¿Qué bicho le habrá picado?
Las especies peligrosas no son exclusivas de documentales y países exóticos. También en Euskadi hay animales que pueden causar enfermedades graves e incluso la muerte. La mayoría no atacan. Solo se defienden cuando se les molesta
Hay ranitas de vistosos colores letales como armas de destrucción masiva. Y pájaros venenosos. Y mortíferas mascotas que muerden desde el terrario la mano que les da de comer. Las especies peligrosas no son exclusivas de los documentales o los países exóticos. También en Euskadi hay animales que pueden causar lesiones graves o incluso la muerte. Son pequeños, pero matones, como las garrapatas, las avispas, las orugas procesionarias o las víboras. “La mayoría de ellos no atacan”, dice Diego Dulanto, médico especialista en anestesiología y reanimación del Hospital de Basurto. Más bien se defienden cuando al ser humano le da por incordiarlos.
Transmite enfermedades graves y causa parálisis
Un cocodrilo afilándose los colmillos, una serpiente con mirada desafiante, un tigre a punto de atacar... Entre los animales peligrosos que a uno se le vienen a la cabeza no suele tener cabida la diminuta garrapata. Sin embargo, Diego Dulanto, que recientemente ofreció una conferencia sobre especies venenosas en el Colegio de Médicos de Bizkaia, las enfoca con su lupa, dadas las importantes lesiones que pueden producir y lo frecuente que es toparse con ellas en Euskadi. “Hay millones en todos los montes y pueden transmitir enfermedades graves, como la enfermedad de Lyme, la tularemia, la meningitis o parálisis flácidas. La gente a veces minimiza porque a ellos no les ha pasado nada, pero pueden dar problemas serios que, si no se tratan, ocasionan síntomas neurológicos de por vida”, advierte este aficionado a la espeleología que preside la Sociedad española de medicina y auxilio en cavidades.
Abundantes entre los arbustos, sobre todo en época veraniega, las garrapatas se alimentan de la sangre que obtienen picando a personas y animales. Para evitar terminar una ruta campestre con ellas adheridas a la piel, Dulanto aconseja ponerse siempre un pantalón largo metido por dentro de los calcetines y aplicar un repelente en las partes expuestas. Una vez en casa, dice, “es importante revisarse”, requiriendo la ayuda de otra persona para examinar las zonas menos accesibles. De localizar alguna, explica, “se puede quitar con unas pinzas, teniendo cuidado de no exprimirla, y darse una solución antiséptica, como Betadine. La mayoría de las veces, si llevan un día clavadas en la piel, no suelen dejarse la cabeza. Lo que no hay que hacer es quemarlas con un cigarrillo o con gasolina, ni darles aceite”, aclara. Si, días después de haber sido retirada, “aparece un eritema circular u otro síntoma, se debe acudir al médico”, insta este especialista, quien aclara que “no todo el mundo al que le pica una garrapata va a desarrollar una enfermedad”.
Los romanos las usaban para torturar a los reos
Cuenta Dulanto que los romanos llenaban fosas de orugas procesionarias y arrojaban allí a los reos para hacerles sufrir. Así que algo tendrá ese aparentemente inofensivo animalito. En concreto, “medio millón de pelitos urticantes que pueden provocar reacciones muy graves. Si un niño o un perro ingieren una de estas orugas pueden llegar a fallecer. En caso de que sus espículas se claven en el ojo, pueden ocasionar lesiones muy serias, incluida la pérdida de visión”, avisa este experto.
Los pinares de Euskadi, dice, están “plagados” de esta especie. “Las diputaciones cada cierto tiempo echan una serie de productos para que desaparezcan, pero son muy difíciles de erradicar”. Por eso hay que estar alerta, en especial si se es alérgico, y evitar a toda costa que los niños, atraídos por las hileras que forman al desplazarse, las toquen. “En bosques infestados hay que andar con cuidado, sobre todo si hay viento, y no ir levantando nada porque las espículas están por todas partes”, comenta Dulanto, quien recuerda que estas orugas pueden producir desde urticarias hasta reacciones anafilácticas graves.
Tiene filamentos de 50 metros y puede matar
Si uno se cree a salvo en la playa por no divisar en el horizonte aletas de tiburón, está equivocado. El peligro en la costa vasca acecha bajo el agua, donde se puede tener la mala pata de pisar un pez escorpión o salvario. “Duele mucho, pero tiene un tratamiento fácil que los socorristas pueden llevar a cabo, ya que su veneno es termolábil y se inactiva metiendo el pie en agua caliente”, explica.
Las medusas, “que pican y bastante”, también suelen visitar los arenales de Euskadi, si bien es la carabela portuguesa la que tiene que hacer a los bañistas echarse a temblar. “Se trata de una colonia de organismos que viven en simbiosis, tienen unos filamentos de hasta 50 metros y pueden llegar a matar a un ser humano. Si los servicios que están en las playas dicen que hay carabelas portuguesas, no hay que meterse al agua porque un encontronazo con una carabela portuguesa es muy grave”.
Si no se manipulan, es muy difícil que ataquen
Los animales peligrosos no solo atacan por tierra y mar. También por aire, como las abejas y las avispas. “Si no las manipulas, es muy difícil que te ataquen. No son hematófagos, como los tábanos y otros dípteros, no se alimentan de sangre, por lo que no pican más que cuando son molestadas”, explica Dulanto, quien recuerda que las personas alérgicas a su veneno “deben extremar precauciones y llevar siempre encima una especie de jeringas de adrenalina por si son atacadas, porque les va la vida en ello”.
Si alguien tiene que temer a la avispa asiática, apodada como avispa asesina, son las propias abejas, a quienes extermina. “Las avispas asiáticas son las causantes de la desaparición de muchas de las colmenas que existen aquí. Sus panales son redondos y se pueden ver por el monte. Las diputaciones están intentando acabar con ellas, pero es bastante complicado porque hay que localizarlas y luego destruirlas”, expone este médico, quien advierte del gran riesgo que supone tratar de derribar un panal sin protecciones. “Puedes tener un ataque de avispas que pueden ser peligrosas”, avisa y rememora el caso de “una señora que pisó un panal y la atacaron”.
Un muerto en los años 80 y otras cinco mordeduras
Tienen muy mala fama, pero lo cierto es que las víboras huyen del ser humano y sus mordeduras son excepcionales. “Casi todos los envenenamientos producidos por serpiente son porque la gente ha ido a por ellas”, afirma Dulanto, quien a lo largo de su carrera profesional ha sido “consultado para valorar mordeduras cinco veces, la última este año, que efectivamente era de una víbora”. “El individuo al que le mordió, en Artxanda, conocía las serpientes y estaba fotografiándolas. Tuvimos que aplicarle suero antiofídico porque venía con un envenenamiento relativamente importante”, relata este anestesista.
También el joven que fue mordido el año pasado en la cueva de La Leze, en Araba, “estaba manipulando” a la víbora cuando le mordió y tres cuartos de lo mismo sucedió en una ocasión en la campa de Arraba, donde “alguien que había consumido setas alucinógenas vio una víbora y le fue a echar mano”.
En el Estado hay trece especies de serpientes, pero “las únicas que presentan peligro en Euskadi son la víbora común europea y la víbora áspid, que se puede encontrar en Aralar y algunas zonas de Aizgorri” y cuya “mordedura es más venenosa”, detalla Dulanto, quien tiene constancia de un fallecimiento causado por una víbora en los años 80 en Bizkaia. “Entonces no existían los sueros que tenemos ahora y posiblemente el tratamiento se demoró”, especula e incide en la prevención. “La serpiente solo se defiende cuando es molestada o se siente en peligro. Si usted ve una, déjela”.
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