplo la Alianza Global para la Resiliencia a la Sequía impulsada por España y Senegal y a la que se han apuntado ya 28 organizaciones internacionales y 37 países, el último Arabia Saudí esta misma semana.

Riad, precisamente, albergará en diciembre de este año uno de los grandes eventos hidrícos del año, la decimosexta conferencia de Naciones Unidas sobre la desertificación.

Acción global

Es una buena noticia, porque el problema del agua sólo se puede mitigar a través de una "acción global", resume un experto, quien subraya que las estimaciones apuntan a un "incremento en la frecuencia y la intensidad de las sequías y la solas de calor".

Uno de los grandes temores es que se superen los "puntos de inflexión", que umbrales que pueden desencadenar efectos significativos e irreversibles.

Uno de ellos se refiere al sistema de corrientes del Atlántico, que afectaría particularmente a Europa porque es una zona situada entre varias regiones polares y tropicales. Si colapsa, el norte del continente se enfriará significativamente al tiempo que el sur se calentará aún más rápido.

"Está más cerca de lo que pensábamos", avisan las fuentes.

Soluciones

La escasez de agua afecta también al entramado energético, comprometiendo la generación hidroeléctrica o la capacidad de enfriar las centrales nucleares, e incluso puede impactar en los fenómenos migratorios, de forma indirecta y en combinación con factores como la inestabilidad política, además de impactar también en la agricultura y la producción de alimentos.

Pero existen soluciones, más allá de la necesidad generalizada de reducir las emisiones de CO2, y "la clave es la prevención y la adaptación" y la amplitud de miras, dicen.

"No vale con mirar sólo la Política Agraria Común. No se deben buscar soluciones para un sólo sector, sino que el enfoque tiene que ser multisectorial", desde adaptar los cultivos y las actividades económicas hasta instalar desaladoras para acomodarse a un contexto cada vez más seco, dice un científico.

"Hay buenas oportunidades y posibilidades, pero hay necesidad de actuar", subraya un experto consagrado a estudiar el planeta azul.