hoy volverán a llenarse las calles, las mujeres volverán a dejar oír su voz bien alto. El 8 de marzo de 2018 ha quedado grabado en las retinas y en los oídos por la respuesta masiva dada a las llamadas de movilización pero, sobre todo, porque dejó en evidencia el poder del movimiento feminista que, con tres siglos de historia a sus espaldas, muestra una energía joven e imparable.

El feminismo es el que es por las mujeres que lucharon antes y será a futuro lo que las mujeres jóvenes que van tomando el relevo quieran que sea.

Empoderamiento

Flo Rodríguez Da Costa tiene 25 años y es una de esas mujeres jóvenes que se hallan en primera fila. “Me acerqué al feminismo en la ESO por cosas que veía al mi alrededor y porque cayó en mis manos un libro de Simone de Beauvoir”. A partir de ese momento se animó a estudiar y a formarse por su cuenta. “A raíz de la militancia política” comenzó a trabajar con ahínco en el movimiento feminista. Y ahí sigue.

Su evolución la ha vivido como un proceso. “Al principio fue algo muy mío. He hablado mucho con mi abuela, que vive en Uruguay, que ha sido mi apoyo porque en mi entorno todavía hay cosas que no entienden y la palabra feminista les resulta de alguna manera extraña”.

Aunque ya ha se ha enfrentado a alguna situación algo tensa, “alguna vez sí me han llamado feminazi, algo que se suelta demasiado rápido y sin pensarlo”, observa que quienes así proceden ya “se cortan más a la hora de exhibirse”. Entre la gente de su edad todavía hay confusión pero se congratula de “estar conociendo gente nueva”. “Es un empoderamiento continuo”, subraya.

Cada momento histórico tiene sus características, sus marcas, y las demandas también se adaptan a cada etapa, cuando no cambian. Pese a su juventud, Rodríguez constata que “el movimiento evoluciona”. “Siempre se ha tenido clara la raíz, pero hemos ido trabajándolo más, lo hemos entendido mejor”.

Esta joven mujer reivindica “desincrustar” el machismo de la educación y algo que debería resultar tan sencillo como “salir de fiesta sin miedo”.

“El pasado 8 de marzo salí de casa a las 8.00 y volví a las 4.00 de la mañana del día siguiente. Fue muy cansado pero muy bonito”. Así resume su experiencia, que le llegó hondo. “Cuando regresé a casa, me metí en la ducha y pensé: esto ha sido guay”.

Sacó cientos de fotos mientras asumía que lo que pasaba “era maravilloso”. “Veía gente muy joven al lado de gente muy mayor y eso sirvió para que todas nos diéramos cuenta de que el feminismo no es una moda y que seguimos siempre para adelante. Hay mujeres que llevan peleando muchísimos años y mujeres que seguirán peleando muchísimos más”.

Respecto al apoyo de sus compañeros varones “tengo la sensación de que en la universidad está mejor que en la calle. En la universidad se entiende que esto no va solo de las mujeres. Va calando en la sociedad que el feminismo tiene que ser”. apunta.

Pero, constata”, “parece que la teoría se sabe pero la práctica todavía cuesta, aunque se haya evolucionado mucho”. Y en ello trabaja. Por eso los días previos al 8 de marzo los ha vivido “a tope y con muchas ganas”. “Tengo la meta personal de que cada mujer luzca su chapa el 8-M y ando como loca repartiéndolas. Está siendo muy bonito y se nota en el ambiente que llega el día. Espero que se pare todo, incluso más que el año pasado”.

Transgresión

Nagore Iturrioz es de una generación de feministas que ronda los 40 años. “Creo que yo soy feminista desde que tengo uso de razón. Era feminista en el instituto y he sido militante feminista activa a lo largo de toda mi vida, de forma distinta y no siempre con la misma intensidad”, explica. “La desigualdad que he vivido es algo que me ha atravesado y de lo que he sido consciente desde pequeña”, subraya.

Iturrioz tiene claro que “el movimiento feminista no es algo monolítico” y que engloba “distintas vertientes”. En su opinión, “el feminismo es una teoría política”, que como otras tiene distintas aristas. “No hay solo un feminismo”, añade Iturrioz, que como ejemplo de esta pluralidad pone su experiencia: “Como activista me he colocado casi siempre en el transfeminismo, que quizá tiene un tinte más transgresor con el que tal vez no todo el feminismo comulga”.

Sin entrar a analizar la evolución de cada feminismo, Iturrioz sí observa que en el “feminismo general, el que afecta a toda la sociedad, ha habido una evolución porque hemos conseguido integrar en la agenda política el concepto en sí”.

Mira Iturrioz hacia atrás ,y pese ser una mujer joven, se recuerda a sí misma “diciendo muy tímidamente que era feminista, por miedo. No por miedo a que me dieran una paliza, sino porque existía cierta satanización del movimiento feminista”.

Así las cosas, “decir que eras feminista no era tan fácil”. Hoy en día “casi todas las mujeres dicen que lo son lo que, en sí, ya es un logro”. “Al margen de feministómetros, sin entrar a valorar quién lo es más o menos, que las mujeres se nombren como feministas es ya un logro”.

“El pasado 8 de marzo fue un hito para nosotras. Muchos de los políticos que apoyan hoy la huelga feminista se vieron obligados a incluir en su agenda política el feminismo”, señala. Pero aquí también el movimiento feminista no se dejó amilanar ante algunos vaticinios no muy halagüeños. “Una vez más nos tildaron un poco de locas y nos dijeron que aquello no iba a llegar a ninguna parte”, evoca.

Pero la respuesta calló muchas bocas y dejó claro que “el feminismo es la revolución de esta era. Las mujeres no podemos seguir sometidas al nivel que lo estábamos”.

Hoy, dice positiva, “se va a repetir lo del año pasado y con más fuerza”. “Será más fácil para algunas mujeres participar con el llamamiento a la huelga de 24 horas”, vaticina.

Clave en este éxito, afirma, es lo participativo que ha resultado el proceso de organización, con asambleas funcionando en cada barrio. “Creo que hay pocos movimiento que consigan este grado de movilización”, declara Iturrioz que considera que, tal vez, “como se han descentralizado” los llamamientos puede que no se dé una “acumulación en el mismo sitio”.

Cara al futuro, serán las asambleas que se convocan a nivel nacional las que marquen por dónde tiene que marchar la organización del 8 de marzo, aunque ya se habla de que “habrá que revisar el planteamiento de huelga porque hay cosas que se difuminan con este llamamiento ya que, por ejemplo, la reivindicación mira mucho al ámbito laboral. Por eso este año se ha enfatizado en el tema de los cuidados, una situación que viene dada por las diferencias que parten de la construcción de género”.

La experiencia de Iturrioz le enseña que “el movimiento feminista siempre ha estado poblado de gente joven” aunque a veces “se generan huecos en el relevo generacional”.

“Tengo clarísimo que el feminismo interpela, sobre todo, a las jóvenes. Me revelo al oír que la juventud está desmovilizada, porque son discursos reaccionarios”, apunta. “El movimiento feminista tiene una capacidad de transgresión que encartela a la juventud y las jóvenes vienen muy fuertes y con un montón de energía, pero también llegamos así nosotras”.

Pasión

La de Juana Aranguren es una de esas voces de la experiencia que acompañan hoy a las voces más jóvenes. “Yo venía de la militancia de izquierdas contra la dictadura, del movimiento estudiantil en el que era muy activa. Entonces las ideas feministas calaron en la organización en la que militaba y pasé a ser una activista feminista”.

Recuerda Aranguren que ese mismo proceso fue el que siguieron “muchas mujeres” de su generación. Fue una “cuestión de ideología” porque, subraya, desde la izquierda no se había pensado “específicamente en la lucha feminista”. “Hablo de los años 70, cuando nos llegó el despertar al feminismo”, explica.

Cuando hay expertas que hablan ya de la cuarta ola feminista, Aranguren observa que esas olas que vienen de lejos han ido “ensanchando y ensanchando” la plataforma de reivindicaciones. “Al principio reivindicábamos que éramos ciudadanas, el derecho a la educación y la lucha contra todo tipo de discriminaciones legales, en favor del aborto, por los anticonceptivos y por los derechos sexuales y reproductivos”.

Se han ido consiguiendo reivindicaciones gracias a la “lucha del movimiento feminista”, que ha trabajado para alcanzar “la igualdad formal” y “acabar con las limitaciones que teníamos”. “Tras la tercera ola, la de los 70, se dio una reacción patriarcal y ahora, en esta cuarta ola, hemos pasado a la ofensiva con cuestiones concretas, como la lucha contra la violencia de género, contra la brecha salarial y la precariedad laboral y poniendo en el centro el tema de los cuidados, planteando que deben ser asumidos por la sociedad y estar repartidos”.

“El feminismo, en su evolución, ha vivido momentos álgidos y otros no tantos. En Central Park se reunieron cerca de medio millón de mujeres por el derecho al voto, pero es cierto que en los últimos años se ha convertido en un movimiento de masas a nivel global”, constata Aranguren.

“Aquí han irrumpido muchísimas mujeres jóvenes, lo que es importantísimo, es un movimiento intergeneracional. Ya no estamos solo las que nos incorporamos en los años 70-80” corrobora.

Así las cosas, el optimismo se ha instaurado en un movimiento feminista en “auge”. “El patriarcado aliado con el capitalismo liberal ha supuesto una agresión a las condiciones de vida de las mujeres, que sufrimos la crisis en mayor media”. Y, como no podía se de otro modo, las mujeres han reaccionado a nivel mundial y las “jóvenes han comprobado que, aunque se haya conseguido la igualdad formal, no se logrado la igualdad real” y que incluso, en algunas cosas “se ha retrocedido”.

El retroceso mayor se ha dado en “los recortes del estado de bienestar” que afectan más a las mujeres. De ahí “la feminización de la pobreza”. “Los trabajos a tiempo parcial los hacemos nosotras para compatibilizarlos con los cuidados. Todos los problemas que derivan de la crisis nos afectan a nosotras en mayor medida”.

Cuando parece que hay cierto desapego hacia la política por parte de las personas más jóvenes, el feminismo se rejuvenece. “El movimiento feminista es un movimiento autónomo. Las feministas nos autoorganizamos al margen de los partidos y eso supone que seamos las protagonistas de nuestro propio movimiento”, constata.

“Creo que vamos a superar el 8 de marzo de 2018, aunque se desbordaron las previsiones”, manifiesta optimista. Pero “este año yo creo que son más las que saben que están llamadas a la huelga, aunque algunas no puedan hacerla por razones difíciles de superar. Hay más información”, reconoce.

“En la manifestación de Donostia el año pasado casi no pudimos arrancar y fue un colapso. Por eso este año salimos del Antiguo para que se puedan incorporar más mujeres” asegura Aranguren, que recuerda que este año, además, los sindicatos han realizado la llamada previa a la huelga, lo que facilita el terreno a la participación de algunas trabajadoras.