nablus - Fue en 1950 cuando comenzaron a establecerse en este dédalo de callejuelas, donde apenas entra la luz. Maryan Mustafa explica que sus familiares llegaron al campo de refugiados de Balata, en Nablus, con la idea de quedarse dos semanas y ya han pasado siete décadas desde entonces. Las viviendas, por llamarlas de algún modo, son lóbregos habitáculos de 40 metros cuadrados en los que nunca se cuela el sol. Recorrer algunas de sus calles es angustioso. Son tan estrechas que no entran ni los muebles. Es habitual que cuando algún familiar fallece saquen el cuerpo a hombros entre varios miembros porque ni siquiera pueden introducir el féretro. Aquí comenzó la primera Intifada, en el campo de refugiados de mayor tamaño de Cisjordania, que acoge a más de 31.000 personas en condiciones infrahumanas. Balata se encuentra rodeado de colonos y soldados israelíes. La joven explica que durante la segunda Intifada (2000-2006), su esposo, que era periodista, tomaba fotos cuando recibió un balazo mortal. “Arrestaron a mis dos hermanos y le rompieron los dientes a mi madre cuando trataba de proteger a sus hijos”, relata la joven. Las familias tienen una media de cinco hijos. Muchas dicen que tienen descendencia porque, de alguna manera, intuyen una tercera Intifada. En una de las paredes puede verse un mural junto a la frase Gora Euskadi eta Palestina.

Ya en el casco histórico de Nablus, la ciudad de la resistencia, a unos 49 kilómetros al norte de Jerusalén, descubrimos calles repletas con fotos de mártires. La vida bulle en esta zona de enorme potencial que apenas recibe visitas de extranjeros, donde dulces de todos los colores y olores convierten su mercado en un regalo para los sentidos.

Son una constante las marcas de balas en los edificios, y placas en memoria de los mártires asesinados por el ejército israelí durante la primera invasión de la segunda Intifada. En esta ciudad conservadora hay infinidad de historias personales ocultas detrás de cada muro. “Pese a todo queremos abrir la mente a los jóvenes. Podemos perder todo menos la cultura”, dicen con determinación desde la organización Tanwer, creada en 1987.

Sus integrantes otorgan una especial importancia a la formación y la creatividad como modo de resistencia. “No queremos un estado religioso. No queremos pisar a nadie. Solo buscamos Justicia, Igualdad, dignidad y una vida en libertad”. - Jorge Napal