Martín y Manuela: dos meses de casados, un divorcio y un bastardo
IKER ECH | eBERRIA INVESTIGA EN EL LIBRO ‘LA PLATA EMBUSTERA’ una de las primeras separaciones en gipuzkoa en el siglo XVIII
Martín de Elgorriaga y Manuela de Burgoa eran una pareja de enamorados a principios del siglo XVIII. Prometidos, se mandaban cartas declarando su amor y deseando que llegase el día de su casamiento. No obstante, a los dos meses del enlace, ella huyó de su hogar. Algo había pasado. El profesor de la UPV/EHU Iker Echeberria Ayllón ha investigado este suceso, que dio lugar a uno de los primeros divorcios de Gipuzkoa, en el libro La plata embustera. Emociones y divorcio en la Guipúzcoa del siglo XVIII, que mantuvo en pleitos a la pareja durante más de seis años arrastrándoles a la miseria social.
“Es una historia de emociones, de cómo dos personas pasan del amor al odio y cómo repercute en una sociedad hermética”, señala Echeberria quien trabaja en una tesis doctoral sobre las disputas conyugales en el siglo XVIII. Investigando sobre ello, el profesor descubrió este caso en los archivos eclesiásticos de Iruñea, un pleito de divorcio que duró más de un lustro y expandió la investigación a los meses previos al matrimonio.
Así, como si de una película romántica se tratara, el docente descubrió que Martín volvió a Donostia tras estar varios años en América, donde había sumado una gran fortuna, y conoció a Manuela de Burgoa, de la que se enamoró.
La correspondencia personal que Echeberria ha analizado deja patente ese amor, tanto en las epístolas que el hombre enviaba a su amada como en la correspondencia que mantenía con sus amistades más cercanas. Se trataba de una unión noble, bien vista por la sociedad y que contaba con el beneplácito de la Iglesia. Pero tan solo dos meses después del casamiento, la historia había dado un giro.
“Algo que no quiero desvelar pasó, dejando que el lector lo descubra solo”, dice Echeberria tratando de mantener el misterio. Lo que sí cuenta es el largo y costoso pleito de divorcio que arrastró esta separación. “Ella intentó conseguir el divorcio por todas las vías posibles, pero era un tribunal eclesiástico quien tenía la última palabra”, apunta.
En una sociedad en la que ya se veía con malos ojos que una pareja viviera junta sin estar casada, una separación era prácticamente un escándalo. “Existía la posibilidad de divorcio, para eso estaba el tribunal eclesiástico, pero la justicia la acababa marcando la sociedad y era inaceptable, sobre todo entre familias nobles”, explica.
Martín se negaba a toda costa a la petición de su mujer y el tribunal desestimaba la causa siempre a su favor. Que ella quisiera separarse de él era una deshonra, ya que en la sociedad de principios del XVIII “no se aceptaba que las mujeres alzaran la voz”. “Ellas eran sumisas ante el patriarcado, pero Manuela reclamaba su dignidad, no como colectivo feminista sino como persona”, afirma Echeberria.
De este modo, el profesor explica que la idea del feminismo no estaba todavía desarrollada, por lo que no se puede entender esta reivindicación como una semilla de las posteriores protestas de las mujeres en busca de una igualdad social de la que carecían en aquel momento.
caída en desgracia La persistencia de Manuela por conseguir la anulación del matrimonio se mantuvo durante años, a pesar del constante rechazo de la sociedad. Alejada ya de su marido, volvió a Burgos, donde trato de continuar con su vida como soltera. Sin embargo, a ojos de todo el mundo, seguía siendo la esposa de Martín.
Él, por su parte, siguió con sus negocios. Haciendo una vida normal mientras el pleito continuaba. No obstante, al igual que para su esposa, la situación ya no era la misma.
“Su nombre había quedado manchado y las puertas se le cerraban continuamente. Nadie quería hacer negocios con él”, cuenta Echeberria. Sus beneficios descendieron notablemente, y aunque seguía sin querer separarse de ella, alegaba ante el tribunal la deshonra que le había traído consigo.
Aún y todo, Martín contaba con un colchón económico que no le hizo pasar grandes apuros. “Como a día de hoy, la justicia era diferente si eras rico o si eras pobre”, observa el profesor comparando la situación de ambos. Mientras él continuaba con una vida más o menos cómoda, ella apenas podía alimentarse. El coste de los abogados la arruinó y su mala reputación por seguir deseando el divorcio, le impedía encontrar trabajo. “Decidió seguir luchando hasta cuando su abogado abandonó la causa”, añade Echeberria.
La disputa parecía no tener fin, hasta que un nacimiento lo cambió todo. Mientras Manuela continuaba con el pleito, Martín había comenzado una nueva relación. De esa unión, nació un bebé, que bajo la percepción del tribunal era un bastardo.
“Martín y Manuela no vivían juntos desde hace años. Él vivía con su nueva mujer y hacía vida con ella, pero al no estar casados, ya que él continuaba unido legalmente a Manuela, que tuviera un hijo con otra mujer suponía tener un bastardo”, afirma.
Así, Manuela por fin, tras más de seis años conseguía divorciarse de su marido. El bastardo era la excusa perfecta para pedir la desunión.
investigación abierta Para Echeberria lo excepcional de este caso no es el divorcio, sino que se diera entre dos nobles. “Entre campesinos era más común. Lo que pasa es que al ser pobres, no podían permitirse un proceso de separación, así que ellos mismos se ponían de acuerdo en no vivir juntos”, explica el profesor.
Sobre esta cuestión y siempre desde el punto de vista de las mujeres, Echebarria continúa trabajando. Su objetivo final con la tesis es conseguir una radiografía del papel de la mujer en la Euskadi del siglo XVIII y cómo poco a poco con sus reivindicaciones “fueron erosionando la sociedad establecida”.
“El caso de Martín y Manuela solo es un ejemplo, que por su contenido casi de novela de ficción, la Universidad ha considerado interesante para publicar”, indica, añadiendo finalmente que “es un relato único, ya que permite indagar en la historia a través de las emociones”.
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