donostia - Recién vacunada -"empujada por la familia, porque si fuera por mí no lo hubiera hecho"-, Esther Ferrer (Donostia, 1937) pasa la mayor parte del día en su estudio de París, donde no entra ni siquiera su marido. Acaba de terminar una serie de Números primos, proyecto que comenzó en los 70 y ha retomado. La artista, considerada una de las grandes creadoras en el género de la performance y Premio Nacional de Artes Plásticas, insiste, alto y claro al otro lado del teléfono, que "ante la catastrófica tesitura de la pandemia, lo que toca es resistir".

¿Cómo está viviendo la pandemia?

-Hay un ambiente general de tristeza, de cansancio. Aquí en Francia tenemos que estar a las 18.00 en casa y como no podemos acudir a museos, teatros, ni conciertos€ ni ver a los amigos, más que a cuenta gotas, paso la mayor parte del tiempo trabajando en mi estudio. Y qué decir sobre la catastrófica situación socio-económica y política que estamos atravesando...

¿Qué opina de las restricciones? ¿Estamos viviendo un retroceso a nivel de libertades?

-Solo espero que la democracia no sufra demasiado, porque cada vez estamos perdiendo más libertades y derechos. El problema es que la historia nos recuerda que las leyes liberticidas aprobadas en un contexto concreto, luego una vez superado el problema, es muy difícil eliminarlas. Quieren que vivamos en el miedo; ahora es la pandemia, antes fue el sida, los asteroides, las armas de destrucción masiva... Vivimos en la cultura del miedo y esto al poder le interesa mucho. El filósofo Foucault ya dijo que el poder no había inventado la peste, pero que la utilizaba como mecanismo de control.

Sobre su trabajo, en enero de 2020, justo antes de la pandemia representó una vez más en Donostia la performance 'Íntimo y personal', que viene haciendo desde finales de los 60. El espectáculo consiste en medir el propio cuerpo y el de otros. ¿Por qué ese interés por el cuerpo?

-Esta performance ha tenido muchas variaciones desde que comenzara a representarla. Cuando la ideé, en los años 60, el movimiento de liberación de la mujer empezaba a expandirse. Mi idea era darle protagonismo al cuerpo femenino, instrumentalizado y manipulado a lo largo de la historia del arte, y utilizado como vehículo de los fantasmas, complejos y angustias machistas y paternalistas. Utilicemos, pues, nuestro cuerpo para vehiculizar nuestro propio discurso feminista. Somos mujeres y utilizamos nuestro cuerpo para reivindicar que no tenemos por qué ser guapas, delgadas y ricas. El cuerpo es un soporte del mensaje que quiero trasladar.

¿Qué le interesa de la 'performance', la reacción del público?

-No, no y no. La reacción del público es la suya propia, no busco influir en ese sentido. Yo hago lo que quiero hacer y el público es libre de pensar al respecto lo que quiera. Si una idea es buena, es eficaz, y eso es lo que me interesa. Mi trabajo lo hago porque lo necesito, y si eso le hace reflexionar, si le produce satisfacción a alguien, maravilloso. Otra cosa es que la obra tenga como objetivo la denuncia de un fenómeno social, como puede ser la inmigración o los feminicidios, entonces es la realidad la que se impone y provoca la reacción.

Usted ha dicho: "No me interesa despertar emociones; me interesan la inteligencia y el pensamiento".

-Vivo sumergida en las emociones como todo el mundo, pero me refiero a que me interesa más la reflexión ante una obra que la mera admiración. Prefiero que se rían, incluso que se rían de mí, de hecho, me gusta el ridículo. En los 70 hicimos (con el grupo ZAJ) una gira por los Estados Unidos, haciendo performances en universidades. 20 años más tarde, en una fiesta en Nueva York, un chico joven se me acerca y me cuenta que unos años antes había presenciado una de nuestras actuaciones y le había parecido una gran tontería. Pues bien, me contó que hoy en día, siendo profesor en esa misma universidad, dedica cada año un día a hablar del trabajo de ZAJ. Algo le había provocado nuestro trabajo que no fue consciente hasta un tiempo después.

Sobre el feminismo, dijo en una ocasión: "No soy una artista feminista, soy feminista desde que levanto hasta que me acuesto".

-Soy feminista hasta que no sea necesario serlo. No necesito ponerme ningún tipo de etiqueta; al igual que ocurre con la sexualidad, la verdadera liberación llegará el día en el que seamos lo que nos dé la gana, sin tener que decir si somos trans, lesbianas o bisexuales. Vivir sintiendo lo que realmente eres, sin tener que luchar ni reivindicar nada.

¿Se ha sentido siempre libre de hacer lo que cree que tiene que hacer?

-En mi trabajo no acepto ningún tipo de condicionamiento; hago lo que creo que tengo que hacer, cuando tengo ganas de hacerlo. A nivel consciente, mi trabajo es mi espacio de libertad, aunque seguro que tengo mis propios condicionamientos subjetivos y mis limitaciones.

¿Le da miedo perder la inspiración?

-Lo principal es seguir trabajando; cuanto más trabajo, más ideas tengo. Cuando empiezo el proceso de desarrollo de una idea, puede resultar que la idea inicial la descarte, pero eso me da pie a trabajar en una nueva línea. En algunos trabajos plásticos me ha ocurrido dejarlos a un lado para recuperarlos años después. Esto mismo me ha sucedido con la serie Número primos, que comencé a principios de los 70 y muchos de ellos los tiré porque me parecían horrorosos; sin embargo, años después, recuperé por sentimentalismo algunos de los que tenía guardados, y les he encontrado otro sentido.

¿Cómo es su estudio?

-Cuando veo los estudios de otros artistas me quedo admirada de lo bien organizados que están. No es mi caso. El estudio es mi lugar de trabajo, donde paso casi todo el día, y al que no viene casi nadie, ni siquiera mi marido ni mis amigos, solamente mi asistente.