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“En los albergues estamos atendiendo a un turismo barato”

Los hospitaleros voluntarios que atienden los albergues de donativo se muestran “hartos” de los “pseudoperegrinos”

“En los albergues estamos atendiendo a un turismo barato”

Donostia - “Pseudoperegrinos”, “turistas con credencial”, o simple y llanamente, “turistas”. Así define el presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Gipuzkoa a una gran mayoría de las personas que atraviesan el territorio haciendo la ruta Xacobea durante el verano “de playa en playa”. “Estamos atendiendo a un turismo barato”, resume Fernando Imaz.

El problema es que estas personas se aprovechan de los albergues que gestionan los hospitaleros de la asociación de manera voluntaria y en los que no se cobra ninguna tarifa por dormir. “Hay webs alemanas que se jactan de que puedes hacer el camino gastándote 20 euros al día y de esos 20, doce son para cervezas”, expone como ejemplo el veterano hospitalero, que lleva acogiendo peregrinos en diferentes centros desde 1991. U otro más: “Te escriben por email preguntándote si das desayuno, cena...”.

En verano, el Camino del Norte, como se conoce a la ruta que discurre entre Irun y Santiago de Compostela por la costa cantábrica, ve incrementado el número de personas que la transita de manera exponencial. Calculan que 25.000 personas atravesaron el territorio el año pasado y este curso ya han notado “un incremento”. Solo en Donostia 3.800 peregrinos durmieron durante los meses de julio y agosto de 2018 en el albergue que hasta entonces la asociación gestionaba en las instalaciones que les cedía Claret Ikastola y para quienes no tienen más que palabras de “agradecimiento”.

Al cerrarse este centro educativo situado en Gros por el descenso en el número de matriculaciones, la asociación tampoco podrá seguir usando este local, en el que contaban con 75 plazas para dar cobijo a los peregrinos que recalan en Donostia durante la época estival.

Se cierra un ciclo iniciado en 2016 que ha sido “complicado” por la masiva afluencia de ese perfil de turista que se enmascara en la piel de un peregrino. “Sobre todo ocurre en las grandes ciudades o lugares con playa, en albergues grandes”, afirma Imaz en referencia al ya citado u otros como el de Deba, que tiene 60 plazas.

Sin otras opciones a la vista, el próximo verano la capital guipuzcoana no contará con un Hospital de Peregrinos, como denominan a este tipo de albergues que son exclusivos para peregrinos y en los que se lleva a cabo la tradicional labor hospitalaria, con un voluntario que acoge a quienes llegan al refugio y en donde solo se pide “la voluntad” con la que, según suelen decir, “atenderán al peregrino de mañana”. Para dormir en este tipo de albergues, que suelen permanecer abiertos de 15.00/16.00 horas a 22.00 horas, hay que presentar la Credencial del Peregrino.

Este documento, que se sella y se fecha en los lugares por donde se pasa, permite acreditar al peregrino que está realizando la ruta y también le da derecho a pernoctar en los albergues exclusivos para ellos. Conseguirla es fácil, ya que se entrega a quien lo pide en las asociaciones, por lo que cualquiera puede obtenerla. Y con ella, realizar el Camino.

El problema reside en que quien porta la credencial (“al final no sirve para nada”, afirma rotundamente Imaz) está más interesado en hacer turismo que en completar la ruta Xacobea y para ello se aprovecha de la infraestructura que asociaciones como la guipuzcoana ofrecen desde la buena voluntad para disfrutar de unas vacaciones tiradas de precio.

“Solo tres de cada diez personas que duermen en el albergue -Donostia- dejan donativo”, afirma. En la capital guipuzcoana lo obtenido mediante donativo sale a una media de 3 o 4 euros por persona. En albergues más pequeños, sin embargo, como el de Pasai Donibane, con sus 14 plazas, o en rutas mucho menos masificadas, como la del interior -que atraviesa la cueva de San Adrián-, donde en un albergue como el de Beasain pernoctan 300 personas al año, el donativo suele ser mayor, también porque la acogida es diferente, más íntima”, explica. Y apostilla: “Pero claro, Beasain no tiene playa”, por eso quien opta por esta ruta busca, quizá, ese camino más auténtico y solitario.

Cuatro robos Entre tanta gente, además, se cuela de todo. En lo que va de año se han producido cuatro robos, uno en Irun, donde se hicieron con once teléfonos de las personas que estaban alojadas y unos 1.000 euros -según calculan-; dos en el albergue privado de Getaria, donde en total se llevaron unos doce móviles y 4.000 euros; y un cuarto robo de ropa y comida en Zumaia. “Habían cogido de la nevera hasta la insulina de un peregrino”, recuerda Imaz.

Pero es en Donostia donde, en general, la situación les ha llegado a superar y han acabado, confiesa Imaz, “hartísimos” por la actitud de quienes buscan alojamiento gratis y, además, “exigen”. “Bajan de las Doce Tribus -comunidad de Ulia que también ofrece pernoctar a los caminantes-, que está a kilómetro y medio, y a las nueve y media de la mañana se plantaban en la puerta de Claret. Cuando pasaban los curas, les pedían explicaciones de por qué no abrían”, reprueba. Exigencias que iban acompañadas de insultos y faltas de respeto.

Desde 2006 hasta 2015, los voluntarios de la Asociación de Amigos del Camino ofrecían alojamiento en verano en las instalaciones de Jakintza Ikastola, en el Antiguo. Y a partir de 2016 se trasladaron a las del antiguo Mariaren Bihotza, en Gros.

Con los años la afluencia de turistas, en lugar de peregrinos, ha ido a más. Y la actitud maleducada y, a veces, desafiante de estas personas ha hecho que en 2017 cinco de los hospitaleros que solían cubrir los turnos de verano en Donostia rechazaran hacerlo y otros tantos hicieran lo propio al año siguiente. “Es que es de vergüenza” lo que llegan a hacer algunas de estas personas, según sostiene Imaz.

Miembros de la asociación de Gipuzkoa que realizan estos turnos voluntarios de diez días como hospitaleros son unos 70, a los que hay que sumar otros 60 que vienen de fuera hasta cubrir los 130 turnos necesarios para gestionar los albergues de Irun, Pasai Donibane, Donostia, Zarautz (estos dos últimos solo en verano), Zumaia, Deba, Andoain y Beasain.

La media de edad de los hospitaleros, en general, es alta. “En Donostia estaba en 76 años”. Y aunque Imaz llega a afirmar con cierta rabia que estos albergues “ya no tienen razón de ser porque lo que reciben son solo turistas”, siguen y continuarán al pie del cañón desarrollando una labor que, efectivamente, es impagable, pero que en cierto modo les sigue llenando. No obstante, el presidente cree que el futuro está en la profesionalización, en la iniciativa privada, “porque la situación no va a ir a mejor”. “Al fin y al cabo, lo que nos llega es también reflejo de lo que hay en la sociedad”, reflexiona.