l pasado lunes 8, un magnífico reportaje de Concha Lago describía el perfil del paciente de coronavirus. Mayoritariamente varón, regordete, “cascado” y vetusto. Hay que añadir un nuevo parámetro, calvo. Efectivamente, los alopécicos acaban de convertirse en un grupo de riesgo, según se desprende de un estudio publicado por la revista científica Journal of Cosmetic Dermatology. Para los cotillas universitarios, preocupados por el impacto de las revistas, les diré que en el ranking global sería la 7.973 de 12.534 del total de revistas indexadas en el JCR del 2018, de Web of Science.

Un estudio analiza la relación entre la calvicie masculina severa y el coronavirus. La hipótesis sobre la que se trabaja es que los pacientes con formas severas de alopecia androgénica serían susceptibles de padecer formas de la enfermedad por coronavirus más graves. El mecanismo causal es que los andrógenos estimularían los receptores TMPRSS2 y por tanto tendrían más capacidad para colonizar los epitelios pulmonares. Ya nos hemos referido en alguna ocasión a la inflación de artículos científicos, de todo pelaje.

El parlamentario de Ciudadanos en las Cortes Valencianas Toni Cantó ha propuesto la incorporación, en la desescalada, de perros para la detección precoz de la COVID-19 en la comunidad autónoma, reclamando una dotación presupuestaria para iniciar la investigación. Yo propongo sustituir por chimpancés (Pan troglodytes) la mitad del aforo de todos los parlamentos. Son fáciles de adiestrar para que aplaudan, armen gresca o accionen una de las dos opciones luminosas, cuando el jefe de bancada/domador se lo indique. Los resultados serían similares. Y el ahorro en nóminas y dietas lo dedicamos a investigar cosas serias y a pagar un sueldo digno a los investigadores, evitando su fuga.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local, de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria