Una mujer octogenaria, Isabel, de 89 años, y su hijo, Juanjo, de 59, fueron encontrados muertos el pasado jueves en su vivienda de Basauri. El hallazgo se produjo sobre las dos de la tarde en un segundo piso ubicado en la calle Karmelo Torre de la localidad vizcaina. Los vecinos de Isabel y Juanjo llevaban días sin ver a madre e hijo, aunque eso no hizo sospechar que pasara nada, ya que la mujer tenía problemas de movilidad y apenas salía de casa. “A ella hacía mucho que no la veíamos salir de casa porque no estaba bien, por eso tampoco te extrañas de no coincidir”, relataba ayer a las puertas del edificio una de las vecinas, que aseguraba que “no es nada fácil hablar de algo así”.

Aunque en primera instancia se habló de que fueron los vecinos quienes dieron la voz de alarma, al parecer fue uno de los amigos de Juanjo quien avisó al no verle salir a potear como solía hacer habitualmente.

Cuando la Ertzaintza accedió el pasado jueves al domicilio de la calle Karmelo Torre de Basauri, se encontraron a Isabel en el pasillo, desnuda y con un pañuelo en la cabeza, y a Juanjo tendido encima de la cama de una habitación.

Desnuda y con un pañuelo en la cabeza

La muerte natural de ambos es la hipótesis que más peso tiene para los investigadores, pero habrá que esperar a la autopsia para saber qué provocó el fallecimiento de madre e hijo. “Pudiera ser que a Juanjo la muerte le sorprendiese mientras dormía y su madre, incapacitada y también enferma, muriera de inanición. Puede que intentara pedir ayuda o buscar a su hijo y sufriese una caída en el pasillo de la casa”, explicaron a este periódico fuentes cercanas a la investigación.

Desde hacía un tiempo a Juanjo no se le había visto en el barrio. De hecho, él era el encargado de hacer las compras. Le llamaban por teléfono, pero no respondía. Además, según cuentan los propios vecinos de la calle, las persianas del segundo piso llevaban tiempo sin levantarse.

Relato de los vecinos

Según relataban ayer los vecinos más cercanos, los últimos días que vieron a Juanjo salir a la calle, le notaron decaído. “Juanjo no se encontraba bien”, confesaba una de las fruteras del barrio que trataba habitualmente con él. “Hace como dos semanas le vi en la calle muy pálido, delgado y no tenía buen aspecto; algo le pasaba”, señaló.