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El perro sin pelo de Perú deja atrás cuatro siglos de discriminación

Fue despreciado por los conquistadores españoles y hoy es una de las razas de canes más valoradas

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Lima. Despreciado como animal de compañía desde la conquista española y criado casi exclusivamente para rituales mágicos por chamanes o curanderos, el perro sin pelo de Perú emerge hoy, más de cuatro siglos después, libre de prejuicios por su desnudez, y se ha convertido en una de las razas de canes más valoradas.

Pese a ser oriundo del país, hasta hace poco más de tres décadas el perro sin pelo del Perú o viringo (desnudo en la antigua lengua moche o tallán) era rechazado por esta carencia, agravada en ocasiones por las heridas provocadas en su piel por el clima o el contacto con algunas superficies.

Estos perros, cuya falta de pelo se debe al "síndrome de hipoplasia ectodérmica", pueden ser de tamaño grande, mediano y pequeño, pero con un aspecto "aerodinámico, con un tórax prominente y una cintura estrecha, creando una curva que estiliza su figura".

Claudia Gálvez, presidenta de la Asociación de Amigos de los perros sin pelo de Perú e investigadora de la raza, explicó a Efe que entre las características de los viringos también se encuentra la ausencia de premolares. Ese rasgo le hace un animal poco dado al ataque y lo convierte en un acompañante ideal, pues se trata de "un perro muy afectuoso, muy cálido con su dueño, aunque nervioso con los extraños". Y "nunca muerde", enfatizó Gálvez.

La investigadora de esta peculiar raza de canes también detalló que "como el perro sin pelo es primitivo, existe en toda la variedad de colores que la naturaleza brinda". Según recordó Gálvez, fue precisamente su piel desnuda la que implicó un tabú para el contacto con mucha gente durante años, "confundiéndolos incluso muchas veces con perros sarnosos". "Tuvieron que tocarlo, sentir la suavidad de su piel, la calidez de su temperatura, para empezar a apreciarlo", señaló sobre su posterior aceptación.

Y es que, según reseñó la experta, la discriminación a estos perros comenzó en el siglo XVI con la conquista de Perú, ya que se le asoció a rituales de idolatría indígena, y por ello se intentó condenarlo al exterminio, sin conseguirlo.

No muy lejos de este menosprecio, en los inicios de la República y hasta fines del siglo XX, su crianza estuvo asociada casi exclusivamente a su uso en viejas costumbres e incluso como parte de la medicina tradicional, donde era utilizado como "calmante" para el reumatismo y enfermedades respiratorias, por la calidez de su piel.

Gálvez explicó la demora del país y de sus autoridades en incorporar al perro como patrimonio nacional al hecho de que "el peruano es muy ingrato con sus propias cosas (...) Muy pasivo con su tesoro". A pesar de los esfuerzos de las asociaciones de animalistas por su promoción, no fue sino hasta su inscripción como raza primitiva en la Federación Cinológica Internacional (FCI), el 12 de junio de 1985, que Perú lo insertó en su cultura oficial.

En 2001 el animal fue catalogado como patrimonio nacional y "especie a preservar". Si bien el cambio de actitud tomó décadas, hoy el también conocido popularmente como perro calato (desnudo, en quechua) o chino (por su similitud con el perro crestado chino), es una de las piezas predilectas en las exposiciones sobre identidad peruana, pasando por ilustraciones en camisetas, afiches, revistas y diarios. La celebración de su existencia en el espacio público es también cada vez mayor y así lo demostró la reciente inauguración en el distrito limeño de San Borja de una escultura en su honor, que reunió a decenas de personas y ejemplares del viringo. Es la segunda de este tipo que se erige en la zona urbana de Lima. Efe