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Más allá de tía y sobrino

Miren Pagaldai y Medoune Seye se conocieron en 2014 gracias al programa ‘Izeba’ de la Diputación de Gipuzkoa, que busca familias para dar calor a los menores tutelados en su tiempo de ocio. Su amistad ya es “de por vida”

Más allá de tía y sobrinoRuben Plaza

llegó a Gipuzkoa completamente solo en 2011, cuando era todavía un niño. Sin familia, sin allegados y sin amigos, la Diputación de Gipuzkoa le acogió en un piso para menores extranjeros no acompañados en Arrasate. Tres años después conoció a quien se convertiría en su ama guipuzcoana, en su referente, en su hogar a casi 3.400 kilómetros de su casa. El programa Izeba, en el que actualmente participan 56 menores tutelados en el territorio, unió a Miren Pagaldai y a Medoune Seye, pero su relación ha ido mucho más allá que este proyecto. “Yo le veo como mi madre”, afirma él. “Es un miembro más de mi familia”, asegura ella.

Miren y Medoune se conocieron en la Semana Santa de 2014 en una taberna de Arrasate. Ella había leído en el periódico que se buscaban personas para participar en el proyecto Izeba de la Diputación, que busca “tíos” para dar calor a los menores tutelados, y a él se lo habían propuesto los educadores. A ambos les pareció una idea interesante. La primera impresión de Miren fue la de tener delante a un chaval “tímido y callado, pero con buen fondo”, y la del adolescente a una mujer “alegre y abierta” con la que la relación iba a ser “fácil”. Por ello, decidieron darse una oportunidad.

Una de las primeras citas que recuerdan fue la visita a una feria de ganado, a la que le siguieron varias caminatas por el monte. “Los primeros contactos fueron súper bien. A mí me gusta mucho hacer deporte al aire libre y le presenté a mi círculo de amigos y a mi familia. Mis sobrinos estaban encantados porque es un chaval súper majo”, afirma Miren.

“Es un encanto”

Poco a poco fueron conociéndose, quedaban varios días por semana para charlar e ir adquiriendo confianza el uno en el otro. Pasaron los meses y la relación fluía, por lo que Medoune logró un permiso de pernocta para poder pasar los fines de semana en casa de Miren, en Eskoriatza. “Yo no tenía previsto ir a su casa a dormir, pero estaba a gusto. Hacíamos un montón de actividades”, recuerda Medou, como cariñosamente le llama Miren. “Con ella he conocido Gipuzkoa”, señala.

El joven sentía que el hogar de Miren también era el suyo, “estaba encantado”, puesto que le daba la oportunidad de salir unos días del piso tutelado en el que vivía en Arrasate, donde estaba algo más controlado. “Con 16 o 17 años, pues es difícil. A veces él quería salir con sus amigos a cenar y luego venía a dormir. En ese aspecto, le dejaba libertad”, cuenta esta mujer, que no tiene más que buenas palabras para el senegalés: “Es un chaval que estoy segura de que no se mete nunca con nadie, porque tiene un carácter muy dócil. No bebe, no fuma, no le gustan los conflictos, es un encanto”.

Pasó el tiempo y Medoune cumplió los 18 años, edad en la que se termina el programa Izeba, pero esto no acabó con su relación. “No ha cambiado nada por ser mayor de edad”, asegura el joven, que siempre cuenta con la ayuda y los consejos de esta guipuzcoana. “Me ha facilitado mucho las cosas”, asegura.

Tanto es así que, tras hacer un curso, estuvo trabajando un tiempo como soldador en Fagor, empresa a la que siempre ha estado vinculada Miren. “El encargado me dijo: Vaya chaval más trabajador. Allí toda la gente le quiere mucho”, subraya. Porque Medoune “no le hace ascos a nada”. Al quedarse sin trabajo en la cooperativa puso rumbo a Almería, donde ha estado dos meses trabajando en la campaña de la aceituna y de donde acaba de regresar.

“Siempre está dispuesto a hacer cualquier cosa. Se hace cargo de su casa en Senegal, de su madre enferma y de sus hermanos”, se emociona Miren, que está segura de que su sobrino se guarda algo de dinero para comer y el resto lo envía a su país de origen.

Navidades en familia

Los allegados de Miren cuentan con Medoune para toda gran celebración. “Somos una familia muy extensa y Medou ha calado, porque es muy noble y honrado. Es un miembro más y estas Navidades hemos contado con él”, afirma esta mujer, a la que no se le pasó por la cabeza “desvincularse” cuando el senegalés cumplió 18 años.

Porque para la guipuzcoana esta experiencia ha sido “muy bonita” y ha sentido como él buscaba en ella “la figura que no tiene aquí, el cariño y a alguien en quien confiar, porque ha pasado muchas cosas” en su vida. “Esta experiencia me ha llenado satisfactoriamente. No tengo hijos y yo me digo a mí misma izeba, pero soy casi casi como una madre”, afirma.

Y no solo es suya esta sensación: “Me ha aportado ese cariño de familia que yo no tengo y eso se agradece mucho. Son mi otra familia. Yo veo a Miren como mi madre. He aprendido mogollón de ella, he conocido a su gente y he ampliado mi círculo de amigos”, indica el joven. Porque más allá del programa Izeba, esta será “una amistad de por vida”.