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El mayor desafío pelotari de la historia

Se cumplen 170 años de un mítico partido de pelota, en la modalidad de laxoa, jugado en Irun entre pelotaris aficionados de Lapurdi y Gipuzkoa. La disputa congregó a 12.000 personas el 9 de agosto de 1846 y se apostaron grandes cantidades de dinero, animales y objetos de valor.

El mayor desafío pelotari de la historia

Los jugadores no eran profesionales. En el frontón de la plaza Urdanibia de Irun se dieron cita un molinero, un cura, un boyero, un contrabandista...El desafío levantó tanta expectación en Iparralde y en Gipuzkoa que un día como hoy, 9 de agosto, de hace 170 años se congregaron más de 12.000 personas en ese recinto ya desaparecido. El acontecimiento ha pasado a los anales de la historia deportiva y social. Se trata del mítico partido de pelota, modalidad de laxoa, que enfrentó a un equipo de Lapurdi contra otro de guipuzcoanos con la ciudad irundarra como punto de encuentro de pelotazales de ambos lados del Bidasoa.

El envite debería haberse disputado el día anterior, sábado, pero el mal tiempo obligó a aplazarlo y los forasteros tuvieron que acampar en los alrededores hasta el domingo, rodeados de bueyes, cerdos y enseres, llevados en pago de apuestas. Llegado el momento, así describió el escritor Gratien Adéma el ambiente que se vivía en la céntrica plaza irundarra: "...Para los vascos fue el mayor acontecimiento del siglo. Antes de las diez, 12.000 hombres se amontonaban en las quince gradas levantadas a cada lado de la amplia plaza. Todos los balcones y todas las ventanas de las casas circundantes estaban a rebosar de gente. Los árboles se doblaban bajo el peso de los racimos humanos, y hasta los tejados estaban llenos".

Clavos Los contendientes saltaron a la cancha. Por el bando labortano se sabe que compitieron Jean Erratchun Gaskoina famoso jugador de la época, el cura Joaquín Gamio que era de Baztan pero se alineó con los labortanos, Dominique Harriage, el contrabandista Dominique Saint-Jean Eiharakoa y Domingo Ezpeleta Ezpeletarra. Del equipo guipuzcoano se sabe que formaron la alineación Manuel Azpide Melchor, Tripero, Lopetegui, Molinero y un quinto cuya identidad se desconoce.

Antes de comenzar la contienda, alguien se "encargó" de alfombrar el suelo con clavos, sin duda, sabiendo que Gaskoina acostumbraba a jugar descalzo. La treta no le amedrentó.

Según las crónicas de la época, los guipuzcoanos se adelantaron en el marcador debido a los titubeos de los labortanos y, especialmente, al mal juego de Gamio. Pero Gaskoina descrito como "corpulento, gordo, macizo de hombros caídos, poco elegante y bastante indiferente" comenzó a demostrar las razones por las que era admirado. Encadenó grandes jugadas e igualó el encuentro. Los jugadores se batían como si les fuese la vida ante el público dividido en dos bandos irreconciliables, dispuestos a apostarse hasta lo que no tenían.

La paridad en el marcador se prolongó, ningún equipo era capaz de cerrar el partido. La situación era agónica hasta el punto de que un baserritarra ofreció a Gaskoina dos bueyes si era capaz de rematar el partido. Y lo consiguió. Los labortanos se impusieron a los guipuzcoanos y el afamado pelotari de Hasparren, quien obtuvo una recompensa de 3.000 francos, salió a toda prisa hacia su pueblo sin tomar ni un vino para celebrarlo, aconsejado por sus amigos, quienes no se fiaban de los guipuzcoanos.

Exilio Por su parte, el cura Gamio salió ese mismo día exiliado hacia Francia al haber obviado la prohibición del Obispo de Pamplona por la que los clérigos no podían jugar a pelota. Regresó después montado en un imponente caballo, obsequiado por su participación en la victoria de Irun.

Las consecuencias por las apuestas también tuvieron una dimensión a la altura del partido. Entre los guipuzcoanos, un latonero perdió su negocio, existencias, dinero y dos mulas; un baserritarra perdió su caballo, y otro, cien ovejas y 200 corderos.

El monto total jugado alcanzó los 200.000 francos, cantidad fabulosa para la época, con la comunidad judía de Baiona a la cabeza. De hecho, un estudiante bayonés arriesgó 40.000 francos a favor de los labortanos.

Y como regalo que aún perdura de aquel mítico partido quedan las estrofas de un bertsolari anónimo que describen el fervor y la pasión de aquella mañana de hace siglo y medio.