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“Hemos descubierto al menos una treintena de especies nuevas de setas en estos 50 años”

Pedro Arrillaga (Donostia, 1949) repasa los hitos del Departamento de Micología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que celebra sus bodas de oro

“Hemos descubierto al menos una treintena de especies nuevas de setas en estos 50 años”

donostia - La Sociedad de Micología más antigua del Estado cumple 50 años. ¿Por qué fueron pioneros en Gipuzkoa a la hora de poner en valor la investigación sobre micología?

-El año 1963, en Tolosa, se celebró el primer concurso micológico de Gipuzkoa y, a raíz de ello, en la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el entonces secretario, Jesús Elósegui, convocó a algunos socios que eran muy aficionados a la micología y que habían participado en el concurso, para crear una sociedad micológica. Dicho y hecho. En el año 1965 se juntaron cuatro socios: Xabier Laskibar, José Miguel Elósegui, José Miguel Larrañaga y Antxon Alzuru, y entre los cuatro empezaron a andar. Al principio un poco perdidos, porque no había mucha información. En España no había sociedades micológicas, así que tuvieron que acudir a las de Iparralde, a Pau y Biarritz.

¿Cómo se catalogaban las especies por aquel entonces?

-Los medios, en los inicios, eran un par de libros franceses, el de Telesforo Aranzadi, de 1897, y poco más. Si con la bibliografía de la época no se podía identificar, se carteaba pidiendo la opinión a otros micólogos de Francia o Europa para poder identificar la especie. Poco a poco se fue avanzando en el conocimiento, surgieron nuevas publicaciones, se crearon sociedades micológicas... El conocimiento necesita su tiempo. Hemos catalogado 3.500 especies en Euskal Herria, se puede decir que quizá no sean tantas en 50 años. Pero al principio se comenzó con 100, luego 200 y así. Ahora es un goteo, se catalogan unas 25 o 50 al año.

¿Cuántas especies nuevas se han descubierto en Gipuzkoa en esos 50 años?

-Unas 25 o 30. Se han publicado por encima de la veintena, pero descubrir, por lo menos, una treintena. Cuando más se ha publicado ha sido en las dos últimas décadas.

Paralelamente, se ha divulgado ese conocimiento entre la sociedad. ¿Se ha avanzado en cultura micológica?

-Sin ninguna duda. Nuestra información está en la página web, y todo lo que podemos lo vamos introduciendo allí. Todo esto ayuda a mejorar el conocimiento general de todos los guipuzcoanos y, en particular, de los más interesados en el mundo de la micología. También se ha incidido muchísimo sobre la toxicidad. Mantenemos los lunes una consulta abierta a todo el público que recoge setas el fin de semana para saber qué especies son y si se pueden comer.

¿La parte negativa de la divulgación de ese conocimiento ha sido la masificación de los montes?

-Es también la cultura de ocio y del tiempo libre. También hay una pequeña fiebre de que hay que ir al monte para coger setas y comer, sean buenas o malas. Pero es un deporte sano, que implica salir al monte, dar un paseo, estar en contacto con la naturaleza, tiene la parte de curiosidad científica y también la gastronómica.

¿En este medio siglo de historia, se ha conseguido desterrar los falsos mitos sobre las setas?

-No, todavía existe gente un poquito dura que sigue pensando en algunos dichos populares que son falsos.

Y acaban intoxicándose. ¿Cómo comenzó la colaboración que mantienen con el Hospital Donostia para abordar las intoxicaciones?

-La primera vez que subió Xabier Laskibar por un caso de intoxicación fue en 1979. Pensaban que la persona había consumido una amanita phalloides (especie muy tóxica que puede ser mortal) y resultó que no, pero desde entonces se estableció una colaboración importante. Actuamos como asesores micólogos.

¿Cuántas veces recurren los médicos a los micólogos de Aranzadi?

-Media docena de veces, depende del año. No son muchas. De algún otro hospital comarcal también nos llaman.

¿Les cuesta identificar las especies?

-Curiosamente, se ha insistido tanto en las guías o libros de consulta en que hay que guardar muestras de las setas que se consumen, que la gente, sin tener claro lo que está comiendo, suele guardar un par de ejemplares. Con muy poquita cosa, nosotros podemos identificar qué es, pero necesitamos algo. También hacemos una labor detectivesca preguntando a la persona por dónde ha andado, qué síntomas sufre, cuántos ejemplares ha comido, de qué color y forma..., datos con los que acotamos qué puede ser. Hemos llegado, incluso, a acompañar a un intoxicado al lugar donde recogió las setas.

¿Cuándo se produjo el último fallecimiento por ingerir setas tóxicas?

-La última vez fue en 1974. Pero ha habido más de una docena larga de intoxicaciones por amanita phalloides... Como se han tratado a tiempo, han podido salir andando a los cuatro o cinco días.

¿Son muchas o pocas comparando con otros territorios?

-Son menos de lo que es la media general, sobre todo porque aquí se consume una barbaridad. Y creo que la cultura micológica es muy alta.

Aquí siempre se ha dicho que se consumían pocas variedades, solo las que se conocen bien. ¿Eso ha cambiado?

-Sí, ha cambiado un poco. Una de las mejores maneras de prevenir una intoxicación es limitarse a especies conocidas. Desde luego, lo ideal sería conocer también las que se parecen a las que son tóxicas, aunque no siempre es así. Pero ha cambiado porque hay una tendencia de que todo lo que sale hay que comérselo. Esta misma mañana estábamos hablando de un señor, conocido nuestro, que nos ha preguntado: ¿Esto se come? La respuesta fue: Tóxica no es, pero es un trozo de madera, como comer cartón. Y a pesar de todo, se la comió.

¿No hay mucha seta comestible?

-Hay una docena de especies que merecen la pena. Lo mismo pasa con los hongos, tampoco todos son de comer. En septiembre en Navarra hubo cuatro o cinco intoxicaciones por comer boletus de color púrpura/rojizo a los que se les ponía la carne de color azul oscuro al cortar. ¡Y se los han zampado!; con criterios tan especiales que vio un ejemplar en el suelo y pensó que, como se le había caído a alguien de la cesta, era comestible.