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Catorce personas desaparecen al día en Euskadi

El 97% de ellas regresa a casa en dos o tres días viva y sanaLa Ertzaintza activa un sistema de alarmas para que ningún caso “caiga en el olvido”

Catorce personas desaparecen al día en EuskadiFoto: Pablo Viñas

Donostia - Un día salieron de casa sin dejar rastro. Son los desaparecidos, personas que nunca regresaron después del trabajo, las que no llegaron a una cita, personas que vagan por ahí sin recordar quiénes son, menores en pleno brote de rebeldía o gente que simplemente se marcha voluntariamente y reclama su derecho al olvido. Catorce personas desaparecen cada día en Euskadi, 4.837 lo han hecho desde el pasado mes de enero. Afortunadamente el 97% de ellas ha vuelto con los suyos en perfecto estado. Sin embargo, a día de hoy 461 ciudadanos vascos continúan en paradero desconocido, 22 expedientes tienen una clasificación de riesgo alto y otros dos son desapariciones que presentan rasgos criminales. Estos últimos suelen estar relacionados con asuntos relacionados con tráfico de droga.

Esta es la lista oficial de los casos abiertos de personas desaparecidas. Pero aunque las pistas se hayan enfriado, la Ertzaintza sigue un método de investigación “para que no haya ninguna persona desaparecida en Euskadi y tampoco haya ningún resto cadavérico sin identificar al que podamos poner un nombre”, afirma Joseba Urrutia, jefe de la Unidad de la Policía Científica. El protocolo y el sistema de alertas que aplica la Ertzaintza desde el año 2010, que actualiza periódicamente la investigación, ha mejorado la intervención policial y su coordinación con otros países, sobre todo con los del Espacio Shengen a través de Interpol y Europol.

La sociedad vasca se conmovió con Hodei Egiluz, el joven de Galdakao cuyo cadáver fue hallado en Amberes tras dos años sin que sus padres tuvieran noticias de él. Y el próximo 7 de enero se cumplen cuatro años de la desaparición en Colombia del gasteiztarra Borja Lázaro. El servicio central de Investigación Criminal de la Er-tzaintza “sigue hablando dos o tres veces al mes” con la Policía colombiana para conocer la situación de la investigación, concretamente con el grupo Gaula, que se dedica las desapariciones forzadas o no.

Egiluz y Lázaro son quizá los desaparecidos más conocidos por su impacto mediático. Pero hay otros muchos casos anónimos, recientes y lejanos en el tiempo. Jon Iñaki A.G, visto en Aia; Aitor Martín, en Laudio... Mari Carmen G.C. (Mamen) es el expediente abierto más antiguo que investiga la Ertzaintza. Desapareció en 1988 en la Ciudad de Huaras en Perú, país al que viajó para escalar el monte Huscaran.

“Hay decenas de familias vascas que, además del dolor de la pérdida de un ser querido, siguen soportando la desesperación y la incertidumbre de que sus preguntas no obtienen las respuestas esperadas”, afirma Roberto Izaga, especialista de la Unidad Científica. La principal tarea de la Ertzain-tza, dice, “es la búsqueda las personas que desaparecen”. Y la clave para ello “es empezar a hacer cosas desde el primer momento”. Según explica este investigador, “ya no esperamos 24 o 48 horas como antes porque en estos casos el factor tiempo juega en contra de la búsqueda porque se pierde el rastro”.

NOTICIAS DE GIPUZKOA se ha trasladado hasta la Base Central de la Ertzaintza (Erandio), donde se localizan los laboratorios de la Unidad Científica, para conocer el proceso policial que hay tras una desaparición. Tras la denuncia, se abre una ficha y la Policía comienza a recabar toda la información preliminar para identificar a la persona preguntando a su círculo más cercano. También se piden las huellas, la ficha dental y un perfil genético. En los datos antemortem se incluye una descripción física detallada del aspecto de la persona, así como de la vestimenta y objetos que pudiera portar (gafas, alianzas, documentos, llaves).

Piden a los familiares fotografías recientes del individuo y de detalles identificativos como tatuajes, cicatrices o lunares. También se suele tomar una muestra biológica (hisopo bucal) de parientes de primer grado para obtener ADN. Además, se pregunta sobre la historia médica por si el desaparecido tuviese alguna fractura o prótesis al que poder rastrear el número de serie o modelo.

“Toda esta información es muy importante para arrancar la búsqueda, así como para identificar cadáveres sin nombre”, afirma Izaga. Inmediatamente, se moviliza a los efectivos de la Policía, Protección Civil o voluntarios para comenzar la búsqueda. En paralelo, la Ertzaintza introduce todos estos datos en el sistema de información de personas desaparecidas y cadáveres o restos humanos sin identificar, lo que en el argot policial se conoce como PDyRH. “Esta base de datos cruza esta información premortem contra datos de expedientes de cadáveres y restos hallados en todo el Estado. Y en caso de que ofrezca alguna coincidencia, analizamos el caso para descartar errores”, afirma.

El último expediente esclarecido mediante el PDyRH fue el de un varón de 32 desaparecido en Donostia en 2015, cuyo cuerpo apareció un año después en una zona cercana al lugar donde fue visto por última vez. “Este hombre salió de su casa para ir a buscar a su hermana después de trabajar y nunca se supo más de él a partir de las 22.30 de la noche”, recuerda Izaga. Se abrió el caso, se movilizaron todos los efectivos de búsqueda, pero el paso del tiempo diluyó su rastro. Después de un año, comenta, “apareció un cadáver en una zona próxima al lugar de la desaparición y los datos posmortem de la autopsia realizada por los forenses confirmaron que el cadáver se correspondía con el joven desaparecido”.

La muerte no suele ser el desenlace habitual de estos casos. “Lo normal es que en dos o tres días la persona aparezca viva, sana y sin ningún problema. Estamos hablando de que puede haber un 3% o 4% de los casos sin resolver”, asegura Izaga. El perfil de las personas desaparecidas es muy variado. Habitualmente, explica este investigador, “suelen tener algún problema psiquiátrico, han tenido alguna inversión que ha salido mal, gente con problemas económicos y familiares...”. En el caso de los menores, “la mayoría viven en centros de acogida y lo que quieren es desvincularse de ese régimen de tutela e irse a otro lugar”. Según apunta, ahora no se detectan más desapariciones “solo que tienen más impacto mediático”. Al parecer, Navidades y fin de año “suelen ser conflictivos” porque hay gente “que se desequilibra un poco más por el tema familiar, en esta época estamos un poco más alterados”.

la angustia familiar Izaga conoce de primera mano el sufrimiento de las familias, ya que el padre y la madre de Hodei le facilitaron unos molares de su hijo como muestra genética. “Te impacta mucho la problemática familiar, te llega al corazón y te afecta”. Para paliar este sufrimiento, la Ertzaintza se ha “autoimpuesto” un sistema de alertas que, en función de la calificación de riesgo de la persona desaparecida, manda un mensaje de forma periódica a las familias y a quienes han intervenido en la investigación a fin de actualizar el caso. Y, cuando aparece, para cerrarlo. “La idea es que siempre que haya una aparición se comunique, lo que ocurre es que muchas veces las familias han denunciado de una hija que se ha ido de juerga por ahí, llega a casa, no comunica su aparición, y sigue estando oficialmente desaparecida”, afirma Urrutia.

Gracias a este sistema de alarmas “hemos llegado a esclarecer algún caso, pero lo que se ha conseguido es que no se olviden porque nos obliga a estar siempre alertas sobre las posibles novedades y que el caso no se quede completamente frío”. Además, el jefe de la Científica explica que la idea “es que no haya una familia en una situación de desasosiego. En esa instrucción que nos hemos autoimpuesto dice que cada comisaría tiene que tener un portavoz que mantenga un contacto con la familia para conocer cuál es la situación e informarle de los avances del caso”.